Terminar con la malnutrición
JOSÉ GRAZIANO DA SILVA | EL UNIVERSAL
domingo 9 de junio de 2013
La fecha límite de 2015 para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) se acerca rápidamente. Es hora de hacer un balance de los progresos y ver lo que aún queda por hacer.
El avance hacia el ODM 1 –que busca reducir a la mitad la prevalencia del hambre– ha sido variado, pero con un empuje final todavía podemos cumplir la meta.
Treinta y ocho países han tenido éxito en reducir a la mitad la proporción de personas desnutridas. Dieciocho de ellos también han logrado la meta más ambiciosa de reducir a la mitad el número absoluto de personas que padecen hambre, establecida en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación organizada por la FAO en 1996.
Estos países demuestran que acabar con el hambre es posible. Deberían inspirarnos a establecer una meta aún más audaz que su reducción: la completa erradicación del hambre y la malnutrición.
A pesar de los progresos que hemos logrado, hoy en día 870 millones de personas padecen hambre en todo el mundo, y esta cifra representa solo una fracción de la población mundial cuya salud y vidas son arruinadas por la malnutrición.
Se estima que el 26 por ciento de los niños del mundo sufren retraso del crecimiento, dos mil millones de personas sufren la falta de las vitaminas y minerales esenciales necesarios para el desarrollo mental y físico, y cerca de 500 millones de personas son obesas.
El verdadero costo de la desnutrición, en términos de sufrimiento humano y salud, es enorme. Se estima que los costos que la desnutrición impone a la economía mundial en términos de pérdidas de productividad y atención médica directa podrían alcanzar hasta el 5 por ciento del producto bruto mundial –$3.5 billones de dólares norteamericanos– equivalentes a $500 dólares por persona, y comparable al PIB de Alemania.
Pero, ¿qué podemos hacer para erradicar la desnutrición? La edición de este año de la publicación insigne de la FAO, El Estado de la Agricultura y la Alimentación: Sistemas de Alimentación para una mejor nutrición, nos da algunas respuestas a esta pregunta.
Las dietas saludables y la buena nutrición deben comenzar con la alimentación y la agricultura. La forma en que cultivamos, criamos, procesamos, transportamos y distribuimos los alimentos influyen la forma en que comemos.
Mejoras a los sistemas alimentarios pueden hacer que los alimentos sean más asequibles, diversos y nutritivos.
Necesitamos políticas agrícolas e inversión en investigación para aumentar la productividad no sólo de granos básicos como el maíz, el arroz y el trigo, sino también de legumbres, carne, leche, verduras y frutas, alimentos ricos en nutrientes.
Reducir las pérdidas y desperdicio de alimentos también puede ayudar a que la comida sea más disponible y asequible, y al mismo tiempo reduciría la presión sobre la tierra y otros recursos.
Sistemas alimentarios correctamente organizados son la clave para generar dietas más diversificadas y saludables. Por último, tenemos que ayudar a los consumidores a tomar buenas decisiones dietéticas para una mejor nutrición a través de educación, información y otras intervenciones.
Es importante destacar que los sistemas alimentarios deben ser más sensibles a las necesidades de las madres y los niños pequeños. La desnutrición durante los críticos primeros 1.000 días puede provocar un deterioro físico y cognitivo de por vida en los niños.
Dar a las mujeres mayor control sobre los recursos y los ingresos beneficiará su salud y la de sus hijos. Políticas, intervenciones e inversiones en tecnologías agrícolas e infraestructura que ahorren mano de obra, junto con redes y servicios de seguridad social focalizados pueden hacer contribuciones importantes a la salud y nutrición de mujeres, infantes y niños pequeños.
Hacer que los sistemas alimentarios sean más capaces de mejorar la nutrición es una tarea compleja que requiere un fuerte compromiso político y el liderazgo al más alto nivel, junto con amplias asociaciones y alianzas. Las decisiones de políticas que tomemos deben garantizar que todas las personas tengan acceso a una amplia gama de alimentos nutritivos así como al conocimiento y la información necesarios para que tomen decisiones saludables.
La seguridad alimentaria y la nutrición están en lo más alto de la agenda internacional de desarrollo sostenible. Tenemos que ser atrevidos y dar el paso de comprometernos con la erradicación total del hambre y la malnutrición. Esto debemos lograrlo dentro de nuestras vidas, como propuso el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, en su Desafío Hambre Cero, o de forma más ambiciosa aún, antes del año 2025.
