La irrespirable ausencia
Malayerba presenta, a las 6:00 pm, "Instrucciones para abrazar el aire"
Arístides Vargas y Charo Francés ofrecieron una clase magistral de buen teatro GUSTAVO BANDRES
JUAN ANTONIO GONZÁLEZ | EL UNIVERSAL
domingo 24 de marzo de 2013 12:00 AM
Poco sabemos por estos lados del dolor profundo e inacabable de la desaparición forzosa de un ser querido. Pero para los muchos argentinos que vivieron -y aún sobreviven- los estragos de la dictadura del general Jorge Rafael Videla, en la Argentina que conoció el miedo entre 1976 y 1981, las heridas todavía no terminan de cicatrizar.
Sin embargo, no hace falta haber nacido a orillas de La Plata para comprender el vacío, las interrogantes y la permanente tristeza que la desaparición de miles de jóvenes argentinos dejó en cada uno de los familiares de estas personas que en los días en que el oscuro cóndor del militarismo volaba por los cielos del sur de América Latina, se hicieron pregunta, añoranza, búsqueda, rabia y desasosiego. Nunca resignación.
El dramaturgo y actor cordobés Arístides Vargas, exiliado por años en Ecuador, donde fundó la agrupación Malayerba, ha convertido su oficio en una especie de hilo de Ariadna con el que puede reconectarse con el alma de su país. Quizás, ese hilo también sea su propio cordón umbilical. Como quiera que sea, el autor de obras como Jardín de pulpos y La razón blindada ha vuelto al Festival Internacional de Teatro de Caracas con el montaje Instrucciones para abrazar el aire, en el que lo acompaña su esposa, la actriz Charo Francés.
La pieza, que se presenta hasta hoy en el Teatro Trasnocho, muestra a seis personajes que tanto Vargas como Francés se encargan de interpretar. Son dos ancianos que de tanto esperar a su nieta desaparecida, se han ido perdiendo a sí mismos. A veces se desconocen, a veces se reconocen, pero constantemente se dan las manos para recobrar la memoria, ese estado del alma empecinado en resquebrajarse y en hacerles olvidar aquel infausto día en que su nieta -en la vida real, Clara Anahí, de tres meses de edad- fue "robada" de su casa en la Calle 30 de La Plata. Esperan, no la muerte, sino la vida. Esperan el retorno, aunque ambos se sientan extraviados... Ellos son Enrique Mariani y su mujer Chicha Mariana, una de las fundadoras de la Asociación de las Madres de la Plaza de Mayo, la primigenia, no la que se ha convertido en una especie de partido político hambriento de una pequeña (¿o grande?) cuota de poder.
De la misma forma como Vargas y su Malayerba conmovieron en el Festival Internacional de Teatro de Caracas del año pasado, ahora lo hacen con una obra que a decir de su propio autor "aún se está reescribiendo", tal y como miles de familias argentinas intentan todavía reescribir la historia de sus allegados desaparecidos, esfumados por los criminales métodos de la dictadura militar. "Todos los días nos contamos la misma historia, en silencio, para seguir amándonos", se dicen el uno al otro.
A estos dos ancianos los acompaña una pareja de cocineros que prepara una comida entre diálogos surrealistas, a la manera casi de un cadáver exquisito, sin sospechar que ellos también serán asesinados, y dos vecinos aburguesados, ignorantes y hasta temerosos de lo que ocurren en casa de los Mariani; estos últimos son los que prefirieron callar.
Lo que allí ocurre, en el presente de los ancianos Mariani, no es más que el deseo frustrado de hallar a un ser querido, convertido por el horror del autoritarismo militar y sus métodos de exterminio de la disidencia, en interrogante, incertidumbre, memoria deseosa de virarse a sepia... Por eso los viejos se toman de las manos: para no dejar escapar la memoria, para encontrar las fuerzas para seguir buscando, aunque en el fondo de sus almas tengan la certeza de que nada hallarán.
Con un texto repleto de poesía, de conmovedoras imágenes metafóricas,Instrucciones para abrazar al aire ejerce en el espectador el mismo efecto estremecedor de la palabra de un Julio Cortázar. A ninguno de los parlamentos que dicen los seis personajes encarnados por el gran autor teatral que es Arístides Vargas y la superlativa actriz y coescritora Charo Francés, se puede ser inmune; eso equivaldría a acostumbrarse a la injusticia, a la infamia, a la degradación del ser humano, a las ausencias anti-natura, a la pérdida de nosotros mismos.
