Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP

Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP
Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP del cual fue su Coordinador al inicio. GASTRONOMIA (del griego γαστρονομία)es el estudio de la relación del hombre con su alimentación y su medio ambiente o entorno.Gastrónomo es la persona que se ocupa de esta ciencia. A menudo se piensa erróneamente que el término gastronomía únicamente tiene relación con el arte culinario y la cubertería en torno a una mesa. Sin embargo ésta es una pequeña parte del campo de estudio de dicha disciplina: no siempre se puede afirmar que un cocinero es un gastrónomo. La gastronomía estudia varios componentes culturales tomando como eje central la comida.Para mucha gente, el aprender a cocinar implica no solo encontrar una distracción o un pasatiempo cualquiera; pues cocinar (en un término amplio) es más que solo técnicas y procedimientos... es un arte, que eleva a la persona que lo practica y que lo disfruta. Eso es para mi la cocina, con mis obvias limitaciones para preparar diversos platillos, es una actividad que disfruto en todos sus pasos, desde elegir un vegetal perfecto, pasando por el momento en que especiamos la comida, hasta el momento en que me siento con los que amo a disfrutar del resultado, que no es otro más que ese mismo, disfrutar esta deliciosa actividad o con mis alumnos a transmitirles conocimientos que les permitirán ser ellos creadores de sus propios platos gracias a sus saberes llevados a sabores

sábado, 8 de abril de 2017

Misión Gula de Miro Popic Por un puñado de ron

Misión Gula de Miro Popic
Por un puñado de ron
TAL CUAL 03-04-17



De repente, el ron parece haberse puesto de moda. Todo el mundo, al menos el tuitero, se ha ocupado de él. Bueno es aclarar entonces algunas cosas.
La aventura del ron en Venezuela ha sido una constante lucha contra la adversidad y la arbitrariedad. Una batalla prolongada, desigual y contradictoria, representativa del espíritu mismo que dio origen a nuestra nacionalidad. Sin tradición ni arraigo pese a su larga de historia, alejado de un estatus social que dignifique su consumo, carente de referentes de identidad y continuidad pese a su fuerte vinculación con el territorio, sigue adelante sustentado solo en la tenacidad y tozudez de unos pocos emprendedores. Reconocido y premiado en todo el mundo, menospreciado localmente, nuestro ron parece encarnar como pocos la sentencia bíblica de que nadie es profeta en su propia tierra.
El peregrinar oficial de la caña en el territorio comienza con la fundación de El Tocuyo, en 1545, desde donde se extendió su cultivo hasta los extremos del país. Fue un trabajo lento y dificultoso, plagado de inconvenientes, donde el primero y principal fue la falta de mano de obra para el cultivo y extracción de la caña, carencia que tuvo que ser suplantada con mano de obra esclava, lo que cambió no solo la geografía física del paisaje intervenido, sino la geografía humana, que oscureció el color de la piel de sus habitantes y nos onduló el pelo.
La historia oficial de la caña en Venezuela, de la cual se han ocupado profesionales serios, como José Ángel Rodríguez, la ubican como primer documento en 1578, en una relación geográfica titulada Descripción de la ciudad del Tocuyo, donde se deja constancia de la existencia de algún azúcar entre las explotaciones agropecuarias de la zona, donde además se alaba las condiciones de clima y suelo para su explotación, cosa que efectivamente se comprobaría in situ con el éxito de su cultivo en los años posteriores. Para 1775, en una relación de Agustín Marón, había en la Provincia de Venezuela 348 trapiches. Otro relato, de 1741, de Miguel de Santiesteban, cuenta que en vez de monedas se utilizaban panecillos de papelón de dos libras “para establecer el precio de las cosas”.
Con la República, superados los estragos de la guerra, comenzó la producción legal del aguardiente de caña y llegó, por fin, el momento del ron que en gran medida ayudó a las tropas que acompañaron a Bolívar, aunque a él no le gustara mucho pues prefería el champán y los vinos de Burdeos, como contó uno de sus edecanes, Luis Perú de La Croix.
Tuvieron que pasar décadas para que el ron venezolano, producido en condiciones de libertad e independencia republicana, avanzara hacia el reconocimiento mundial, atravesando un camino plagado de dificultades, aciertos y desaciertos, pero con una visión clara de excelencia y calidad que, pese a los normales contratiempos históricos que afectan a toda industria, ha continuado hasta la actualidad. Lo confirman los premios y medallas que obtiene la D.O. Ron de Venezuela en cada competencia que participa. No fue fácil, pero se logró.
Curioso que los que más se quejan sean bebedores de cerveza y whisky.

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