Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP

Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP
Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP del cual fue su Coordinador al inicio. GASTRONOMIA (del griego γαστρονομία)es el estudio de la relación del hombre con su alimentación y su medio ambiente o entorno.Gastrónomo es la persona que se ocupa de esta ciencia. A menudo se piensa erróneamente que el término gastronomía únicamente tiene relación con el arte culinario y la cubertería en torno a una mesa. Sin embargo ésta es una pequeña parte del campo de estudio de dicha disciplina: no siempre se puede afirmar que un cocinero es un gastrónomo. La gastronomía estudia varios componentes culturales tomando como eje central la comida.Para mucha gente, el aprender a cocinar implica no solo encontrar una distracción o un pasatiempo cualquiera; pues cocinar (en un término amplio) es más que solo técnicas y procedimientos... es un arte, que eleva a la persona que lo practica y que lo disfruta. Eso es para mi la cocina, con mis obvias limitaciones para preparar diversos platillos, es una actividad que disfruto en todos sus pasos, desde elegir un vegetal perfecto, pasando por el momento en que especiamos la comida, hasta el momento en que me siento con los que amo a disfrutar del resultado, que no es otro más que ese mismo, disfrutar esta deliciosa actividad o con mis alumnos a transmitirles conocimientos que les permitirán ser ellos creadores de sus propios platos gracias a sus saberes llevados a sabores

sábado, 30 de noviembre de 2013

Predrag Matvejevic (Mostar, 1932) es un intelectual, ensayista y narrador bosnio-croata naturalizado italiano, país donde reside desde 1994. Sus obras, escritas en croata y en francés, son consideradas una denuncia de la guerra y la depuración étnica en la ex Yugoslavia. De padre ruso y madre croata, estudió Filosofía Romana y Clásica en las universidades de Sarajevo y de Zagreb, y se doctoró en Estética Comparada por la Universidad de París III. Profesor titular del Departamento de Lengua y Literatura Eslavas en la Universidad La Sapienza de Roma, enseñó también en La Sorbona (París), viviendo "entre el asilo y el exilio", como ha declarado en alguna ocasión. Se le conoce por sus reflexiones sobre Estética, Historia del arte y Literatura, y por su compromiso personal e intelectual con la identidad euro-mediterránea. Entre sus trabajos más conocidos destaca su original "Breviario mediterráneo" (1989), obra maestra traducida a una veintena de idiomas, que transgrede los límites del ensayo, la novela postmoderna o el relato de viajes, reconstruyendo la historia geopolítica y espiritual de este mar y los territorios que baña. Otros títulos sobresalientes de su obra son "Para una poética del acontecimiento" (1979), "Epistolario de la otra Europa", Le Monde "ex", "Confessions" (1996), "La otra Venecia" (2004) o la compilación "Ex-Yugoslavia: Los señores de la guerra". Es presidente del Consejo de la Fundación Laboratorio Mediterráneo de Nápoles, vicepresidente internacional del PEN Club de Londres, miembro-fundador de la Asociación Sarajevo de París y de Roma, vocal para el Mediterráneo en el Grupo de Sabios de la Comisión Europea y miembro del Foro Político Mundial fundado por Mijail Gorbachov. Columnista habitual en la prensa española, en su presencia en este país Pedrag Matvejevic ha compatibilizado su labor intelectual con su compromiso político, por medio de una activa participación en ciclos, mesas redondas y eventos promovidos por instituciones culturales como la Residencia de Estudiantes, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona o el Círculo de Bellas Artes, y de cooperación internacional como la Fundación Tres Culturas. Su decidida vocación mediterránea le ha llevado a colaborar, promover y firmar la "Declaración de Sevilla" (2004) o el "Manifiesto por las Alianzas entre Civilizaciones", en apoyo a la Alianza de Civilizaciones promovida por Naciones Unidas y el Gobierno de España.