Comentario aparte: ¡Qué bueno que el Festival Internacional de Teatro de Caracas se niega a sucumbir ante la mezquindad oficial! ¡Qué bueno que persiste como un Quijote enfrentado a los molinos de viento de la desmemoria! ¡Qué bueno que nos sigue salvando del olvido! Sigamos abrazando el aire...
jgonzalez@eluniversal.com
Sin embargo, no hace falta haber nacido a orillas de La Plata para comprender el vacío, las interrogantes y la permanente tristeza que la desaparición de miles de jóvenes argentinos dejó en cada uno de los familiares de estas personas que en los días en que el oscuro cóndor del militarismo volaba por los cielos del sur de América Latina, se hicieron pregunta, añoranza, búsqueda, rabia y desasosiego. Nunca resignación.
El dramaturgo y actor cordobés Arístides Vargas, exiliado por años en Ecuador, donde fundó la agrupación Malayerba, ha convertido su oficio en una especie de hilo de Ariadna con el que puede reconectarse con el alma de su país. Quizás, ese hilo también sea su propio cordón umbilical. Como quiera que sea, el autor de obras como Jardín de pulpos y La razón blindada ha vuelto al Festival Internacional de Teatro de Caracas con el montaje Instrucciones para abrazar el aire, en el que lo acompaña su esposa, la actriz Charo Francés.
La pieza, que se presenta hasta hoy en el Teatro Trasnocho, muestra a seis personajes que tanto Vargas como Francés se encargan de interpretar. Son dos ancianos que de tanto esperar a su nieta desaparecida, se han ido perdiendo a sí mismos. A veces se desconocen, a veces se reconocen, pero constantemente se dan las manos para recobrar la memoria, ese estado del alma empecinado en resquebrajarse y en hacerles olvidar aquel infausto día en que su nieta -en la vida real, Clara Anahí, de tres meses de edad- fue "robada" de su casa en la Calle 30 de La Plata. Esperan, no la muerte, sino la vida. Esperan el retorno, aunque ambos se sientan extraviados... Ellos son Enrique Mariani y su mujer Chicha Mariana, una de las fundadoras de la Asociación de las Madres de la Plaza de Mayo, la primigenia, no la que se ha convertido en una especie de partido político hambriento de una pequeña (¿o grande?) cuota de poder.
De la misma forma como Vargas y su Malayerba conmovieron en el Festival Internacional de Teatro de Caracas del año pasado, ahora lo hacen con una obra que a decir de su propio autor "aún se está reescribiendo", tal y como miles de familias argentinas intentan todavía reescribir la historia de sus allegados desaparecidos, esfumados por los criminales métodos de la dictadura militar. "Todos los días nos contamos la misma historia, en silencio, para seguir amándonos", se dicen el uno al otro.
A estos dos ancianos los acompaña una pareja de cocineros que prepara una comida entre diálogos surrealistas, a la manera casi de un cadáver exquisito, sin sospechar que ellos también serán asesinados, y dos vecinos aburguesados, ignorantes y hasta temerosos de lo que ocurren en casa de los Mariani; estos últimos son los que prefirieron callar.
Lo que allí ocurre, en el presente de los ancianos Mariani, no es más que el deseo frustrado de hallar a un ser querido, convertido por el horror del autoritarismo militar y sus métodos de exterminio de la disidencia, en interrogante, incertidumbre, memoria deseosa de virarse a sepia... Por eso los viejos se toman de las manos: para no dejar escapar la memoria, para encontrar las fuerzas para seguir buscando, aunque en el fondo de sus almas tengan la certeza de que nada hallarán.
Con un texto repleto de poesía, de conmovedoras imágenes metafóricas,Instrucciones para abrazar al aire ejerce en el espectador el mismo efecto estremecedor de la palabra de un Julio Cortázar. A ninguno de los parlamentos que dicen los seis personajes encarnados por el gran autor teatral que es Arístides Vargas y la superlativa actriz y coescritora Charo Francés, se puede ser inmune; eso equivaldría a acostumbrarse a la injusticia, a la infamia, a la degradación del ser humano, a las ausencias anti-natura, a la pérdida de nosotros mismos.
Comentario aparte: ¡Qué bueno que el Festival Internacional de Teatro de Caracas se niega a sucumbir ante la mezquindad oficial! ¡Qué bueno que persiste como un Quijote enfrentado a los molinos de viento de la desmemoria! ¡Qué bueno que nos sigue salvando del olvido! Sigamos abrazando el aire...
jgonzalez@eluniversal.com
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