A lo mejor el nombre no suena con mucha frecuencia, pero el Valle de Guadalupe es el punto exacto para unas vacaciones dedicadas a exaltar experiencias gastronómicas y vitivinícolas en México. Este nuevo hot spot para el paladar de los viajeros (o los foodies) queda en Baja California, concretamente en el municipio de Ensenada.
El Valle, como se le conoce entre los lugareños, es un mundo aparte que reúne los más impresionantes paisajes de la región con sabores y texturas que satisfacen hasta el paladar más exigente. Se trata de un oasis que se caracteriza por contar con las mejores condiciones climáticas y que se ha convertido en un destino internacional por la calidad de sus vinos.
No es para menos. En este valle nace aproximadamente 90% del vino que se hace en México, erigiéndose así como la principal zona productora del país. Es tanta la importancia de esta industria, que los vinos bajacalifornianos han ganado más de 400 premios internacionales desde 1986, y han dejado atrás a regiones vinícolas de Francia e Italia.
Por si fuera poco, la Ruta del Vino, de la que forma parte el Valle de Guadalupe, está considerada entre los recorridos turísticos más importantes de México.
Caldos y cocina fusión
Las raíces del éxito internacional del Valle de Guadalupe pueden rastrearse hasta los inmigrantes rusos que arribaron a este lugar en 1904. Ellos fueron los responsables de plantar los primeros viñedos y de comenzar la transformación de un sitio con condiciones climáticas muy similares a las del suroeste francés.
Pero el caldo de la uva no es la única razón para visitar esta población. El Valle de Guadalupe es un destino fundamental para todos los que se dicen amantes de la gastronomía. Visitar los viñedos de las diferentes casas productoras o salir a pasear a caballo y adentrarse en los secretos de la cocina fusión, mientras se disfruta de una botella recién salida de la cava, es una atractiva opción.
Alojamiento en los viñedos
Si su motivación de conocer el oasis vinícola es la aventura, una de las mejores opciones es hospedarse entre viñedos: desde acampar rodeado de montañas y campos de uva en una casa de campaña totalmente equipada, hasta disfrutar de un alojamiento con todo lujo en los diferentes hoteles boutique de la región. Solucionado el asunto del hospedaje, lo siguiente es degustar las distintas variedades de la región.
Una alternativa es acudir a Adobe Guadalupe, una de las 65 fincas vinícolas que integran la ruta. Es una firma relativamente nueva que se ha posicionado entre las más reconocidas del valle por sus dos líneas de vinos: arcángeles y jardines.
Con casi 20 años de experiencia, sus viñedos se plantaron en 1998, y su primera cosecha se realizó 2 años después. Las creaciones de Adobe Guadalupe nacen de las 24,3 hectáreas de viñedos, donde se cultivan variedades como Cabernet Sauvignon, Merlot, Nebbiolo, Tempranillo, Shiraz y un poco de uva Viognier. Y sus precios van desde botellas al alcance de cualquier bolsillo hasta su cosecha reserva, ideal para todos los conocedores.
A la visita hay que agregar una parada en el Museo de la Vid y el Vino. Inaugurado en 2012, este recinto es único en su tipo en México y es el complemento ideal a la famosa Ruta del Vino. El lugar cuenta con más de 10.000 metros cuadrados, divididos en 4 áreas donde encontrará todo lo que necesita saber sobre el arte del vino, desde la historia de su industria hasta los elementos que le dan identidad.
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