domingo, 3 de marzo de 2013

Hay cosas del mundo cotidiano de la hostelería y gastronomía que no se aprenden en el instituto, en casa ni en la universidad. Y eso hoy se nota.


Publicado por AS 
Publicado en Las dudas del consumidor | Publicado el 23-03-2012


Hay cosas que no se aprenden en el instituto, en casa ni en la universidad. Y eso hoy se nota. En los tiempos modernos ¿hace alguna gente el ridículo en las comidas de negocios? Sí, mucho, responden en las academias de modales.
En Europa y en Estados Unidos, las clases de protocolo están reservadas a pocos que cuidan su imagen. En Japón y ahora en China, la universidad refuerza lo que se aprendió en la familia y en el instituto. Al mismo tiempo, la televisión se encarga de que se desaprenda rápido.
I
Si alguna de esas academias nos enviara un explorador, no dejaría de sorprenderse. Se hace aquí todo lo que allí dicen que no se debe.
Sobre lo que no se debe habla Ann Van Wijck y uno toma nota:
1 . Escoger mal el sitio,
2. Al escoger el menú no dar importancia a los gustos del otro,
3. Pedir  los vinos por la columna derecha (la de los precios),
4. Pagar en efectivo y en forma ostensible,
5. En la conversación, ir directo al grano entre el segundo whisky y la entrada (porque es demasiado lejos esperar hasta los postres), y
6. Instalar en la mesa, al lado del tenedor o la cuchara, dos celulares bien visibles y en constante uso.
La señora Van Wijck estaba contenta y a la vez, de sofoque. Me explico: La habían enviado desde la revista de negocios en Londres a hacer un reportaje. No aquí, sino en Chicago y California para retratar comportamientos ridículos del mundo de los negocios en la mesa. Se le ocurrió pasar primero por Caracas. A saludar a una amiga. Ésta recurrió a su círculo de íntimos para pasear a la visitante por escenarios de interés. Fueron a dos sitios nuevos de moda, a uno clásico, y a dos parrilladas.
“Tener mucho material bueno antes de llegar” (a donde la enviaron) confesó. Los íntimos de la amiga hicieron bien su trabajo. Lograron ubicarla en mesas cercanas a sus objetivos.
Así pudo ver en primer plano la cultura del celular sentado en el almuerzo, y a caballeros pagando billete sobre billete la cuenta de la mesa. ¿No tener secretarias para encargarse de eso? A las secretarias no se las lleva a las reuniones de negocios, y los restauradores vaya uno a saber porqué, no envían facturas. Cobran antes de que el comensal salga, se le explicó.
En tres oportunidades en diferentes sitios observó cómo quien era ostensiblemente el personaje principal en la comida, abandonaba la mesa y salía del local. ¿Adónde va? Al estacionamiento. Las llamadas privadas importantes deben atenderse, le explicaron. ¿Y qué hace el que se quedó solo? Aprovecha para hablar por sus dos celulares.
II
“Sólo viéndoles comer, se conoce de verdad a los amigos”, sostuvo en su tiempo Brillat-Savarin (1755-1826). Observando lo que pasa aquí en las comidas de negocio, quizás no sea mala idea pedir que fijen ésa frase como cartel, al lado de los que prohíben portar armas y fumar en algunos restaurantes. Quien quita. Quizás alguien la lea.


miércoles, abril 12, 2006

Entre caníbales


"La revolución no turbó jamás mis digestiones". Así se expresaba el célebre gastrónomo francés, Jean Anthelme Brillat-Savarin (1755-1826), autor de La fisiología del gusto (1825), código universal del buen comer. Magistrado de profesión, apreciaba la comida en compañía. Solía decir: "Sólo viéndoles comer, se conoce de verdad a los amigos". Y añadía: "Dime cómo comes y te diré quién eres". El sibaritismo de Brillat-Savarin acabaría por quebrantar su salud. El médico le prohibió todos los vinos y no pocos manjares. Con entereza, Brillat-Savarin prometió someterse a la dieta prescrita. Pero el galeno le visitó un día a la hora de comer y como le hallase sentado ante una mesa profusamente abastecida, le dijo, enojado:
-¿Es así cómo observáis mis prohibiciones?
- Me habéis prohibido tomar todo esto -respondió el gastrónomo-, pero no deleitarme con su contemplación. Y así lo hago.
-Y eso, ¿no es peor?
-No. Para quien, como yo, no puede alimentarse sino de conversaciones.


Entre caníbales 
Cultura para masticar

Patricia Rodón y Walter Gazzo

Blog Mona Lisa acelerada

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