Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP

Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP
Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP del cual fue su Coordinador al inicio. GASTRONOMIA (del griego γαστρονομία)es el estudio de la relación del hombre con su alimentación y su medio ambiente o entorno.Gastrónomo es la persona que se ocupa de esta ciencia. A menudo se piensa erróneamente que el término gastronomía únicamente tiene relación con el arte culinario y la cubertería en torno a una mesa. Sin embargo ésta es una pequeña parte del campo de estudio de dicha disciplina: no siempre se puede afirmar que un cocinero es un gastrónomo. La gastronomía estudia varios componentes culturales tomando como eje central la comida.Para mucha gente, el aprender a cocinar implica no solo encontrar una distracción o un pasatiempo cualquiera; pues cocinar (en un término amplio) es más que solo técnicas y procedimientos... es un arte, que eleva a la persona que lo practica y que lo disfruta. Eso es para mi la cocina, con mis obvias limitaciones para preparar diversos platillos, es una actividad que disfruto en todos sus pasos, desde elegir un vegetal perfecto, pasando por el momento en que especiamos la comida, hasta el momento en que me siento con los que amo a disfrutar del resultado, que no es otro más que ese mismo, disfrutar esta deliciosa actividad o con mis alumnos a transmitirles conocimientos que les permitirán ser ellos creadores de sus propios platos gracias a sus saberes llevados a sabores

domingo, 27 de octubre de 2013

El humor es un modo peculiar y singular de inteligencia y de sensibilidad.El problema no es sólo la falta de humor, sino su ausencia y sustitución por sucedáneos de dudoso gusto.Pasa también en los alimentos, el cartón de huevos, las mermeladas, los restaurantes, la cocina presumida, el vino, el whisky, el champagne, el ron...

Humor y etiqueta militante

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El humor es un modo peculiar y singular de inteligencia y de sensibilidad. Así lo enseñaba en su cátedra de Filosofía el profesor Gabilondo, quien además acotaba: Es suficiente carecer de sensibilidad… para que la inteligencia se desvanezca.
Bataille, un pensador francés de principios del siglo pasado que se educó en Champagne, fue bibliotecario en París y bebía vino con moderación, sostenía que la carencia de humor era un mal terrible.
El problema –explicaba– no es sólo la falta de humor, sino su ausencia y sustitución por sucedáneos de dudoso gusto. La ampulosidad, por ejemplo. No saber reírse de uno mismo, como lo proponía Aristóteles, es no saber “empequeñecer los méritos propios, para poner límite a la jactancia”.
Pasa donde usted ya sabe, y también en los alimentos, el cartón de huevos, las mermeladas, los restaurantes, la cocina presumida, el vino, el whisky, el champagne, el ron.

I
Por ejemplo, cree uno y un montón de escritores más en muchos países que etiquetar las cosas como orgánicas, biodinámicas, da prestigio en auge.  No quiere decir que es malo pero se lo ofrece como mejor. Lo mejor. Por supuesto, más caro.
Vende esa nueva tendencia más allá del producto y la botella. Intenta convertir al consumidor en un militante moral, evangelizador. Que pagará por la etiqueta psicológica sin poder distinguir las diferencias.
Lo ilustró Alice Feiring, periodista sobre vinos, después de una visita a la nueva catedral del vino del siglo XXI, la Universidad de Davis, en California. Así fue el diálogo con un conocedor de la vieja escuela:
“¿Son mejores los vinos biodinámicos? Por favor demuéstremelo. Deme un panel de veinte personas y que ellas vean las diferencias. Ponga en fila cien vinos que usted sepa que son orgánicos o biodinámicos. Ponga otros cien que no lo sean. Cata a ciegas. Deme un panel de veinte catadores y dígame si son capaces de notar la diferencia. Demuéstrelo, no me lo diga. Pruébelo”.

II
La gigantesca mayoría silenciosa que debe comer fuera de casa vuelve ahora a pensar en los sitios que hace cinco años no estaban en la agenda. La lista, finita pero larga, existe. También pasa con las botellas. Pregunte a los amigos. Hable con los veteranos del negocio. Déjese llevar por un principio olvidado durante quince años: la etiqueta no se come. Lujo es una categoría que en la gastronomía sensata, no existe.

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