Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP

Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP
Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP del cual fue su Coordinador al inicio. GASTRONOMIA (del griego γαστρονομία)es el estudio de la relación del hombre con su alimentación y su medio ambiente o entorno.Gastrónomo es la persona que se ocupa de esta ciencia. A menudo se piensa erróneamente que el término gastronomía únicamente tiene relación con el arte culinario y la cubertería en torno a una mesa. Sin embargo ésta es una pequeña parte del campo de estudio de dicha disciplina: no siempre se puede afirmar que un cocinero es un gastrónomo. La gastronomía estudia varios componentes culturales tomando como eje central la comida.Para mucha gente, el aprender a cocinar implica no solo encontrar una distracción o un pasatiempo cualquiera; pues cocinar (en un término amplio) es más que solo técnicas y procedimientos... es un arte, que eleva a la persona que lo practica y que lo disfruta. Eso es para mi la cocina, con mis obvias limitaciones para preparar diversos platillos, es una actividad que disfruto en todos sus pasos, desde elegir un vegetal perfecto, pasando por el momento en que especiamos la comida, hasta el momento en que me siento con los que amo a disfrutar del resultado, que no es otro más que ese mismo, disfrutar esta deliciosa actividad o con mis alumnos a transmitirles conocimientos que les permitirán ser ellos creadores de sus propios platos gracias a sus saberes llevados a sabores

martes, 4 de octubre de 2016

La política y el estómago forman parte del mismo sistema. Tan íntima y obvia es la relación que Nicolás Maduro tiene su dieta. Si se sacara la cuenta, ha tenido resultados más efectivos que la suma de muchos de esos regímenes de moda que promocionan las estrellas de Hollywood.

Los juegos del hambre LA DIETA DE MADURO, por Vanessa Rolfini

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‘La revolución’ blindó de tal manera el control del aparato productivo, que el gobierno venezolano tiene el poder de decidir quién come y quién no. foto de elpitazo.com.
La política y el estómago forman parte del mismo sistema. Tan íntima y obvia es la relación que Nicolás Maduro tiene su dieta. Si se sacara la cuenta, ha tenido resultados más efectivos que la suma de muchos de esos regímenes de moda que promocionan las estrellas de Hollywood.
En este caso la receta es simple, restringir el uso de alimentos a la población venezolana al punto que hay una disminución importante del peso y talla. Entonces, de manera tristemente simpática, cuando la gente se saluda exclama, “¡Estás haciendo la dieta de maduro!”
Seguramente, los jugos gástricos son parecidos a los políticos, activan el hambre, digieren lo que se come, transforman, corroen, destruyen y reconstruyen. En un conglomerado de verbos tristemente vinculados a la política. Por eso el hambre es parte del discurso, impulsa revoluciones, incorfomidades y frustraciones.
Los juegos del hambre
El hambre en Venezuela ha traspasado todas las clases sociales, ha marcado una generación completa, y no me refiero solo al hambre física, sino sus vetas sociales, culturales, psicológicas y patológicas. El gobierno tiene claro el poder que adquiere cuando hace que la gente pase hambre,  porque interviene directamente en una necesidad básica, domestica a través de ella, doblega la voluntad. Hacer que una persona sufra la angustia de no poder comprar alimentos, aunque tenga los recursos, es someterla a un proceso de miedo que quiebra la voluntad y aniquila la identidad. Estamos dispuestos a hacer lo que sea por alimentar a los nuestros y ese ‘lo que sea’ pasa por traspasar nuestros propios límites, incluso los morales.
En su libro El hambre, el argentino Martin Caparrós narra que la mayor hambruna del siglo XX sucedió en un país en paz. En la China de Mao Tse Tun cuando más de 40 millones de personas murieron de hambre, como consecuencia de políticas de Estado donde el dictador quería convertir a su nación en una gran potencia y prácticamente obligaron a los campesinos a abandonar el campo. El resultado fue un período donde abundaron los episodios de antropofagia y comenzaron comiéndose los seres que según su escala social tenían menos valor: las niñas. Eso cambió a un país entero para siempre, como ha pasado con Venezuela donde, hasta donde creo y espero creer, no se han dando episodios de este tipo, pero abundan los relatos de familias donde se sortean la cena, hurgan en la basura, incluso ya hay estadísticas de niños y ancianos muertos por hambre.
Dueños de todo
Eso que los chavistas llaman la ‘guerra económica’ es un gran ardid. En Venezuela no se mueve un grano de arroz sin la autorización de las Fuerzas Armadas, la comida está en manos de los militares. El sistema funciona de tal manera que los productos de la cesta básica solo se le venden al estado. Los productos van a grandes centros de acopio donde los milicos distribuyen según su criterio y son los únicos autorizados a firmar las guías de movilización. Esta práctica no se limita a los alimentos, hay que incluir agroquímicos, abonos, fertilizantes, semillas, es decir, que son los responsables de la cadena de producción de punta a punta.
Durante años se dedicaron a expropiar empresas productoras de alimentos, los casos de Molinos Nacionales, enlatadoras de atún, sardinas y tomates, campos y centrales azucareras, incluso los casos de los cafés Fama de América y Madrid. De hecho el único organismo legalmente autorizado para la comercialización de café verde es el Estado, son los dueños de 95% de su producción y tratamiento. Entonces, si no hay azúcar, café, aceite, arroz, cereales, ¿quién es el responsable?
A esto hay que sumarle el tema del control cambiario. En Venezuela, desde hace más de una década, todas la operaciones en divisa extrajera tienen que ser aprobadas por el Estado. Lo que se inició como una medida temporal para controlar la fuga de capitales, se convirtió en un medio de control político y la realidad es que se trata de un país que importa más de 80% de lo que consume en todos los rubros.
Entonces, ‘la revolución’ blindó de tal manera el control del aparato productivo, que el gobierno venezolano tiene el poder de decidir quién come y quién no.
Y todavía hay quien se pregunta por qué el pueblo venezolano está llamando a un referendo revocatorio. Pero también hay que preguntarse por qué los chavistas han evitado por todos los medios legales e ilegales impedirla. La respuesta es simple, los chavistas perdieron la calle y el pase de factura por la dieta de Maduro será memorable.
Publicado en el semanario peruano Manifiesto / edición 001-  5/09/2016
www.rutasgolosas.com

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