Misión Gula de Miro Popi? Bebiendo palabras (I)TAL CUAL 21-08-17
Si bien lo hispano y lo indígena tuvo sus propios referentes en materia de bebidas alcohólicas, es el aguardiente de caña de azúcar surgido durante la propia formación del país el que marca la categoría, con una fortaleza tan poderosa que su nombre entre nosotros se ha convertido en sinónimo de bebida alcohólica, aunque el Diccionario de la Lengua Española no lo reconoce así. Comenzó a gestarse en la época colonial pero no fue sino en el período republicano cuando se impuso como nombre genérico de todo licor. Fue su consumo lo que determinó el vocablo, tal como lo registró Gonzalo Picón-Febres, en su Libro raro, de 1912, donde afirma que “una caña es un trago de cualquier licor”. Aguardiente puro, sin ninguna clase de ingredientes. Es nuestro vínculo con un pasado histórico aferrado a un territorio cultural que se expresa en el lenguaje.
Para Alexis Márquez Rodríguez, en Muestrario de voces y frases expresivas, caña es una “forma genérica de designar las bebidas alcohólicas, también se usa en forma metonímica, como nombre elíptico del aguardiente de caña, licor que se destila de la caña de azúcar, distinto del ron, que tiene el mismo origen”. Con su académica explicación no hace más que reafirmar la imposición del hablar popular surgida del consumo reiterado de una bebida alcohólica que se nombra a sí misma por su propio origen. Al ser aceptada como tal, surgen otras derivaciones como, por ejemplo, cañandonga, que para María Josefina Tejera, en Diccionario de venezolanismos, es una “ampliación humorística del vocablo caña, en su uso como designación genérica de las bebidas alcohólicas”. De igual opinión es Mario Briceño-Iragorry, quien afirma que “esta voz deriva y se refiere al aguardiente de caña de azúcar, pero en el uso corriente se refiere a todas las bebidas alcohólicas”. En un artículo de El Nacional, del 20/07/1974, Matías Carrasco (seudónimo de Aníbal Nazoa), titulado Viva el Gobierno, escribe: “Cañandonga vaya y venga, sin que nadie la detenga. Ella es el único artículo de primera necesidad que ni baja ni sube, aunque tampoco está congelado sino on the rocks”. Por extensión surge también cañero como aficionado a la caña y a todo tipo de bebidas alcohólicas que, como dice Márquez Rodríguez, se aplica “a una persona que está frecuentemente en estado de ebriedad”. Seguramente por rajar caña, como coloquialmente se dice de quien consume bebidas alcohólicas en exceso. Otros, más elegantes, prefieren decir jalar caña.
Misión Gula de Miro Popi? Bebiendo palabras (II)TAL CUAL 21-08-17
Don Ángel Rosenblat, dentro de las muchas expresiones que reúne sobre el tema en su valiosa obra Buenas y malas palabras, menciona “ese muele caña en bruto”, haciendo alusión a una persona que bebe demasiado”, “Le gusta arrear la caña”, “¿Usted no raja caña?”, “Raja la caña en bruto”, “Es amigo de la cañandonga”, “Al primer cañazo se rascó”, todas expresiones sacadas de relatos periodísticos o de la literatura nacional.
El legado filológico del alcohol en Venezuela es enorme. Cada país tiene los suyos, pero no tantos como los que circulan entre nosotros. Imposible no citar a don Tulio Febres Cordero quien el 11 de septiembre de 1890 publicó en El Lápiz un escrito El licor y sus efectos, con este listado relativo al que está pasado de tragos: Achispado. Aguardientoso. Alcoholizado. Alegre. Alegrón. Alumbrado. Aporreado. Atarantado. Atilampado. Bebido. Beodo. Borracho. Cargado. Chispeante. Chispo. Chungo. Chupado. Descompuesto. Ebrio. Emborrachado. Embriagado. Emparrandado. Empiscado. Encandilado. Enfiestado. Ensabanado. Entitiritado. Golpeado. Iluminado. Impersonal. Imposible. Inspirado. Jalado. Jecho. Jumo. Lingüeteado. Loteado. Moneado. Mono. Paloteado. Pelado. Perdido. Pinto. Pintón. Pisco. Quemado. Rascado. Rascómetro. Templado. Tomado. Toteado. Tragueado. Trancado. Tranquilo. Trastornado. Triqueado. Trinquiliforte. Tristón. Turno. Turbio. Turco. Tureco. Tureque. Tuturuto.
Cien años después el tema fue revisado y ampliado con rigurosidad académica por el catedrático Édgar Colmenares del Valle en su documentada obra Designaciones de borracho en el habla venezolana, aparecida en 1989, lo más completo que se ha publicado en el país sobre el tema desde el punto de vista lexicográfico. Esta es una lista sin fin que cada quien puede actualizar a su antojo y libre conocimiento. Está en constante evolución pero permanece fiel a los clásicos que perduran por generaciones. Y los nuevos que surgirán cada vez que uno se echa unos palos. ¿Palos?
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