La comida está hasta en la sopa. Como ingrediente esencial para nuestra supervivencia, aparece en toda clase de manifestaciones culturales, incluida la literatura. Pocos escritores se han resistido a utilizarla como motivo de inspiración, elemento de la trama o herramienta para impactar al lector. Lo que comemos habla de nosotros, de nuestra clase social y del ambiente en que vivimos. Por eso los escritores han utilizado la comida para caracterizar personajes y situaciones. Los ejemplos son incontables. Por citar solo tres obras maestras, recordaremos que el Lazarillo de Tormes se nos habría grabado menos en la memoria sin su vino y sus uvas, Leopold Bloom no sería el mismo sin la casquería que le hizo comer James Joyce en Ulises, y a Moby Dickle faltaría un capítulo si Herman Melville no lo hubiera empleado en conseguir que oliéramos las sopas de almejas de Massachusetts.
Por el Día del Libro servimos un homenaje a la gastronomía con cinco recetas que reinterpretan platos aparecidos en clásicos. Un menú con los duelos y quebrantos que Cervantes mencionó en El Quijote; una legumbre del Madrid de Fortunata y Jacinta, de Benito Pérez Galdós; unos picantones inspirados en las aves rellenas de Las mil y una noches, y un postre que no podía ser otro que la bollería más famosa de la historia de la novela: la magdalena de Proust, capaz de desencadenar la catarata de recuerdos que inunda En busca del tiempo perdido. Y para beber, tuneamos el whisky con soda de Holden Caulfield en El guardián entre el centeno.
Consulta el menú para el Día del Libro en el Diario "El País" .España
Para muestra un botón:
Magdalenas para la memoria
El referente gastronómico más representativo de la obra "En busca del tiempo perdido"
de Marcel Proust-
“Abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios una cucharada de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior”. En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.
Ingredientes para 1 kilo aproximadamente: 4 huevos, 250 gramos de azúcar, 250 gramos de mantequilla, 250 gramos de harina, ½ limón.
Derretir la mantequilla y enfriar. Precalentar el horno a 190 grados. Separar las yemas de las claras. Batir las yemas con el azúcar hasta que la mezcla se ponga de color amarillo pálido y esté espesa. Añadir la mantequilla, el zumo de medio limón y la harina tamizada (se puede hacer con un colador). Batir las claras a punto de nieve e incorporarlas a la masa con una espátula o cuchara de madera. El secreto es hacer movimientos semicirculares envolventes. Echar una cucharada colmada en cada molde (si son grandes, dos). Cocer en el horno durante unos 20-25 minutos.
- Foto:Vicens Giménez
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