- VANESSA ROLFINI A.
- El Universal 13 de febrero 2017
Incontables letras e imágenes han registrado la diáspora venezolana que viaja con su arepa bajo el brazo. Extraoficialmente, se hablan de casi cuatro millones de compatriotas esparcidos por el mundo. Así que no es de extrañarse que ahora se pueda comer criollo en lugares antes inimaginados y que la arepa se cuele en preferencias y nuevos gustos. Pero resulta que ahora también se posiciona en otros fogon.
En días recientes unas amigas venezolanas me invitaron a cenar y mi sorpresa vino, cuando las arepas las había preparado su casero peruano a quien le encantan. Pero revisando las redes sociales, cada vez son más los “no venezolanos” que se animan a prepararlas, rellenan a su manera, en algunos casos intentan imitar recetas más venezolanas o simplemente ejecutan libres interpretaciones. Mi amiga Narsa Silva, radicada en Italia, asiste a un voluntariado donde ha hecho amigos de todas partes del mundo entre esas una marroquí llamada Amina, con quien intercambia recetas constantemente. En días recientes Amina le envió el siguiente mensaje, con su respectiva foto, “a veces hago arepas en mi casa con Harina Pan, pero nunca me han quedado como a ti”.
Tal vez la verdadera “guerra de guerrillas” cultural, nuestra resistencia y contra-imagen a la nefasta revolución viene de la gastronomía. Ese espacio, en apariencia inofensivo, al que los políticos no le prestan la debida importancia, pero que se cuela como un caballo de Troya y solo espera pacientemente su momento.
No somos los primeros que experimentamos esta situación, los pueblos que han vivido crisis humanitarias como la que padecemos, viajaron por el mundo con sus ollas y recetas en el equipaje. Eso explica en gran medida, porqué la mayoría de la gente puede recitar casi de memoria el menú de un restaurante chino o italiano, sin ni siquiera comprender el significado de las palabras, pero sí con la seguridad de lo que están ordenando. Pero irónicamente, no tienen ideal real de quien es Mao Tse Tung o Mussolini.
Podemos vernos en ese espejo, porque nuestra culinaria circula por el planeta como nunca antes, se inserta en preferencias, menús diarios, mercados y ahora en los platillos de otros cocineros. Tendencia que crece sostenidamente, alimentada en principio por el desmembramiento y la nostalgia, y ahora por la curiosidad y la novedad.
Un ejemplo inspirador, puede ser Perú, donde no es azar que haya encontrado en la gastronomía un aliado para reconectarse con el orgullo nacional, sanar heridas y tender puentes. Aunque son procesos distintos han capitalizado, organizado y aliado su haber culinario a la imagen de la patria.
En nuestro caso, se ha dado de manera espontánea, que ojalá logremos canalizar y aprovechar positivamente. Los platillos venezolanos se van colando poco a poco, en algunos lugares con más éxito que en otros. Así que no se extrañen cuando vean otras culturas haciendo arepas, tal vez un poco choretas y distintas a las que guardamos en la memoria, pero arepas al fin. Es un trocito de la Venezuela que expresa lo mejor de sí, privada y sabrosamente.
@rutasgolosas
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