Por ISAAC GONZÁLEZ MENDOZA | @SASAMENDOZ | ABRAHAM
TOVAR
23 DE OCTUBRE DE 2017 08:56 AM | ACTUALIZADO EL 23 DE
OCTUBRE DE 2017 08:59 AM
La posada Las García está concebida como una obra artística:
rigurosos detalles, una idea filosófica y una pasión que desde lejos parece no
tener sentido. Hospedarse ahí es trasladarse a una casa del siglo XIX colmada
de arte. Cada elemento fascinante que la caracteriza busca atrapar la
contemplación de los visitantes.
Al entrar, el turista sentirá que está llegando a la
vivienda de un noble. La fachada está pintada al estilo colonial, de un
amarillo y un blanco brillantes y la puerta de ingreso mide al menos cinco
metros.
En el interior se encontrará con grandes y pequeños cuadros
de réplicas de Picasso o artistas desconocidos. Pequeños portaretratos, con
fotos en blanco y negro de mujeres, hombres, parejas, niños y familias, adornan
las puertas verdes de las habitaciones, dentro de las que hay reproducciones de
cuadros modernistas colgados en las paredes.
En los pasillos juegan con el colonialismo cosas como un viejo
tocadiscos, hamacas, figuras como un Don Quijote de madera, lámparas, libros
sobre las mesas, una mesa de billar, macetas; en el jardín hay en un árbol una
casita para aves, una bomba de agua manual, una lámpara de aceite; no hay
espacio en el que no esté un objeto particular que le otorga un concepto
diferente a la posada, lo que la convierte en una suerte de museo de
ready–mades (arte en el que fue pionero el francés Marcel Duchamp).
Pero hay una peculiaridad que será aún más deslumbrante para
el huésped. En los cuartos no existen televisores. Y no es porque no tienen
recursos para adquirirlos: 13 libros sustituyen al protagonista de la novela de
Eduardo Liendo El mago de la cara de vidrio. El lector interesado
verá que entre los ejemplares hay diversidades de temas y autores; a saber:
Albert Einstein, Johann Goethe, J.R.R Tolkien, Nicolás Guillén, Dante
Alighieri, Luis Pastori, etc.
Y todo mezclado con jazz, barroco o música popular
venezolana.
Las particularidades visuales de la casa —cuenta la dueña,
Elizabeth Quintanales— son obra de su esposo, el director y productor de cine
Antonio Llerandi. En cambio ella, cantante de música popular y lírica, se
encarga de reproducir la música más adecuada para cada momento del día: en las
mañanas pone barroco o música venezolana, en las tardes “algo movido,
dependiendo de cómo esté el público en la piscina”, y en las noches
generalmente jazz.
“La música es un ingrediente importantísimo, aunque la gente
no le dé importancia. Pero sí lo es, en el estado de ánimo de cada quien. Por
ejemplo, puedes estar en un restaurante queriendo irte. ¿Y por qué? Porque no
aguantas la música. Sin embargo no lo sabes. Entonces, creo que cuando uno
maneja el idioma musical, puedes llegar a ese público y la gente termina por
decir: qué paz se respira aquí, qué sabroso”, dice Elizabeth.
La posada Las García, en principio, era una hacienda de
cacao. El Portete, la zona donde está ubicada, solía ser muy rica en dicha
planta y café. La información de su registro data de 1840, sin embargo, sus
orígenes se remontan al siglo XVIII. Existe incluso un documento en el que una
antigua dueña, antes de venderla, compró la libertad de sus dos esclavos más
cercanos.
En 1905 el abuelo de Elizabeth, Simón García Bravo, compró
la hacienda. “Con eso ya tenemos más de 100 años en la familia. Finalmente,
quedó en manos de mi mamá y de su hermana lo que es la casa”. Posteriormente,
la madre y la tía de Quintanales dividieron el terreno y fundaron, en la década
de los 70, la posada Las García y el hotel Hacienda El Portete.
Desde que tiene uso de razón, Elizabeth ha visto objetos
antiguos en la casa como las pesas de cacao, el portón de entrada, un remoto
escaparate y la fotografía de su abuelo. Narra como una historiadora la manera
en que se vivía en el Choroní de principios del siglo XX: “Cuando mi mamá y sus
hermanas eran pequeñas, no existía comunicación terrestre con Maracay, solo una
pica por la montaña. Hacían la travesía en burros y caballos”.
En una época su madre tuvo que irse de Choroní porque
coincidieron circunstancias como la aparición del petróleo, la invasión
de una plaga de saltamontes que arrasó con las plantaciones de cacao y la
apertura de la carretera.
Por eso Elizabeth creció en Maracay, lo que le permitió
estudiar canto; de manera fortuita, porque se enfermó de las cuerdas vocales y
tuvo que operarse. El médico le dijo “O estudias y usas el instrumento o te
quedas sin cantar toda la vida”. Actualmente forma parte de la Camerata de
Caracas y del octeto de música popular Los Cuñados. Cuando no está en ensayos
para alguna obra le canta a los dos carismáticos loros de la posada, que además
interpretan el Himno Nacional.
Quintanales relaciona su vida artística con la posada al
plasmar en esta su creatividad, por la que espera el aplauso que todo artista
añora. Pero no el aplauso inmediato de los conciertos o las obras teatrales,
sino el de los pintores, que no reciben una retribución directa cuando sus
cuadros están expuestos: “Cuando viene el público a la posada y dice qué
maravilla, qué sabroso, qué belleza, ese es mi aplauso”.
Posada Las García. Ubicación: sector
El Portete, entre el pueblo de Choroní y Puerto Colombia, a un kilómetro y
medio del malecón. Teléfono: 0243 991 1056. Facebook: Posada
Las García. Página: www.posadalasgarcia.com. Correo:
posadalasgarcia@gmail.com.
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