Lutecia Adams, forma sana de comer
26APR
El Personaje de la semana y su receta
Lutecia Adam
1 kg de cebollas
250 g de aceitunas negras
2 paquetes de queso crema
1 panela de mantequilla o margarina
1 cabeza de ajo
2 limones (grandes)
2 copas de jerez o blanco seco
1 cucharadita de pimienta negra recién molida
1 cucharada grande de nuez moscada
4 hojas de laurel (picaditas o en polvo)
2 cucharadas de salsa inglesa
2 cucharadas de salsa soya
1 cucharadita de Guayabitas del Perú
2 cucharadas de gelatina sin sabor
Lutecia Adam
NATURISTA Luchadora social incansable, nació en Irapa, Estado Sucre. Vivió en Tucupita, Delta del Orinoco, hasta que tuvo 16 años. Se educó con las Hermanas Franciscanas. Tiene cinco hijos, 14 nietos. Ha escrito varios libros: "Diario íntimo de amapolas y fantasmas", "Laboratorio de la naturaleza 1", "Laboratorio de la naturaleza 2" y "El gran laboratorio de la naturaleza". Desde hace más de 15 años trabaja con la comunidad de Hato Viejo en un programa de acción socio-educativa-cultural para incrementar la producción de artesanías, mejorar la calidad de la alimentación con los productos del medio y elevar la calidad de vida de quienes participan en el proyecto
Tomado del blog "Enlasdosorillas2". Esperanza Márquez
La existencia de Lutecia Adam está llena de cosas bellas, pero también ha tenido que pasar por experiencias que la marcaron para siempre, como ser perseguida, junto a toda su familia, por la dictadura de General Marcos Pérez Jiménez.Pero ya hoy en día Lutecia ha superado todos estos acontecimientos, además de haber superado una enfermedad que la tuvo al borde de la muerte.
Pero vamos a comenzar por el principio, desde su infancia, hasta llegar a cómo Lutecia, Adam cambiando sus hábitos alimenticios, su manera de pensar, sentir, etc., logró superar su enfermedad, considerada como incurable.
"¿Qué comía en mi infancia?
De todo lo que me daban. Pero uno de los olores que recuerdo con gran nostalgia cuando hago pan, es el de pan recién horneado.
En mi casa se hacía el pan.
Mi Nenita tíaabuelamamá era una artista en la cocina, ella logró conjugar el arte de la gastronomía criolla con la exquisitez de la comida francesa.
"Mi padre era francés y consideraba algunas de nuestras comidas indígenas como poco nutritivas.
El casabe y la arepa no se comían, pero yo me desquitaba en casa de mis abuelos y amigas del colegio, y comía todas esos platos criollos extraños en mi casa.
"Nuestro desayuno era el típico francés: pan, mermelada, mantequilla queso, frutas, algún cereal y una bebida que inventó mamá a base de papelón, especias y leche que llamó Guarey y que aprenden a consumir los pacientes de cáncer y las personas con quienes intercambio conocimientos.
"Nuestro almuerzo estaba compuesto por sopas variadas, desde la típica de cebolla, hasta los caldos y sancochos criollos de gallina y carne de res, pescados.
Comíamos mucho pescado, por lo menos tres veces a la semana, muchas ensaladas y vegetales, en casa había un huerto y se cultivaban verduras y hortalizas. También se comían plátanos a diario, nunca faltaban los plátanos pues el francés que no dejó entrara a nuestra casa el casabe y la arepa, se enamoró de ellos, y consideraba el valor nutritivo del plátano superior a muchas frutas. Los comíamos en puré, fritos, horneados en dulces en todas las formas. Él los comía como postre, a nosotros nos encantaba con la comida.
"En la cena tomábamos una comida suave como pastas, puré, un poco de pollo y postre.
Nunca faltaban cereales: avena, cebada, con la leche que traían de la finca de los abuelos, la cual hervían y daba unas natas gordas deliciosas, la que yo pretendía comerme sola".
La conversación con Lutecia es tan animada, formadora, enriquecedora y llena de la paz interna que nos comunica en cada gesto, en cada sonrisa o en cada carcajada, que hubiéramos podido hablar con ella el día entero.
Una anécdota de su infancia de niña traviesa y sincera: "Antiguamente cuando alguien regresaba de viajes o se enfermaba un miembro de la familia, se acostumbraba enviar a las niñas de la casa con alguna delicadeza para el enfermo o el recién llegado. Mi mamá enviaba su presente: galletas caseras, o huevos frescos, o flores del jardín, o unas islas flotantes, con sus tres niñitas, con la recomendación de que si nos ofrecían merendar o algo, dijéramos ‘No gracias, ya merendamos’.
Yo respondía, "Sí, yo sí quiero, muchas gracias".
