Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP

Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP
Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP del cual fue su Coordinador al inicio. GASTRONOMIA (del griego γαστρονομία)es el estudio de la relación del hombre con su alimentación y su medio ambiente o entorno.Gastrónomo es la persona que se ocupa de esta ciencia. A menudo se piensa erróneamente que el término gastronomía únicamente tiene relación con el arte culinario y la cubertería en torno a una mesa. Sin embargo ésta es una pequeña parte del campo de estudio de dicha disciplina: no siempre se puede afirmar que un cocinero es un gastrónomo. La gastronomía estudia varios componentes culturales tomando como eje central la comida.Para mucha gente, el aprender a cocinar implica no solo encontrar una distracción o un pasatiempo cualquiera; pues cocinar (en un término amplio) es más que solo técnicas y procedimientos... es un arte, que eleva a la persona que lo practica y que lo disfruta. Eso es para mi la cocina, con mis obvias limitaciones para preparar diversos platillos, es una actividad que disfruto en todos sus pasos, desde elegir un vegetal perfecto, pasando por el momento en que especiamos la comida, hasta el momento en que me siento con los que amo a disfrutar del resultado, que no es otro más que ese mismo, disfrutar esta deliciosa actividad o con mis alumnos a transmitirles conocimientos que les permitirán ser ellos creadores de sus propios platos gracias a sus saberes llevados a sabores

sábado, 26 de agosto de 2017

Bebiendo palabras (I y II) MIRO POPIC



Misión Gula de Miro Popi? Bebiendo palabras (I)TAL CUAL 21-08-17

Caña, palo, rasca y ratón. Estos son los puntos cardinales que marcan el rumbo de lo que se bebe regularmente en el país. Palabras de uso frecuente a las que todos, o casi todos, recurrimos a diario y cuyo origen generalmente desconocemos, lo que no nos impide su uso regular en el hablar cotidiano pese a lo alejado que pudieran estar, en nuestro caso, del rigor académico del castellano y del habla culta. Lo popular no quita lo significante, lo fortalece. Cada pueblo tiene su propio lenguaje para expresar el acontecimiento etílico y es el que más acepciones acumula a la hora de nombrarlo. Las lenguas se aprenden o se olvidan, pero no así la capacidad de expresar ideas y emociones en busca del entendimiento que nos hace humanos.
Si bien lo hispano y lo indígena tuvo sus propios referentes en materia de bebidas alcohólicas, es el aguardiente de caña de azúcar surgido durante la propia formación del país el que marca la categoría, con una fortaleza tan poderosa que su nombre entre nosotros se ha convertido en sinónimo de bebida alcohólica, aunque el Diccionario de la Lengua Española no lo reconoce así. Comenzó a gestarse en la época colonial pero no fue sino en el período republicano cuando se impuso como nombre genérico de todo licor. Fue su consumo lo que determinó el vocablo, tal como lo registró Gonzalo Picón-Febres, en su Libro raro, de 1912, donde afirma que “una caña es un trago de cualquier licor”. Aguardiente puro, sin ninguna clase de ingredientes. Es nuestro vínculo con un pasado histórico aferrado a un territorio cultural que se expresa en el lenguaje.
Para Alexis Márquez Rodríguez, en Muestrario de voces y frases expresivas, caña es una “forma genérica de designar las bebidas alcohólicas, también se usa en forma metonímica, como nombre elíptico del aguardiente de caña, licor que se destila de la caña de azúcar, distinto del ron, que tiene el mismo origen”. Con su académica explicación no hace más que reafirmar la imposición del hablar popular surgida del consumo reiterado de una bebida alcohólica que se nombra a sí misma por su propio origen. Al ser aceptada como tal, surgen otras derivaciones como, por ejemplo, cañandonga, que para María Josefina Tejera, en Diccionario de venezolanismos, es una “ampliación humorística del vocablo caña, en su uso como designación genérica de las bebidas alcohólicas”. De igual opinión es Mario Briceño-Iragorry, quien afirma que “esta voz deriva y se refiere al aguardiente de caña de azúcar, pero en el uso corriente se refiere a todas las bebidas alcohólicas”. En un artículo de El Nacional, del 20/07/1974, Matías Carrasco (seudónimo de Aníbal Nazoa), titulado Viva el Gobierno, escribe: “Cañandonga vaya y venga, sin que nadie la detenga. Ella es el único artículo de primera necesidad que ni baja ni sube, aunque tampoco está congelado sino on the rocks”. Por extensión surge también cañero como aficionado a la caña y a todo tipo de bebidas alcohólicas que, como dice Márquez Rodríguez, se aplica “a una persona que está frecuentemente en estado de ebriedad”. Seguramente por rajar caña, como coloquialmente se dice de quien consume bebidas alcohólicas en exceso. Otros, más elegantes, prefieren decir jalar caña. 


