La nutrición tiene que ver con muchas enfermedades
- Yudit Lira (Columnista, Notitarde, Yudid Lira / )
Yudit Lira
La nutrición tiene que ver con muchas enfermedades. Con desórdenes como las adicciones, la ansiedad y los ataques de pánico, la anorexia y bulimia, la depresión, esquizofrenia, insomnio, agresividad, hiperactividad infantil, autismo, han sido relacionados con diversos desequilibrios provenientes de la alimentación.
Como la hipoglucemia, la intoxicación con metales pesados, los aditivos en los alimentos, las alergias alimenticias y las deficiencias nutricionales.
Enfermedades orgánicas han sido mal diagnosticadas como enfermedades mentales, como es el caso de la hipoglicemia reactiva, el hipotiroidismo, la candidiasis crónica, el desequilibrio hormonal, el síndrome premenstrual o la fatiga crónica. La nutrición y los contaminantes medioambientales juegan un papel fundamental en todas ellas. Hipócrates, el padre de la medicina moderna, sabía que lo que ocurre en la mente afecta al cuerpo y viceversa. De hecho, mente y cuerpo no pueden ser considerados independientemente el uno del otro.
Enfermedades orgánicas han sido mal diagnosticadas como enfermedades mentales, como es el caso de la hipoglicemia reactiva, el hipotiroidismo, la candidiasis crónica, el desequilibrio hormonal, el síndrome premenstrual o la fatiga crónica. La nutrición y los contaminantes medioambientales juegan un papel fundamental en todas ellas. Hipócrates, el padre de la medicina moderna, sabía que lo que ocurre en la mente afecta al cuerpo y viceversa. De hecho, mente y cuerpo no pueden ser considerados independientemente el uno del otro.
Ha habido diversos especialistas que desde principios del siglo XX han empezado a reconocer relaciones entre los alimentos que consumimos y el comportamiento. Ellos han buscado el origen de los desórdenes emocionales y los tratamientos naturales para corregirlos. Por ejemplo, en 1920, tres especialistas americanos coincidieron en cómo las alergias a determinados alimentos alteraban el comportamiento de los niños. Médicos como el Dr. Carl Pfeiffer, Dr. Abram Hoffer, el Dr. Abram Schauss, Dr. Carlton Fredericks y el Dr. Theron Randolph han investigado cómo la mente responde a la alimentación y la bioquímica celular. Sus contribuciones han servido para que entendamos mejor los problemas mentales como la depresión, los comportamientos compulsivos, la esquizofrenia y otras psicosis.
La depresión, por ejemplo, puede ser resultado de un crecimiento del hongo candida albicans en el intestino, de desequilibrios de glucosa, desórdenes de la tiroides, alergias ambientales o a alimentos o exposición tóxica a metales pesados. Esto no significa que no tengamos que tener en cuenta situaciones de vida como la pérdida de un trabajo, una enfermedad, la muerte de un ser querido como la base de una depresión crónica, pero para poder superarla el organismo necesita los nutrientes que nuestra dieta moderna alta en alimentos procesados y desnaturalizados no nos aporta.
El Dr. Abram Hoffer investigó cómo las deficiencias de vitaminas B y zinc de una dieta refinada y desprovista de nutrientes contribuían a la depresión, ansiedad y esquizofrenia. Una nutrición adecuada combinada con una terapia ortomolecular ha ayudado a muchos esquizofrénicos que habían sido considerados intratables por otros métodos. El estado psicológico de un individuo sano también puede mejorarse con una terapia nutricional.
La medicina ortomolecular corrige una bioquímica desequilibrada suministrando al organismo las cantidades correctas de nutrientes que varían de un individuo a otro. La gente desarrolla alergias a los alimentos que más frecuentemente consume. Para detectar una alergia alimenticia lo más fácil es fijarse en aquellos alimentos que están más presentes en la dieta, seguramente eres alérgico a lo que eres adicto. La salud está en tus manos. 04125374127.
SÁBADO, FEBRERO 01, 2014
Tomado del blog de Sumito Estévez357 9:43: CAL Y ARENA DEL DESABASTECIMIENTO
Martes 21, 9 y 43 de la noche. Mi esposa y yo salimos de casa y 3 cuadras más adelante pasamos, como cada día, frente al Mercal de Pampatar. Hay gente. Unas 50 personas haciendo guardia en la puerta. Ya de madrugada, pasamos de nuevo a eso de las 12:30 y el grupo debe llegar al centenar. Cuando a las 6:30 de la mañana iba rumbo a mi escuela de cocina, el alba margariteña arropaba una cantidad verdaderamente impresionante de gente. La escena la vi repetirse tres veces la semana siguiente, y cada día la fila de durmientes callejeros comenzaba más temprano. Nunca supe que esperaban, que vendían, cuantos serían los beneficiarios de esa lotería indigna.
