En El Caballo Blanco
Siempre por la calle Colombia, la antigua Calle Real, cruzamos en la avenida Farriar para dirigirnos al emblemático restaurant Caballo Blanco. Fuimos solos para que no nos interrumpieran el recuerdo a nuestra querida Marbella Jiménez, quien nos llevó a ese mágico lugar el primer día que llegamos a El Carabobeño. Don Cosimo Natale, especie de “maitre d'hotel” con toda la gentileza de los napolitanos y su hija Renata nos reciben con alegría, nos felicitan y nos invitan a disfrutar de su auténtica mesa en la que no faltan la sopa de pasta o arroz, los clásicos espaguetis al pesto, Boloña y Nápoles; envoltinos en salsa, bistec a la pizzaiola, bistec de hígado encebollado, salchichas fritas con macarrones, atún con encurtidos, pollo horneado, milanesa a la parmesana y mozarella con encurtidos. Una cocina auténtica, sin las pretensiones de esos disparates que llaman cocina fusión o la que hacen cualquier cocinero que se hace llamar chef.
El Caballo Blanco está cumpliendo medio siglo y es asombroso que su recinto -una casa colonial- no haya sufrido transformaciones en su decoración: las mismas cortinas estampadas, las mismas sillas y mesas de madera sin labrar, cubiertas por manteles de hule, en el corredor; las frondosas plantas del jardín interior. El ambiente de silencio -locación perfecta para filmar una película de comienzos de los años 60- nos conmueve y entristece pensando en que la querida amiga se haya ido tan temprano sin darnos tiempo a celebrar nuestro doctorado que tanto habríamos disfrutado recordando tantas anécdotas que convivimos y que forman parte de la historia del periodismo valenciano en el último medio siglo.
La melancolía nos invadió y, a pesar de que somos duros de llorar, sentimos que se nos humedecieron los ojos y se nos apretó el pecho estando tan solo en aquél lugar mítico. De repente, tuvimos la sensación de que nos quedamos dormidos y nos pusimos a soñar con nuestro amigo el artista Oswaldo Vigas, cuando vimos a un señor idéntico a él, cuando estaba más joven. Para cerciorarnos de que estábamos despiertos le preguntamos: ¿usted es familia de Oswaldo Vigas? No, pero siempre me hacen esa pregunta, respondió.
Conversamos un largo rato de mesa a mesa. Y, cuando fuimos a cancelar la cuenta, Renata nos dice, sañalando a la mesa: el señor Pedro Sereno dijo que usted es su invitado. Don Cosimo, con tono apesadumbrado, agrega “¡que broma!, yo quería invitarle. Será para la próxima”.
Damos las gracias a nuestro nuevo amigo y salimos a concluir el recorrido en la clínica Guerra Méndez donde, nuestro amigo Rafael Enrique Casal, se encuentra hospitalizado recuperándose de salud. Regresamos a El Carabobeño donde nos esperaba un montón de notas por redactar, como lo hacemos desde hace mucho más de cuatro décadas. Todo sigue igual, nada ha cambiado .
Tomado de: Alfredo Fermín / Hoy y Después en Valencia El Carabobeño 09/06/2014 |
Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP
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