Estaba yo cursando el tercer año de derecho cuando un amigo me consiguió trabajo en la consultoría jurídica del prestigiosísimo y muy honorable Banco Venezolano de Crédito. Mi mente se llenó de inmediato de maravillosas imágenes de billetitos (incluyendo algunos verdes) cayendo directo a mis empobrecidos bolsillos desde ese cielo bancario donde milagrosamente había llegado. Mi primer día de trabajo coincidió con el reposo de las 2 secretarias y sin la más mínima contemplación por lo que yo consideraba mis excepcionales cualidades jurídicas el “Doctor” (Consultor Jurídico) me ordenó pasar a máquina unas 70 páginas de arrugados papeles escritos a mano.
Molesto con dicha tarea, imaginaba yo de que al menos serían los títulos de propiedad del Banco cuando en realidad se trataba de 17 recetas distintas de dulce de lechosa compiladas por algún sin oficio en 1820. En los meses siguientes y a un sueldo francamente modesto (lo que terminó de desvanecer mis verdes sueños bancarios) el “Doctor” seguía abusando de mi brillante mente jurídica para cuanto asunto culinario se le ocurría hasta que un día, en un momento de claro desvarío, le escuché comentar que su plan era crear una escuela de cocina con un hotel donde la gente fuera especialmente a degustar “una gran comida venezolana preparada por los estudiantes” y específicamente puso de ejemplo “como el restaurante de Georges Blanc en Vonnas”.
Todo esto, en 1984, me sonaba a mi tan fantasioso como que me dijeran que para el 2009 cada barrio de Venezuela iba a tener su propia orquesta tocando Mahler, pero 25 años más tarde ese sueño del “Doctor” (José Rafael Lovera) no sólo se volvió realidad sino que el CEGA (Centro de Estudios Gastronómicos) institución por él fundada en 1988 ha causado una revolución en la gastronomía y en el orgullo de la cocina venezolana, casi comparable con la del Sistema de Orquestas del maestro Abreu (que si llevó a Mahler a cada barrio). Gracias al CEGA cocinar venezolano se ha vuelto una carrera y una profesión, hoy en día cientos de escuelas de cocina funcionan en el país y miles de jóvenes sueñan con preparar el perfecto “pollo al pebre” (bueno, de repente exagero con lo del pebre pero por lo menos si soñarán con preparar un buen arroz con pollo) y aquí en esta bellísima construcción del arquitecto Gustavo Wallis se encuentra el epicentro mismo de nuestra revolución culinaria.
El CEGA es una escuela de cocina venezolana (La escuela de cocina) y la comida que los alumnos preparan en clase cada día es luego servida en el adyacente comedor que es verdaderamente una joya de sobriedad arquitectónica estilo dórico-caraqueño-villanueva. En el segundo piso se encuentran los salones de clase y unos bellos anaqueles que contienen parte de la historia gastronómica de Venezuela: Recetarios de cocina venezolana desde el Siglo XVIII, vajillas usadas por distintos Presidentes de la República (desde las primeras repúblicas), y muchísimas rarezas como el menú original entregado en la cena ofrecida en 1928 por la Sociedad Panamericana a Charles Lindbergh en presencia de Juan Vicente Gómez. El lugar es tan impactante que hace unos 10 años el escritor Mario Vargas Llosa fue invitado por el Dr. Oscar García Mendoza, (jefe máximo del antes mencionado cielo bancario) a comer ahí y maravillado ante la arquitectura, la historia y la comida del lugar Vargas Llosa comentó que no había en Perú (con una cultura gastronómica muy superior a la venezolana) un sitio que rescatara esa historia como aquí lo hace el CEGA.

Hoy en día la cocina y las clases están bajo la conducción de Alejandro Bello, Claudia Civolani y Adrian Yánez. María Isabel Lovera, hermana del Doctor, funge como sus ojos (y sus papilas) día a día en el CEGA
El menú cambia a diario (obvio, es una escuela de cocina) y cada plato es preparado y servido con un esmero especial, por lo que al reservar hay que preguntar el menú del día que a un precio fijo de Bs, 115 por persona está compuesto de abrebocas, segundo abrebocas, entrada, plato principal, postre y café.
Desde hace unas semanas tienen una pequeña tienda donde se pueden comprar una serie de platos e ingredientes venezolanos usualmente inencontrables.
Grandes nombres de la comida venezolana como Ben Ami Fihman, Armando Scannone, Miro Popic, Germán Carrera Damas, Leonardo D´Addazio o cualquiera de los miembros de la Academia Venezolana de la Gastronomía (también fundada por el Doctor) son comensales frecuentes de esta escuela. El CEGA ha hecho posible decir: ¡Larga vida a la comida venezolana!
Pedro Mezquita