“Piensas, sueñas y actúas según lo que comes y bebes”,
decía Filippo Tommaso Marinetti, poeta, fascista y fundador del futurismo
italiano. Y también enemigo enemigo número 1 de la pasta porque “da
pesadez y convierte a la gente en brutos, les induce a pensar que es nutritiva,
les hace escépticos, lentos y pesimistas”.
Así lo escribió Marinetti en La cocina
futurista, libro que se publicó bajo el pseudónimo de Fillià en 1932 y
al que se sumaron doctores y periodistas para blasfemar contra la pasta, “esa
religión gastronómica italiana tan absurda”.
“Se te hincha la barriga a expensas del cerebro… Intenta
empezar un debate después de darte un atracón de tagliatelle”, decía Marco
Ramperti. Otro periodista proclamaba a los cuatro vientos
recomendaciones dietéticas que son más populares de nuestra época que de la
suya: “La dieta de los italianos se tiene que basar en los productos de
esta tierra caliente, activa, volcánica; tres cuartos deben consistir en
nuestros maravillosos productos vegetales que son la envidia de todo el mundo,
y solo un cuarto en productos animales”.
Pero lo que de verdad les gustaba a los futuristas era la
cocina de Pellegrino Artusi, que se recogía en varios volúmeness con
el inspirador título de Ciencia de la cocina y el arte de comer bien y
proponía inventos como píldoras con nutrientes y comidas en polvo que
casaban muy bien con la idea de los de Marinetti: había que terminar con eso de
comer por placer. Y había que mezclar ingredientes exóticos y
chocantes, que no casaban para nada, según explicaba la gastrónoma Elizabeth
David.
Por esta razón, nada mejor que cocinarse un “cerdo
excitado”: salami marinado en espresso y agua de colonia, o un “plato con
sonidos y olores”, con un cuarto de bulbo de hinojo, una oliva, fruta
escarchada y un dispositivo hecho de papel de lija y terciopelo negro que había
que masajear entre los dedos mientras se comía. Mientras, los camareros tenían
que perfumar el aire y se reproducían fragmentos de la ópera de Wagner,
considerados ingredientes del plato que ayudarían a elevar los sabores.
Y contra la pasta, creían que tenían una receta infalible
que la sustituiría, el “plato renovado”, consistente en arroz hervido y
frito en mantequilla, encima de esferas de lechuga y rociado con grappa,
servido sobre una cama de tomates frescos y patatas hervidas. Pas mal.
Nada de esto hizo mucha gracia a la población italiana,
que siente más pasión por la gastronomía incluso que por el fútbol. Las
amas de casa de la región del Aquila protestaron con una oda a la pasta. El
alcalde de Nápoles, duque de Bovino, dijo que “Los ángeles del Cielo no
comen nada más que fideos vermicelli al pomodoro”. La disputa hasta
cruzó el charco llegó a San Francisco, donde dos restaurantes vecinos se
pelearon por las palabras del futurista.
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