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Evocaciones desde un taller blanco
Eugenio Montejo (Caracas,19 de octubre de 1938 - Valencia, 5 de junio de 2008) fue un poeta y ensayista venezolano, fundador de la revista Azar Rey y co-fundador de laRevista Poesía de la Universidad de Carabobo. Fue investigador en el Centro de Estudios Latinoamericanos "Romulo Gallegos" de Caracas, y colaborador de una gran cantidad de revistas nacionales y extranjeras. En 1998 recibió el Premio Nacional de Literatura de Venezuela y en 2004 el Premio Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo. Uno de sus poemas es citado en la película 21 gramos, del director mexicanoAlejandro González Iñárritu.
Eugenio Montejo fue Profesor Universitario, Gerente Literario de la Editorial MonteAvila de Venezuela. Como diplomático trabajo en la embajada de Venezuela en Portugal en varias ocasiones.
El valor de su estimable obra poética y ensayística no ha parado de crecer en los últimos años, siendo una de las más importantes y originales de la última mitad del siglo XX.
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Quienes estiman el ensayo, para leerlo o escribirlo, no pueden sustraerse al sortilegio de un género que encierra infinitas posibilidades estéticas y literarias. Eugenio Montejo convierte sus reflexiones en torno al acto literario, sea como poeta o lector atento y acucioso, en un trabajo intelectual de buena factura lingüística. Su libro El taller blanco, publicado por primera vez hace algunos años por Fundarte y reeditado en 1996 por el Departamento de Publicaciones de la Universidad Metropolitana de México, recopila un conjunto de ensayos que ejemplifican dominio estilístico y serena claridad lírica para abordar los temas literarios más disímiles.
He vuelto sobre las páginas de El taller blanco. Su relectura me ha deparado (esta reedición mexicana incorpora algunos nuevos escritos) un verdadero placer, en el sentido barthesiano del vocablo. En primer lugar porque descubro una frescura estilística de precisa belleza. En segundo término, debido a los temas que lo estructuran: consideraciones sobre el quehacer poético y literario a través de poetas como Cavafis, Ramos Sucre, Sá Carnerio, Borges y Lichtenberg.
En el exquisito escrito que proporciona título al libro, Eugenio Montejo establece un paralelismo evocador entre un taller literario y una panadería. Los talleres de poesía se instauran en algunas universidades y centros culturales para proporcionar refugio a quienes se inician en el quehacer poético. Por supuesto que por asistir dichos talleres los interesados no se convierten en poetas de estatura, a lo sumo muchos sólo serán impertérritos entusiastas de la palabra poética.
Eugenio Montejo ve en el taller un medio para aprender los procesos artesanales que se utilizan para llegar a la estructura y los nervios del poema. Se pasea también por el significado de la palabra taller. Todo esto parece, en principio, una teorización libresca sobre las vicisitudes de los talleres de poesía; sin embargo, Montejo le saca el zumo a la argumentación y hace un giro inesperado en el que entremezcla vivencia personal y metáfora, con un rigor intelectual sorprendente, confesando que para iniciarse en el ejercicio poético no tuvo la dicha, o desdicha, de participar en taller literario alguno. Luego, rectifica que estuvo bastante tiempo en el taller blanco: "Era éste un taller de verdad, como es verdad el pan nuestro de cada día. Mi padre había aprendido de muchacho el oficio de panadero. Se inició, como cualquier aprendiz, barriendo y cargando canastos y, llegó a ser, con los años, maestro de cuadra, hasta poseer, más tarde, su propia panadería, el taller que cobijo buena parte de mi infancia". El texto prosigue con cristalinos toques de poesía, haciendo un recuento del trabajo nocturno de los panaderos, de sus conversaciones o la pericia manual para dar forma a la masa y sobre la harina esparcida por los largos mesones como tenue capa o como el mismo Montejo escribe:
En lo particular, no tolero de los libros dos cuestiones: que me aburran y que conviertan la palabra escrita en una estopa fría de argumentaciones intelectuales, carentes de magia y carnadura metafórica. En eso de meterle piel, nervios y alma a cada palabra, Montejo es bastante competente y tampoco le sobra el lirismo al momento de asumir el malabarismo ensayístico.
La escritura permite soñar sobre la página en blanco, o sobre la pantalla del procesador, a quienes aman las palabras. Al pasar el mundo de las vivencias cotidianas por el tamiz del lenguaje escrito, todo parece transformarse: nuestros anhelos, nuestra experiencia y nuestras lecturas se convierten en nuestro soporte ético, en ese espejo poético donde podemos vernos con regocijo y con innegable honestidad. Soñamos a través de las palabras o, como lo ha escrito Montejo: "El sueño nos reconforta porque nos devuelve la certeza, a menudo perdida, de que mientras algo sueñe en nosotros, la verdadera facultad poética permanece intacta".
ESTE ARTICULO AMPLIADO APARECE EN EL SUPLEMENTO "LETRA INVERSA" de la
"REVISTA DEL DOMINGO" DE NOTITARDE 30-06-13 PÁGS.6-7 (ENSAYO)
Carlos Yusti (Valencia-Venezuela, 1959). Escritor y pintor. Ha publicado los libros Pocaterra y su mundo, De ciertos Peces Voladores,Vírgenes necias y Cuaderno de argonauta. Tiene un libro inédito sobre artes visuales titulado La mirada impertinente. Sus artículos se publican en la revista literaria Predios y en los suplementos culturales de Ultimas Noticias y del diario Noti-tarde. Como pintor ha realizado alrededor de 30 exposiciones individuales.
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