Hubo una época en que solo había dos vinos: tinto y blanco. Se hablaba también de un rosé, pero era una mezcla entre un gran porcentaje de blanco y unas gotas de tinto, hasta lograr un color aceptable, cercano a pétalos de rosas. Eso fue en los comienzos. Luego vinieron las añadas, los envejecimientos y el territorio, hasta los grandes crus inventados por los franceses y el mundo del vino se tornó complejo, donde cualquiera puede opinar como un entendido y donde se considera más lo que dice la etiqueta que lo que contiene la botella. Pues, hay que volver a eso. Hay que olvidarse de lo que dice Robert Parker y beber aquello que nos agrada y que está a nuestro alcance. Total, si nos gusta ¿qué importa lo que digan los demás? Con tal de que venga de la uva y esté bien hecho, todo está permitido. Entendiendo los momentos actuales, Bodegas Pomar incursiona en el segmento de los genéricos, en los que no se privilegia la uva ni el envejecimiento, y los ofrece como vino tinto, vino blanco y vino rosado, a los que llama vinos jóvenes. Fruta y frescura son sus principales atributos, sin mayores exigencias, y si los beben fríos les serán placenteros, no solo por su precio atractivo. Pomar anuncia también un nuevo Pomar Reserva, un tinto más complejo y robusto, y un Pomar Brut Edición Especial, reafirmando los buenos espumosos que se producen en Carora. Ya tenemos con qué brindar esta Navidad.
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