Misión Gula de Miro Popi? Bebiendo palabras (II)TAL CUAL 21-08-17

Uno de los diecinueve significados que los académicos dan a la palabra caña tiene que ver con un vaso de forma cilíndrica o ligeramente cónica, alto y estrecho, usado en Andalucía para tomar vino cerveza. ¿Será ese el origen de la caña como la entendemos hoy? No luce probable. Más bien obedece a la presencia dominante de la caña de azúcar en el paisaje venezolano y su consecuente destilación hasta ser transformado en alcohol. En muchos países de Sudamérica caña también se asocia a licor, pero no de forma generalizada, sino a una sola preparación nacida de la caña de azúcar a la que siempre se le agrega un componente territorial para evitar confusiones, como caña uruguaya, paraguaya, boliviana, argentina. En Chile, en cambio, andar con la caña mala significa resaca, pero no se usa caña como genérico de trago salvo cuando se trata de un vaso alargado de cerveza de sifón.
Don Ángel Rosenblat, dentro de las muchas expresiones que reúne sobre el tema en su valiosa obra Buenas y malas palabras, menciona “ese muele caña en bruto”, haciendo alusión a una persona que bebe demasiado”, “Le gusta arrear la caña”, “¿Usted no raja caña?”, “Raja la caña en bruto”, “Es amigo de la cañandonga”, “Al primer cañazo se rascó”, todas expresiones sacadas de relatos periodísticos o de la literatura nacional.
El legado filológico del alcohol en Venezuela es enorme. Cada país tiene los suyos, pero no tantos como los que circulan entre nosotros. Imposible no citar a don Tulio Febres Cordero quien el 11 de septiembre de 1890 publicó en El Lápiz un escrito El licor y sus efectos, con este listado relativo al que está pasado de tragos: Achispado. Aguardientoso. Alcoholizado. Alegre. Alegrón. Alumbrado. Aporreado. Atarantado. Atilampado. Bebido. Beodo. Borracho. Cargado. Chispeante. Chispo. Chungo. Chupado. Descompuesto. Ebrio. Emborrachado. Embriagado. Emparrandado. Empiscado. Encandilado. Enfiestado. Ensabanado. Entitiritado. Golpeado. Iluminado. Impersonal. Imposible. Inspirado. Jalado. Jecho. Jumo. Lingüeteado. Loteado. Moneado. Mono. Paloteado. Pelado. Perdido. Pinto. Pintón. Pisco. Quemado. Rascado. Rascómetro. Templado. Tomado. Toteado. Tragueado. Trancado. Tranquilo. Trastornado. Triqueado. Trinquiliforte. Tristón. Turno. Turbio. Turco. Tureco. Tureque. Tuturuto.
Cien años después el tema fue revisado y ampliado con rigurosidad académica por el catedrático Édgar Colmenares del Valle en su documentada obra Designaciones de borracho en el habla venezolana, aparecida en 1989, lo más completo que se ha publicado en el país sobre el tema desde el punto de vista lexicográfico. Esta es una lista sin fin que cada quien puede actualizar a su antojo y libre conocimiento. Está en constante evolución pero permanece fiel a los clásicos que perduran por generaciones. Y los nuevos que surgirán cada vez que uno se echa unos palos. ¿Palos?

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