De brasas que alimentan en el desierto y llamas purificadoras en San Juan
La "pachamanca" ("olla de tierra", en quechua) combina diferentes carnes (alpaca, cerdo y pollo) con papas, yuca, camote y maíz, cocinados sobre un lecho abierto en el suelo y piedras calientes y tapados de nuevo con tierra y piedras.
Un expedicionario de la Ruta BBVA observa el geoglifo llamado "El árbol" del complejo de las líneas y los geoglifos de Nazca (Efe)
EL UNIVERSAL
sábado 28 de junio de 2014 12:47 PM
Paracas (Perú).- Los rituales son tan ancestrales como la propia existencia del ser humano y tan vinculados a la vida y a la muerte que, en un mismo día, se puede pasar de festejar una comida en el desierto preparada sobre brasas y tierra a saltar sobre unas llamas que dicen adiós a lo viejo y reciben a lo nuevo.
El fuego marcó la segunda jornada de la Ruta BBVA en Paracas, en el departamento de Ica, en la costa de Perú, en la que los expedicionarios conocieron la "pachamanca", un plato típico de ese país que combina tres elementos (piedra, tierra y fuego), y, horas después, sobre la arena de Playa Yumaque, saltaron sobre una hoguera con motivo de la noche de San Juan.
La "pachamanca" ("olla de tierra", en quechua) combina diferentes carnes (alpaca, cerdo y pollo) con papas, yuca, camote y maíz, cocinados sobre un lecho abierto en el suelo y piedras calientes y tapados de nuevo con tierra y piedras.
Este largo proceso, que implica trabajar el hueco desde la noche anterior y, una vez puestas a calentar las piedras con las brasas, abarca unas cinco horas (dependiendo de la cantidad de comida), fue vivido como una auténtica fiesta por los ruteros que llegaron hasta la finca "El Milagro", situada en pleno desierto de Paracas.
Ningún integrante de la expedición esperaba hallar, tras caminar por unas dunas impresionantes bajo el sofocante calor, una carpa levantada en su honor en medio del desierto por Bernardo Roca Rey, el propietario de estas 500 hectáreas, en las que ha logrado "el milagro" de adaptar cultivos tradicionales, como la quinua y la uva, a las condiciones climáticas de la zona.
Al jubilarse, este periodista, perteneciente a la familia propietaria de El Comercio, decidió cumplir su sueño de tener un vino propio, al que ha denominado "Vino de las arenas" y que es una fusión de varias influencias.
"Usamos la uva luna negra, de Perú, y la moscatel de Alejandría, que también es del desierto, después de que probé un vino de Málaga hecho con ella. Me dije que si hacía vino alguna vez en el desierto tenía que ser así", explicó este emprendedor, quien confesó que el secreto de su producción es "que está regada con agua del oasis".
Una pequeña acumulación de agua, llamada Pozosanto, es la que permite que se den tanto el cultivo de quinua como el de la vid (uva de la que saca vino y pisco) y que ahora Roca haya presentado ante la Ruta BBVA su primera cosecha.
"Mi intención no es hacer un vino industrial, sino un vino 'boutique', artesanal, que cuando escuchemos que la gente habla de la magia del Perú piense en nuestro vino", aseveró.
Los ruteros, acostumbrados a las incomodidades del campamento y sudorosos por la caminata atravesando las dunas, disfrutaron de una comida desconocida para la mayoría de ellos y aprovecharon la presencia de músicos locales para seguir quemando energías después de comer, bailando como si de un ritual se tratase.
Quizá los chicos, a su manera, daban las gracias a la tierra por lo que esta les había dado, algo de ese "vínculo atávico" con la "pachamama" que les había explicado Isabel Álvarez, socióloga y directora de Apega (Sociedad Peruana de Gastronomía), al hablar de antiguas civilizaciones antes de disfrutar de la "pachamanca".
Y como el ritual de la comida estuvo tan unido al fuego, la conclusión del día fue la perfecta, con la celebración de la noche de San Juan.
