TAL CUAL 06-02-17
En el año 2014, según la F.A.O., se produjeron 170 mil millones de kilos de tomate en el mundo. Es la segunda hortaliza más consumida, precedida por la papa, y aunque al principio el Viejo Mundo lo rechazó porque les parecía una planta venenosa, semejante a la mandrágora, como escribió en 1554 el botánico holandés Rembert Dodoens, logró superar prejuicios imponiéndose por su propia condición de tomate, con un sabor único que lo caracteriza. Bajo en azúcar siendo una fruta, el tomate es rico en ácido glutamático y en compuestos sulfurosos aromáticos, lo que lo acerca a las carnes y contribuye a dar esa sensación de profundidad y complejidad que se siente en las preparaciones y salsas donde participa, generalmente de acompañante, como, por ejemplo, el sofrito venezolano y otras cocciones de olla.
Lamentablemente los tomates ya no son los de antes. Mientras más redondos y perfectos, peor. No saben a nada. Los científicos han identificado los genomas de 398 variedades, entre modernas, tradicionales y silvestres, y gracias a sus investigaciones es posible que se logre recuperar el auténtico sabor del tomate. La calidad depende de la variedad cultivada, de las condiciones en que se produce, de la luz solar que recibe, el calor, la humedad y el grado de madurez cuando se consume. En su eterno peregrinar por el mundo, la semilla del tomate ha sido la más intervenida genéticamente, después del maíz, por lo que no hay una especie igual a otra. Todos buscan los tomates más grandes y perfectos. Ignoran que mientras más pequeños, mayor cantidad de azúcar gracias a la transformación de la energía del sol mediante la fotosíntesis.
Antes de que surjan las protestas por la modificación genética de las plantas, hay que aclarar que se trata de una nueva técnica, conocida como CRISPR, que permite modificar el genoma con eficacia y facilidad para obtener mutaciones similares a las que registra la naturaleza por azar en variedades silvestres. Ya se ha avanzado mucho en esta materia y si los agricultores se ocupan más del sabor que de la cantidad y el tamaño, seguro obtendremos mejores tomates.
Lástima que nosotros estemos cada vez más lejos de los tomates. Porque, ¿quién puede pagar 4 mil bolívares por un kilo? Solo los rojo rojitos.
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