CARPE VINUM
"El mercadeo y la publicidad son enemigos de la independencia..."
VLADIMIR VILORIA | EL UNIVERSAL
sábado 30 de agosto de 2014 12:00 AM
Comunicar la gastronomía
Hace poco, en el marco del Mesamérica 2014, Julio Villanueva Chang, editor de la revista Etiqueta Negra, afirmaba: "... hay una fatiga de notas e imágenes de comida. Estamos tan saturados de ella al punto de que su repetida exhibición en primer plano con el fin de excitarnos vuelve a veces este negocio una nueva especie de pornografía, donde no importa la historia, ni los conflictos, ni la complejidad, sino sólo decir qué rico... La experiencia gastronómica, desde la complejidad, desde las lecturas, desde las vivencias, es a lo que debe aspirar un periodista dedicado a explicar la cultura de la comida".
Y abría así un debate. Veamos.
Los mejores cronistas gastronómicos en el mundo provienen de la filosofía, la historia, la sociología, la antropología, la literatura, el arte, y también, del periodismo.
El problema está en el qué y el cómo se comunica. Una cosa es reseñar "noticiosamente" tendencias, productos, personajes, marcas, locales, etc., y otra asumir dudas razonables y plantearse preguntas sobre el valor real de lo que se reseña.
La mayoría tiende hacia lo primero (la reseña "noticiosa"), por lo general siempre halagadora y complaciente, que a la crítica sana y constructiva. La sospecha, actitud necesaria a la hora de escribir, brilla por su ausencia.
Sucede, además, que este comunicador, crítico o no, está sumergido, de una manera u otra, en el negocio mediático. Incluso y muchas veces, en el complicado mundo de las relaciones públicas.
Su independencia es, por lo tanto, difícil, pues responde a intereses editoriales, bien sea como asalariado, o como dueño de su propio negocio.
Posiblemente, el nuevo ámbito comunicacional abierto por el hecho digital -la llamada red 2.0, etc.- sea un rico escenario dispuesto a convertirse en un terreno libre para el diálogo periodístico más independiente y riguroso, de largo aliento, liberado de los intereses propios del negocio de la comunicación tradicional, siempre atrapado en el afán por la pauta publicitaria.
Es preciso no olvidar, también, que el cronista está en medio del llamado food business, donde también juegan duro cocineros, restauradores, marcas de tecnología culinaria y alimentaria y comercios de distribución.
Quien comunica sobre culinaria y afines debería estar siempre atento a los intereses que se mueven en el negocio de los alimentos, y mantenerse al margen.
El mercadeo y la publicidad son enemigos de la independencia a la hora de escribir inteligente y libremente. ¡Salud!
Hace poco, en el marco del Mesamérica 2014, Julio Villanueva Chang, editor de la revista Etiqueta Negra, afirmaba: "... hay una fatiga de notas e imágenes de comida. Estamos tan saturados de ella al punto de que su repetida exhibición en primer plano con el fin de excitarnos vuelve a veces este negocio una nueva especie de pornografía, donde no importa la historia, ni los conflictos, ni la complejidad, sino sólo decir qué rico... La experiencia gastronómica, desde la complejidad, desde las lecturas, desde las vivencias, es a lo que debe aspirar un periodista dedicado a explicar la cultura de la comida".
Y abría así un debate. Veamos.
Los mejores cronistas gastronómicos en el mundo provienen de la filosofía, la historia, la sociología, la antropología, la literatura, el arte, y también, del periodismo.
El problema está en el qué y el cómo se comunica. Una cosa es reseñar "noticiosamente" tendencias, productos, personajes, marcas, locales, etc., y otra asumir dudas razonables y plantearse preguntas sobre el valor real de lo que se reseña.
La mayoría tiende hacia lo primero (la reseña "noticiosa"), por lo general siempre halagadora y complaciente, que a la crítica sana y constructiva. La sospecha, actitud necesaria a la hora de escribir, brilla por su ausencia.
Sucede, además, que este comunicador, crítico o no, está sumergido, de una manera u otra, en el negocio mediático. Incluso y muchas veces, en el complicado mundo de las relaciones públicas.
Su independencia es, por lo tanto, difícil, pues responde a intereses editoriales, bien sea como asalariado, o como dueño de su propio negocio.
Posiblemente, el nuevo ámbito comunicacional abierto por el hecho digital -la llamada red 2.0, etc.- sea un rico escenario dispuesto a convertirse en un terreno libre para el diálogo periodístico más independiente y riguroso, de largo aliento, liberado de los intereses propios del negocio de la comunicación tradicional, siempre atrapado en el afán por la pauta publicitaria.
Es preciso no olvidar, también, que el cronista está en medio del llamado food business, donde también juegan duro cocineros, restauradores, marcas de tecnología culinaria y alimentaria y comercios de distribución.
Quien comunica sobre culinaria y afines debería estar siempre atento a los intereses que se mueven en el negocio de los alimentos, y mantenerse al margen.
El mercadeo y la publicidad son enemigos de la independencia a la hora de escribir inteligente y libremente. ¡Salud!
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