Mis hermanas me veían con una cara de descarada que no tenía tamaño".
Lutecia Adam, antes de enfermarse tan gravemente, llevaba una vida a la que decidió darle un vuelco: "Comía y bebía de todo, llevaba una vida social intensa y estresante.
Vivía para darme placer y satisfacciones de toda índole y hacía ejercicios, no por el placer que te da el movimiento, sino por estar en forma, no ser gorda. La belleza externa".
Hoy en día y desde hace años, hasta lograr su total curación con el asombro de sus médicos, Lutecia Adam se ha inventado, para ella y para todo al que pueda ayudar, una nueva y sana forma de comer: "No considero mi comida netamente vegetariana, porque no practico la rigidez de algunos vegetarianos, uso leche, huevos criollos, como un poco de pescado y aves criadas en el patio sin hormonas y antibióticos. Creo que los cambios en la alimentación deben ser conscientes y armónicos, y adaptar esos cambios de acuerdo a cada naturaleza.
Nos alimentamos no sólo con lo que ingerimos por la boca, también nos alimentamos con lo que pensamos sentimos. " El cambio en los hábitos de vida de Lutecia Adam, no solamente tiene que ver con la alimentación.
Uno se nutre no sólo de alimentos, sino con nuestra manera de ver las cosas, de disfrutarlas y de cuidarnos tanto nuestra alma como nuestro cuerpo, y le pregunto: ¿Se puede considerar vanidad el cuido del cuerpo?
"No considero vanidad el cuido del cuerpo. Me parece hermoso y saludable que cuides el estuche que guarda tu alma, y ese cuerpo debe estar limpio de impurezas tanto físicas como emocionales, para alojar esa cosa maravillosa que es tu espíritu.
Es un acto de respeto y amor hacia ti mismo.
"Ser bella, para mí, era un reto, hoy la belleza es una cosa más íntima y profunda que se refleja en mi piel, en el brillo de mis ojos, y en la sonrisa de mis labios que brota ante el milagro de una tela de arañas tejida durante la noche en los naranjales preñados de azahares, bañados de rocío, que contemplo en mi caminata matinal en Hato Viejo".
Lutecia, ¿cuál es, hoy en día, tu filosofía de vida y que nos recomendarías para mejorar nuestras condiciones físicas, espirituales, emocionales, morales, mentales?
"Está basada en la simplicidad de las cosas. En perdonar, y disfrutar de las cosas que no tienen valor, como por ejemplo, el aire que respiro. Todos respiramos el mismo aire. Los pobres y los ricos. Eso nos unifica, así que cuando me levanto al amanecer y respiro y estoy viva, agradezco a esa fuerza Infinita que me sembró la vida por disfrutar de ello. Mientras menos tengo, menos cosas tengo que cuidar y puedo dedicar más tiempo a cultivar mi jardín, a escribir mis cosas, a cultivar lo que como, a compartir lo que aprendo cada día con los demás.
"Pienso que dejar vivir a los demás sin hacer juicios perniciosos y perdonar sus inconsecuencias, tomando las cosas al mismo ritmo de la naturaleza, como se suceden los cambios del día y la noche, la siembra y la cosecha, haciendo las cosas sin presiones, dejando que fluyan las fuerzas naturales que están dentro del universo, respetando el orden que rige las cosas.
"Yo diría que mi filosofía de vida se basa en respetar mi entorno y en nutrirme integralmente sin dañar en absoluto las bondades de la Naturaleza".
Con esta enseñanza de vida y con la receta que nos regala, que inventó en honor a su nieta, nos despedimos de Lutecia Adam, ejemplo de cómo la mente puede imponerse sobre el cuerpo y lograr su curación.
LA RECETA
Paté Ximena
Ingredientes:
Preparación:
Se lavan y pelas las cebollas, se pican en rodajas finas y se aderezan con limón, la pimienta, la salsa inglesa, la soya, la sal, los ajos machacados, guayabitas molidas y una copa de vino.
En una sartén se pone la mantequilla a fuego lento, al estar caliente, se sacan las cebollas de la maceración y se ponen al fuego, hasta que estén doradas y cristalinas. Le agrega el jugo donde estaban y la mitad de la nuez moscada, lo revuelve bien y lo deja cocer hasta que se consuma el vino. Le agrega la gelatina y revuelve. Lo apaga y deja reposar.
Finalmente licua el guiso y el queso crema.
Por partes, poco a poco integrando el queso crema con el guiso, hasta finalizar todo el material. Ya está listo para servirlo. Lo pone en una fuente adornado con aceitunas negras y verdes y lo sirve con panecitos y casabe tostado, o también con algunos palitos de celery o zanahoria, alrededor.
Fuente: El mundo
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