El autor es Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO.
rlc-prensa@fao.org
www.rlc.fao.org
El avance hacia el ODM 1 –que busca reducir a la mitad la prevalencia del hambre– ha sido variado, pero con un empuje final todavía podemos cumplir la meta.
Treinta y ocho países han tenido éxito en reducir a la mitad la proporción de personas desnutridas. Dieciocho de ellos también han logrado la meta más ambiciosa de reducir a la mitad el número absoluto de personas que padecen hambre, establecida en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación organizada por la FAO en 1996.
Estos países demuestran que acabar con el hambre es posible. Deberían inspirarnos a establecer una meta aún más audaz que su reducción: la completa erradicación del hambre y la malnutrición.
A pesar de los progresos que hemos logrado, hoy en día 870 millones de personas padecen hambre en todo el mundo, y esta cifra representa solo una fracción de la población mundial cuya salud y vidas son arruinadas por la malnutrición.
Se estima que el 26 por ciento de los niños del mundo sufren retraso del crecimiento, dos mil millones de personas sufren la falta de las vitaminas y minerales esenciales necesarios para el desarrollo mental y físico, y cerca de 500 millones de personas son obesas.
El verdadero costo de la desnutrición, en términos de sufrimiento humano y salud, es enorme. Se estima que los costos que la desnutrición impone a la economía mundial en términos de pérdidas de productividad y atención médica directa podrían alcanzar hasta el 5 por ciento del producto bruto mundial –$3.5 billones de dólares norteamericanos– equivalentes a $500 dólares por persona, y comparable al PIB de Alemania.
Pero, ¿qué podemos hacer para erradicar la desnutrición? La edición de este año de la publicación insigne de la FAO, El Estado de la Agricultura y la Alimentación: Sistemas de Alimentación para una mejor nutrición, nos da algunas respuestas a esta pregunta.
Las dietas saludables y la buena nutrición deben comenzar con la alimentación y la agricultura. La forma en que cultivamos, criamos, procesamos, transportamos y distribuimos los alimentos influyen la forma en que comemos.
Mejoras a los sistemas alimentarios pueden hacer que los alimentos sean más asequibles, diversos y nutritivos.
Necesitamos políticas agrícolas e inversión en investigación para aumentar la productividad no sólo de granos básicos como el maíz, el arroz y el trigo, sino también de legumbres, carne, leche, verduras y frutas, alimentos ricos en nutrientes.
Reducir las pérdidas y desperdicio de alimentos también puede ayudar a que la comida sea más disponible y asequible, y al mismo tiempo reduciría la presión sobre la tierra y otros recursos.
Sistemas alimentarios correctamente organizados son la clave para generar dietas más diversificadas y saludables. Por último, tenemos que ayudar a los consumidores a tomar buenas decisiones dietéticas para una mejor nutrición a través de educación, información y otras intervenciones.
Es importante destacar que los sistemas alimentarios deben ser más sensibles a las necesidades de las madres y los niños pequeños. La desnutrición durante los críticos primeros 1.000 días puede provocar un deterioro físico y cognitivo de por vida en los niños.
Dar a las mujeres mayor control sobre los recursos y los ingresos beneficiará su salud y la de sus hijos. Políticas, intervenciones e inversiones en tecnologías agrícolas e infraestructura que ahorren mano de obra, junto con redes y servicios de seguridad social focalizados pueden hacer contribuciones importantes a la salud y nutrición de mujeres, infantes y niños pequeños.
Hacer que los sistemas alimentarios sean más capaces de mejorar la nutrición es una tarea compleja que requiere un fuerte compromiso político y el liderazgo al más alto nivel, junto con amplias asociaciones y alianzas. Las decisiones de políticas que tomemos deben garantizar que todas las personas tengan acceso a una amplia gama de alimentos nutritivos así como al conocimiento y la información necesarios para que tomen decisiones saludables.
La seguridad alimentaria y la nutrición están en lo más alto de la agenda internacional de desarrollo sostenible. Tenemos que ser atrevidos y dar el paso de comprometernos con la erradicación total del hambre y la malnutrición. Esto debemos lograrlo dentro de nuestras vidas, como propuso el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, en su Desafío Hambre Cero, o de forma más ambiciosa aún, antes del año 2025.
El autor es Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO.
rlc-prensa@fao.org
www.rlc.fao.org
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