Matvejevic: del Mediterráneo al pan

Panes | Internet
Panes | Internet

Quizás no sea desafortunado pensar que las raíces de Nuestro pan de cada día se remontan a mediados de los años ochenta. En 1987, luego de una investigación monumental, Predrag Matvejevic (1932), escritor nacido en Mostar, publicó Breviario mediterráneo, libro más allá de las fronteras de cualquier género. Crónica de recorridos y ambiciones de viajeros; anecdotario extraído de una historia de complejidades; registro de los gestos y movimientos a menudo imperceptibles de la cultura; meditación, cartografía y caracterología de lo geográfico; narraciones que hablan de hombres y circunstancias.
Delicadeza para recordar y pensar el Mediterráneo. Imágenes a menudo olvidadas. Un anhelo: contestar a la pregunta del hilo invisible y antiguo que vincula ciertas cosas a ciertos lugares: “Vuelvo a preguntarme por cada pueblo cuyas relaciones con el mar trato de presentar, hasta qué punto su historia global difiere de estas relaciones y si se identifica con ellas: de este modo tal vez podría determinarse el grado de mediterraneidad de cada pueblo.
No sé si todo el Mediterráneo admitiría tales jerarquías”. Tras la sosegada prosa de este humanista (Matvejevic no es un especialista, sino lo contrario, un sujeto cuya sensibilidad no se agota en unos determinados campos del saber), la lucha de la mente autónoma, la travesía entre semejanzas y diferencias, entre magnetismos y rechazos, entre lo que habla y lo que permanece mudo, entre las apariencias y lo que resulta evidente. Como si al proponerse aislar y dar forma a una posible personalidad del Mediterráneo (que es lo que con variantes han intentado Fernand Braudel y, más recientemente, David Abulafia), hubiese encontrado la complejidad de lo polimórfico, de un mundo que cambia en cada trecho, donde el deseo de generalizar se topa a cada paso con el poderío de lo particular, de lo que no puede ser aplastado por vastas afirmaciones.
Una forma de comenzar: Matvejevic nos recuerda que no se conocen los límites del Mar Mediterráneo. Cada lugar y hasta cada hombre tiene una versión distinta de sus fronteras. Las nacionalidades no se corresponden a los innumerables sentidos de pertenencia. Más allá del orgullo y de los tópicos, están las cosas no dichas, de quienes viven el Mediterráneo y lo sobrentienden. El recorrido del autor es imprevisible: puertos, navegantes, ciudades, islas, vientos, costas, cementerios, archivos, golfos, fuentes de agua, silencios, medidas, oficios, pueblos, mapas, gente que ha perdido el ancla y gente que vive para contemplar el mar. Gente que se aleja de las aguas y gente que se aproxima, como llamada por una voz que no toca a los demás. Libro persuasivo, libro fundador.
Casi veinte años después, en la recopilación de ensayos El Mediterráneo y Europa, Matvejevic ofrece herramientas que añaden nuevas capas de interpretación a su propia invención: “La tendencia a confundir la representación de la realidad con la realidad misma se perpetúa: la imagen del Mediterráneo y el Mediterráneo mismo rara vez son idénticos. Aquí, como en todas partes, una identidad del ser, difícil de definir, eclipsa o rechaza una identidad del hacer, mal definida. La retrospectiva continúa prevaleciendo sobre la prospectiva. La reflexión misma permanece prisionera de estereotipos”.
El andamiaje que enlaza tanta diversidad es la presunción a un tiempo evidente y secreta del autor: que en el Mediterráneo conviven o se enfrentan lo que une y lo que separa. Hay en esto, además de una vocación poética, tozudez y renuncia. Un anhelo de comprensión. Disciplina de la paciencia: mirar a la vastedad a través del prisma de las pequeñas cosas. Como quien levanta un catastro nada menos que de una parte del mundo.
El alimento sagrado
Dije al comienzo que Nuestro pan de cada día se remonta a la ancha investigación de Matvejevic del Mediterráneo. Y lo propongo, no sólo por el olor a pan presente en tantas de sus culturas, sino también por la mesura, el uso dosificado de lo diverso y por la sutileza con que el autor logra convocar y conjugar tantos objetos, hechos, episodios y corrientes. Hay una maestría en la forma en que alcanza a ensamblar la pluralidad de realidades y mensajes del alimento esencial, indisociable del destino humano.
El método Matvejevic: demostrar que las pequeñas cosas no consumen en sus gestos sino que se proyectan a las cuestiones decisivas de la condición humana. Y es que ese libro no se limita a seguir el rastro del pan inscrito en la cultura y en la historia. Si el pan ha sido signo de la abundancia y de la hambruna, también lo ha sido de la hospitalidad y de los recuerdos de nuestra infancia (el olor a pan recién salido del horno, se levanta hasta nuestros sentidos y tiene el poder de hacerse inolvidable desde la primera vez que nos toca). Al pan se lo puede asociar, tal como se anota en las pródigas páginas de este libro, con las formas geométricas, con el suave oleaje del cuerpo femenino, con adaptaciones específicas que reclaman determinados usos (el pan del soldado, el pan del atleta), con palabras esenciales como surco y como semilla. Matvejevic busca la presencia del pan y de los cereales en los libros sagrados y en los textos antiguos, en Oriente y Occidente, en tahonas o en las panaderías donde los hombres se reúnen para conversar, aliviados por la maravilla del pan todavía caliente. El pan asociado al trabajo, al sudor de la frente; el pan como castigo (pan y agua); el pan como signo de pura materialidad (no sólo de pan vive el hombre); el pan asociado a la bondad (más bueno que un pan); el pan como carestía (a falta de pan buenas son tortas); el pan como imagen de lo terrible (el pan amargo del exilio), todas son expresiones que nos remiten a la esencialidad del pan.
Nuestro pan de cada día nos lleva hasta Gilgamesh o a la Mesopotamia donde los hombres adoraban a Dagan, dios de los cereales. O a la historia de Kha, que perdió a Merit, la mujer que amaba y la enterró con cincuenta panecillos. Atenas importaba trigo y dictaba leyes sobre cómo debía comprarse y distribuirse el pan. Platón elogia en Gorgias las habilidades del panadero Terión. En el Artopoikón, libro sobre el pan, Crisipo de Tiana asegura que en la Hélade hay setenta y dos tipos de pan. Roma celebraba la festividad de la Cerealia. Marcial se quejaba de que las Fornacalias, en honor a la diosa Fornax, no le permitían descansar. En ningún lugar como en Hungría hay tantas palabras y dichos que hablen del pan. En ninguna otra isla del Mediterráneo hay tanta variedad de panes como en Cerdeña.
“El pan está presente en la fe y la oración”, nos recuerda Matvejevic. En los libros sagrados el pan reaparece una y otra, como para recordar que no es posible pensar al hombre sin el pan. En el Antiguo Testamento, Eliseo ya ha multiplicado los panes para alimentar a los hambrientos. El cristianismo visibilizó el pan, lo rodeó de una dramaturgia que llevamos en nuestra memoria: “En la misa cristiana, en el altar, en los ritos religiosos y en las disputas teológicas, el pan se torna, siglo tras siglo, cada vez más presente y visible: la comunión, la hostia y la custodia, el tabernáculo o sagrario, el cáliz y la transubstanciación, la transformación eucarística del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, la consubstanciación, el pan como palabra de Dios, el logos de la fe, el mensaje del catecismo.

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