El Universal 8 de diciembre de 2016
- MAYTE NAVARRO
El hotel Tamanaco Intercontinental invitó a un desayuno y conversatorio sobre el cacao, además de presentar el almanaque 2017, dedicado a ese fruto que representa la riqueza nacional. Cacao de Venezuela. Sabor aroma y tradición es el título de este calendario, que busca sumarse a la labor de aquellos que se han trazado como meta el resguardo de las tradiciones, al mismo tiempo que proyectan a Venezuela como el país con la mayor diversidad genética de cacao en el mundo.
En el conversatorio participaron Jorge Redmond Schlageter, presidente de Chocolate El Rey; María Fernanda Di Giacobbe, asesora general del calendario e impulsadora del cacao y el chocolate venezolano, Maribel Espinoza, encargada de la producción editorial del calendario; y Jonathan Reverón. Todos ellos se sumergieron en el tema del cacao desde diversos tópicos: el desarrollo agrícola, empresarial y económico de un producto que fue fama para Venezuela durante la colonia. Se habló de los problemas, posibles alianzas que deben establecerse para alcanzar un lugar de honor en el mercado internacional y las bondades de nuestro cacao. También se planteó la necesidad de crear conciencia en el consumidor para que aprecie no sólo el producto sino el trabajo que hace realidad un buen chocolate.El calendario lo presenta un texto que hace referencia a esta gracia tropical que no sólo es ilusión infantil y depara placeres gustativos sino que es patrimonio nacional. Cada mes se identifica con una fotografía y muestra como las manos femeninas tienen influencia especial en la cosecha. Se festejó diciembre con el plato navideño y se deleitó el paladar con una taza de chocolate.
Las convicciones de María Fernanda
Por Rosanna Di Turi (@Rosannadituri)
Fotografía Javier Volcán (@jdvolcan)
El año en que María Fernanda Di Giacobbe decidió apostar por el cacao venía de hacerle frente a una cascada de reveses. La cocinera venezolana, con el ímpetu inagotable por el trabajo que heredó de su familia, tenía en 2003 diez restaurantes levantados a pulso. Entre ellos estaba el pionero, la emblemática Paninoteka que abrió hace 30 años cerca del edificio de Pdvsa, en La Campiña. “De un día para otro tuve que cerrar nueve. De algunos me botaron, como del Café La Estancia. Solo quedó Soma”, recuerda. Varios estaban situados en áreas gubernamentales y no le permitieron seguir. La calle donde estaba La Paninoteka cerró. Otros no aguantaron los embates del paro. “Estaba como varios cocineros en ese momento: viendo cómo afrontar la quiebra”.
Di Giacobbe no abandonó la sonrisa. Solo pensaba en qué empresa iniciar desde las cocinas con una convicción: “Quería un concepto venezolano”. La epifanía le llegó frente a una fotografía del pueblo de Chuao que estaba colgada en una bombonería española.
Allí vio la luz para comenzar un nuevo camino de chocolate, donde ha sabido hablar en plural, trabajar sin descanso por reivindicar el cacao venezolano y convertirlo en herramienta para que productores y emprendedores salgan adelante. “En ese momento decidimos encerrar en bombones los sabores de postres criollos que aprendí en mi casa con mi mamá y mis tías. Y fue un concepto muy poderoso”.
Esa fue la génesis de Kakao Bombones. Doce años después, esa siembra está dando frutos que se seguirán multiplicando. En 2013 estrenó Cacao de Origen en la Hacienda La Trinidad, una tienda y laboratorio donde los chocolates se logran desde los granos de productores que apuestan por los necesarios esmeros poscosecha. Cada tableta cuenta desde quién es el productor hasta cuál es el origen del cacao que allí se expresa. “Creamos un lugar de encuentro para productores, chocolateros y emprendedoras donde la marca es Venezuela y la vocación, educar”.
Allí empezó a tejer una red que sabe a entusiasmo de chocolate, dentro y fuera de Venezuela. Y se comenzaron a multiplicar los proyectos con buen propósito. Este año estrenará otra escuela laboratorio Cacao de Origen en Río Caribe de Paria en alianza con la posada Caribana. En Mérida y con distintos socios planifica otra en las cercanías del cacao del Sur del Lago. Y en lo que será el futuro Trasnocho de La Castellana planea otro laboratorio en años venideros.
Mientras viaja incansable en este camino, que un día la lleva a Japón y otro a Ciudad Guayana, recibió en julio la noticia que fue un gustoso espaldarazo mundial a su cruzada. Fue elegida como la chef de ideas transformadoras en la primera edición del Basque World Culinary Prize, un premio al que fue nominada entre un centenar de renombrados cocineros del planeta que propician mejoras en su comunidad.
El premio de 100.000 euros otorgado por el Basque Culinary Center servirá para concretar un sueño. “Este reconocimiento es una responsabilidad muy grande. Servirá para crear en Caracas una escuela de emprendedores del chocolate, en la que se aprenda a hacer tabletas y bombones desde el grano. Tendrá su siembra de cacao, sus cajas de fermentación y patio de secado. Que más gente conozca el círculo completo desde el grano al chocolate nos hará más independientes”.
Di Giacobbe cocina una convicción que encarna en hechos. “Hoy pienso que en este país parte de la solución es que todos los trabajos estén ligados a lo social”.
En Kakao comenzó a recorrer un camino en el que no se ha detenido. Junto al Fondo Social Miranda empezó a visitar comunidades cacaoteras en Barlovento para enseñarles a hacer bombones. “Allí entendí cómo el cacao es parte de la herencia, familia y tradiciones de esas comunidades. Es guardián de nuestra identidad”.
En 2008 iniciaron los cursos, que luego se multiplicaron en otros lugares y gracias a nuevas alianzas, como con la Asociación Civil Trabajo y Persona. “Desde entonces se han formado 8.500 emprendedoras del chocolate”, afirma. Una red que seguirá creciendo con su silenciosa fuerza telúrica.
Se dice que quien entra en el mundo del cacao, felizmente no sale de él. Que es un enamoramiento perdurable y exigente. Di Giacobbe lo puede constatar. “A mí me ha permitido compartir lo que llevo dentro. Mi cocina, mi vocación de servicio, la infinita fe de que sí podemos construir país”.
Han transcurrido, cuenta ella, 30 años desde que inició su primer emprendimiento con La Paninoteka. Y desde entonces amasa otra convicción. “Hemos creado modelos de negocios que son orgánicos y replicables. Muy venezolanos y femeninos, que no se rigen por páginas de Excel. Que no buscan el enriquecimiento de uno sino la prosperidad de todos. Donde se construye no por horarios, sino por metas. Nacen de una necesidad económica y de cómo convertir el trabajo en dinero que permita lograr cosas maravillosas. Es el modelo de que juntos es posible”, dice siempre en plural.
Ella, que acaba de superar una enfermedad que no la detuvo, florece siempre en una apuesta que incluye, suma y multiplica para todos. “Creo que el cacao es el país que podemos ser. Nos puede unir en una plataforma de empresas familiares, comunitarias y nacionales que logren bienestar para muchos”.
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