- El Universal 21 de abril 2016
- VANESSA ROLFINI A.
- Una caja de cereal y una de chocolates cambiaron su empaque por cartón y papel reciclado. A la luz de prácticas ecológicas, parace una decisión alineada con las tendencias, pero en Venezuela cabe la duda para dar espacio a otros motivos. Sin embargo, desde hace tiempo el cambio de materiales se viene presentando en la industria local de alimentos, en aspectos menos vistosos pero no menos importantes. Será que nos hemos vuelto un territorio ecológico sin percatarnos.
Si se mira con atención, paulatinamente el tamaño de los vegetales ha disminuido, ya no se ven frutos grandes y llamativos, por el contrario, son más discretos pero, en muchos casos, más ricos en sabor. Aunque no he dejado de escuchar quien se queja porque han cambiado de gusto o no maduran como estamos acostumbrados, especialmente plátanos y lechosas.
El inicio de esta historia se ubica años atrás cuando comenzaron los problemas para importar y adquirir semillas, materiales y maquinaria hasta fertilizantes, fungicidas, insecticidas, medicinas, vitaminas, entre otros productos necesarios para la siembra y cría de animales. En todos los casos, o los precios son muy altos o no se encuentran.
Entonces, ¿qué han hecho muchos de nuestros productores decididos a no parar el trabajo? Al mejor estilo venezolano, darle la vuelta regresando a prácticas olvidades o poco utilizadas, remedios caseros. El resuelve y soluciones ingeniosas también está presentes en la agroindustria.
Un ingeniero agrónomo del Sur del Lago de Maracaibo, me contaba que cuando podan los árbones de cacao, para evitar hongos utilizan una cataplasma de sábila, hojas de nim y raíces. Un productor de ají dulce margariteño, elabora insecticidas con aguardiente y nuez moscada, redistribuye la siembra para evitar el ataque de animales rastreros y echa mano del control biológico de plagas para que las plantas obtengan los nutrientes necesarios.
Otros ejemplos son la realización de viveros ante la imposibilidad de comprar semillas. Ciertamente, la legislación venezolana no permite el uso de semillas con alteraciones genéticas, ni transgénicos, sorpresivamente parece una medida de avanzada para nuestro territorio. Pero es como colocarle a alguien un traje de talla equivocada, sobra y falta tela por todos lados.
A punta de escasez, falta de divisas, imposibilidad de insumos y tozudez de algunos productores, da la impresión que nos hemos vuelto un territorio ecológico. Pero es innegable que el sabor y fragancia de muchos productos vegetales llaman la atención. A estas alturas, un tema que podría ser motivo de alegría, creo que es un síntoma de tristeza porque refleja baja productividad, descenso de oferta y subida de precios.
Sin lugar a dudas, nada es totalmente malo. Pero hay que esperar para llegar a conclusiones en firme sobre lo que hoy apenas se dibuja como una tendencia. Mientras tanto, invito a afinar los sentidos, a prestarle atención al sabor de lo que comemos, es posible que nos reencontremos con algunos sabores y aromas olvidados o que creíamos perdidos. Con seguridad de tanta mala circunstancia sobrevivan cosas muy buenas.
Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP
sábado, 23 de abril de 2016
Limones en almíbar ¿Venezuela orgánica?
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