Papeles con cosas malas para eliminar y con deseos para cumplir que se lanzaron al fuego; descripción de las costumbres de celebración en varios países del mundo; saltos acrobáticos sobre la hoguera... fueron las formas en que el campamento instalado en Playa Yumaque festejó la noche más larga del año en el sur del mundo.
Nacer y morir, caer y levantarse, terminar y volver a empezar, etapas que se van cumpliendo y que permiten continuar el camino de esta vigésima novena edición de la Ruta BBVA.
El fuego marcó la segunda jornada de la Ruta BBVA en Paracas, en el departamento de Ica, en la costa de Perú, en la que los expedicionarios conocieron la "pachamanca", un plato típico de ese país que combina tres elementos (piedra, tierra y fuego), y, horas después, sobre la arena de Playa Yumaque, saltaron sobre una hoguera con motivo de la noche de San Juan.
La "pachamanca" ("olla de tierra", en quechua) combina diferentes carnes (alpaca, cerdo y pollo) con papas, yuca, camote y maíz, cocinados sobre un lecho abierto en el suelo y piedras calientes y tapados de nuevo con tierra y piedras.
Este largo proceso, que implica trabajar el hueco desde la noche anterior y, una vez puestas a calentar las piedras con las brasas, abarca unas cinco horas (dependiendo de la cantidad de comida), fue vivido como una auténtica fiesta por los ruteros que llegaron hasta la finca "El Milagro", situada en pleno desierto de Paracas.
Ningún integrante de la expedición esperaba hallar, tras caminar por unas dunas impresionantes bajo el sofocante calor, una carpa levantada en su honor en medio del desierto por Bernardo Roca Rey, el propietario de estas 500 hectáreas, en las que ha logrado "el milagro" de adaptar cultivos tradicionales, como la quinua y la uva, a las condiciones climáticas de la zona.
Al jubilarse, este periodista, perteneciente a la familia propietaria de El Comercio, decidió cumplir su sueño de tener un vino propio, al que ha denominado "Vino de las arenas" y que es una fusión de varias influencias.
"Usamos la uva luna negra, de Perú, y la moscatel de Alejandría, que también es del desierto, después de que probé un vino de Málaga hecho con ella. Me dije que si hacía vino alguna vez en el desierto tenía que ser así", explicó este emprendedor, quien confesó que el secreto de su producción es "que está regada con agua del oasis".
Una pequeña acumulación de agua, llamada Pozosanto, es la que permite que se den tanto el cultivo de quinua como el de la vid (uva de la que saca vino y pisco) y que ahora Roca haya presentado ante la Ruta BBVA su primera cosecha.
"Mi intención no es hacer un vino industrial, sino un vino 'boutique', artesanal, que cuando escuchemos que la gente habla de la magia del Perú piense en nuestro vino", aseveró.
Los ruteros, acostumbrados a las incomodidades del campamento y sudorosos por la caminata atravesando las dunas, disfrutaron de una comida desconocida para la mayoría de ellos y aprovecharon la presencia de músicos locales para seguir quemando energías después de comer, bailando como si de un ritual se tratase.
Quizá los chicos, a su manera, daban las gracias a la tierra por lo que esta les había dado, algo de ese "vínculo atávico" con la "pachamama" que les había explicado Isabel Álvarez, socióloga y directora de Apega (Sociedad Peruana de Gastronomía), al hablar de antiguas civilizaciones antes de disfrutar de la "pachamanca".
Y como el ritual de la comida estuvo tan unido al fuego, la conclusión del día fue la perfecta, con la celebración de la noche de San Juan.
Papeles con cosas malas para eliminar y con deseos para cumplir que se lanzaron al fuego; descripción de las costumbres de celebración en varios países del mundo; saltos acrobáticos sobre la hoguera... fueron las formas en que el campamento instalado en Playa Yumaque festejó la noche más larga del año en el sur del mundo.
Nacer y morir, caer y levantarse, terminar y volver a empezar, etapas que se van cumpliendo y que permiten continuar el camino de esta vigésima novena edición de la Ruta BBVA.
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