CARPE VINUM
La comida callejera en Ciudad de México hace posible la maravilla de los moles y las botanas
VLADIMIR VILORIA | EL UNIVERSAL
sábado 24 de mayo de 2014
Mesamérica 2014
México D.F., megalópolis infinita y cosmogónica, es otra vez lugar de reunión.Comida callejera, expresiones urbanas es el título que el comité organizador de Mesamérica le ha dado a la convocatoria de esta tercera edición, no con otra intención que reflexionar el hecho urbano de comer, pero en la calle. Escenarios callejeros como los de Bangkok, Los Ángeles y Brasil, también han sido bosquejados. Nombres como los del cronista Juan Villoro, Enrique Olvera (Pujol), Daniel Ovadía (Paixa), Alejandro Escalante (autor de la Tacopedia), la cocinera Josefina Santa Cruz, Mikel Alonso (Casa Bico), David Lida y hasta Mario Batali y la maravillosa Alice Waters, entre otros, han hecho posible un encuentro rico como una batería de buenas botanas regadas con el mejor mezcal. Los bocados dulces han sido cocinados por Oriol Balaguer, Sonia Arias, Alejandra Hurtado, Ramón Morató, Jordi Butrón, Xano Saguer, para cerrar con un homenaje al mejor pastelero del mundo, Pierre Hermé.
Si bien el hecho urbano, desde que la ciudad se perfilara como escenario de la sociedad moderna, se plantea complejo y esencialmente caótico, hablar del comer en la calle no es de fácil digestión. Aun cuando catamos realidades como las latinoamericanas, o mejor, de megalópolis como Ciudad de México, donde todo está por resolverse y la economía y la política no terminan de ser factores capaces de incluir, generar riqueza ni, problema de fondo, superar la pobreza y el hambre. La calle en el D.F., así como en Caracas, Lima, Santiago, Guatemala o Bogotá, más allá de los circuitos "seguros" diseñados para el turismo, son realidades populares de ilegalidad, violencia, insalubridad, delincuencia y corrupción policial. Así, la amable señora que alguna vez fue una fresca y bella muchacha, capaz de saciarnos el hambre con unas ricas enchiladas, unas carnitas o unos suculentos tacos al pastor, no hace otra cosa que sobrevivir para apenas llevar pan a su mesa. Su mirada triste y cansada, su sonrisa desdentada, no es otra cosa que el feo rostro de la miseria.
La comida callejera es una consecuencia más del fracaso latinoamericano, ese fracaso que también hace posible la maravilla de los moles y las botanas de mil sabores apuradas con buenos tragos de mezcal, porque sin eso la vida no es posible, carece de sentido. Como dice Villoro: "No es casual que un país donde el triunfo se parece tanto a la derrota haya encontrado una paradójica forma de disfrutar mientras sufre".
México D.F., megalópolis infinita y cosmogónica, es otra vez lugar de reunión.Comida callejera, expresiones urbanas es el título que el comité organizador de Mesamérica le ha dado a la convocatoria de esta tercera edición, no con otra intención que reflexionar el hecho urbano de comer, pero en la calle. Escenarios callejeros como los de Bangkok, Los Ángeles y Brasil, también han sido bosquejados. Nombres como los del cronista Juan Villoro, Enrique Olvera (Pujol), Daniel Ovadía (Paixa), Alejandro Escalante (autor de la Tacopedia), la cocinera Josefina Santa Cruz, Mikel Alonso (Casa Bico), David Lida y hasta Mario Batali y la maravillosa Alice Waters, entre otros, han hecho posible un encuentro rico como una batería de buenas botanas regadas con el mejor mezcal. Los bocados dulces han sido cocinados por Oriol Balaguer, Sonia Arias, Alejandra Hurtado, Ramón Morató, Jordi Butrón, Xano Saguer, para cerrar con un homenaje al mejor pastelero del mundo, Pierre Hermé.
Si bien el hecho urbano, desde que la ciudad se perfilara como escenario de la sociedad moderna, se plantea complejo y esencialmente caótico, hablar del comer en la calle no es de fácil digestión. Aun cuando catamos realidades como las latinoamericanas, o mejor, de megalópolis como Ciudad de México, donde todo está por resolverse y la economía y la política no terminan de ser factores capaces de incluir, generar riqueza ni, problema de fondo, superar la pobreza y el hambre. La calle en el D.F., así como en Caracas, Lima, Santiago, Guatemala o Bogotá, más allá de los circuitos "seguros" diseñados para el turismo, son realidades populares de ilegalidad, violencia, insalubridad, delincuencia y corrupción policial. Así, la amable señora que alguna vez fue una fresca y bella muchacha, capaz de saciarnos el hambre con unas ricas enchiladas, unas carnitas o unos suculentos tacos al pastor, no hace otra cosa que sobrevivir para apenas llevar pan a su mesa. Su mirada triste y cansada, su sonrisa desdentada, no es otra cosa que el feo rostro de la miseria.
La comida callejera es una consecuencia más del fracaso latinoamericano, ese fracaso que también hace posible la maravilla de los moles y las botanas de mil sabores apuradas con buenos tragos de mezcal, porque sin eso la vida no es posible, carece de sentido. Como dice Villoro: "No es casual que un país donde el triunfo se parece tanto a la derrota haya encontrado una paradójica forma de disfrutar mientras sufre".
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