En un país rentista monoproductor, en donde el estado es el dueño de casi todo el dinero de la nación, creo que es lógico que existan formas de distribución de esa renta mediante subsidios, tanto para quienes poseen cierta holgura económica como para quienes pasan trabajo para llegar a fin de mes. Mercados de Alimentos, C.A (más conocido como Mercal) nació con un primer establecimiento en Caricuao (Caracas) en 2003, como una estrategia para evitar que la distribución de alimentos fuese usada como arma política por grupos contrarios al gobierno, y con el tiempo se convirtió en una gigantesca red de casi 20.000 puntos de venta, que vendían alimentos a la población a precios subsidiados.
Hasta hace poco vi con muy buenos ojos el concepto de Mercal y hasta acepté el, no sin intención, piquete de precio justo con que se mercadea este subsidio. El tema es que antes no se hacía fila en Mercal. La gente iba a comprar algunos productos a excelente precio y lo que no se distribuía en la red, se conseguía en cualquier supermercado. Con lo que se vendía en Mercal una familia se alimentaba, y en todo caso lo que había en los supermercados podía considerarse un antojo. Ahora quien hace la fila, lo hace no para lograr mejor precio, sino para ver si a sus manos cae lo que desapareció de anaqueles. Tantos en los de Mercal como en lo de cualquier supermercado. Mal puede llamarse precio justo al precio de algo por lo que hubo que dormir doce horas a la intemperie. Las filas de Mercal son las mismas que las de un supermercado privado, porque en ambas están buscando los mismos productos.
Honestamente no creo ni que la gente hace esas filas por pasividad, ni que se trata de un maquiavélico plan orquestado desde el poder para someter la voluntad de borregos, ambos argumentos de la oposición. Tampoco creo que se trata de guerra económica de factores que buscan un levantamiento popular, o que la población se ha vuelto innecesariamente acaparadora en reacción a los miedos que de manera interesada insufla la prensa de oposición, ambos argumentos del gobierno.
Nada más burgués que decirle a otro que no opine si no es su área de experticia, que las decisiones colectivas hay que dejárselas al que sabe. De allí que el zapatero a su zapato con que suelen atacar hoy en día cuando nos quejamos, me parece una ironía que se devuelve como bumerang dialéctico. Nadie compra un carro para analizarlo, sino para darle a la llave y que ruede. Si no camina, especialmente si no somos mecánicos, bien tenemos el derecho de quejarnos. Allá los mecánicos si saben arreglarlo o son unos incompetentes que dicen que la culpa no es de ellos sino de la humedad. Así que como comprador, como el que quiere que este carro llamado Venezuela ande, tengo todo el derecho de afirmar que simplemente esas filas en los Mercal y en los centros comerciales, son el resultado de un modelo que no funcionó. Uno que claramente colapsó. Allá los economistas y los políticos si quieren ser recordados como unos incompetentes buscadores de excusas, o los que lograron ponerse de acuerdo para que podamos comer sin hacer doce horas de fila a la intemperie, paranoicos porque los hermanos que llegaron horas después puedan quitarnos el puesto. Uno en que los que lleguen tarde a la fila no tengan el terror de sentir que al final del día les digan “para usted no alcanzó, venga mañana más temprano”.
II
He descubierto que una avena caliente sin leche es muy sabrosa. Aprendí a hacer masa de maíz pilado y probablemente sea una costumbre que me quede para siempre. Me sacudí la dictadura del menú y volví a la poesía del menú del día hecho con lo más fresco. Descubrí productores artesanales e ir al mercado se volvió hábito. El mundo esquivo de los vegetales se abrió en su esplendor. Descubrí que comía más mantequilla de lo que es sano y ya no me hace falta. Me hace falta la harina de trigo pero bajé unos kilos testarudos que no querían soltarme. Aprendí que por hábito mantenía paradigmas innecesarios. Descubrí al ron.
No ha sido agradable lo que nos pasa, pero están lejos de derrotarnos.
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