Humor y etiqueta militante
El Nacional 3 DE OCTUBRE 2013 -
El humor es un modo peculiar y singular de inteligencia y de sensibilidad. Así lo enseñaba en su cátedra de Filosofía el profesor Gabilondo, quien además acotaba: Es suficiente carecer de sensibilidad… para que la inteligencia se desvanezca.
Bataille, un pensador francés de principios del siglo pasado que se educó en Champagne, fue bibliotecario en París y bebía vino con moderación, sostenía que la carencia de humor era un mal terrible.
El problema –explicaba– no es sólo la falta de humor, sino su ausencia y sustitución por sucedáneos de dudoso gusto. La ampulosidad, por ejemplo. No saber reírse de uno mismo, como lo proponía Aristóteles, es no saber “empequeñecer los méritos propios, para poner límite a la jactancia”.
Pasa donde usted ya sabe, y también en los alimentos, el cartón de huevos, las mermeladas, los restaurantes, la cocina presumida, el vino, el whisky, el champagne, el ron.
I
Por ejemplo, cree uno y un montón de escritores más en muchos países que etiquetar las cosas como orgánicas, biodinámicas, da prestigio en auge. No quiere decir que es malo pero se lo ofrece como mejor. Lo mejor. Por supuesto, más caro.
Vende esa nueva tendencia más allá del producto y la botella. Intenta convertir al consumidor en un militante moral, evangelizador. Que pagará por la etiqueta psicológica sin poder distinguir las diferencias.
Lo ilustró Alice Feiring, periodista sobre vinos, después de una visita a la nueva catedral del vino del siglo XXI, la Universidad de Davis, en California. Así fue el diálogo con un conocedor de la vieja escuela:
“¿Son mejores los vinos biodinámicos? Por favor demuéstremelo. Deme un panel de veinte personas y que ellas vean las diferencias. Ponga en fila cien vinos que usted sepa que son orgánicos o biodinámicos. Ponga otros cien que no lo sean. Cata a ciegas. Deme un panel de veinte catadores y dígame si son capaces de notar la diferencia. Demuéstrelo, no me lo diga. Pruébelo”.
II
La gigantesca mayoría silenciosa que debe comer fuera de casa vuelve ahora a pensar en los sitios que hace cinco años no estaban en la agenda. La lista, finita pero larga, existe. También pasa con las botellas. Pregunte a los amigos. Hable con los veteranos del negocio. Déjese llevar por un principio olvidado durante quince años: la etiqueta no se come. Lujo es una categoría que en la gastronomía sensata, no existe.
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