Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP

Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP
Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP del cual fue su Coordinador al inicio. GASTRONOMIA (del griego γαστρονομία)es el estudio de la relación del hombre con su alimentación y su medio ambiente o entorno.Gastrónomo es la persona que se ocupa de esta ciencia. A menudo se piensa erróneamente que el término gastronomía únicamente tiene relación con el arte culinario y la cubertería en torno a una mesa. Sin embargo ésta es una pequeña parte del campo de estudio de dicha disciplina: no siempre se puede afirmar que un cocinero es un gastrónomo. La gastronomía estudia varios componentes culturales tomando como eje central la comida.Para mucha gente, el aprender a cocinar implica no solo encontrar una distracción o un pasatiempo cualquiera; pues cocinar (en un término amplio) es más que solo técnicas y procedimientos... es un arte, que eleva a la persona que lo practica y que lo disfruta. Eso es para mi la cocina, con mis obvias limitaciones para preparar diversos platillos, es una actividad que disfruto en todos sus pasos, desde elegir un vegetal perfecto, pasando por el momento en que especiamos la comida, hasta el momento en que me siento con los que amo a disfrutar del resultado, que no es otro más que ese mismo, disfrutar esta deliciosa actividad o con mis alumnos a transmitirles conocimientos que les permitirán ser ellos creadores de sus propios platos gracias a sus saberes llevados a sabores

miércoles, 2 de julio de 2014

En la gastronomía local, dos enigmas perduran. ¿Quiénes serán las señoras que elaboran los postres del carrito? De cada cinco sitios, cuatro y medio tienen esas famosas alternativas. Sin que el comensal proteste. El segundo enigma es por qué en todos los restaurantes quien ofrece los postres del carrito es último en la fila de prestigios de la casa. El más novato.

La señora del carrito

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En la gastronomía local, dos enigmas perduran.
¿Quiénes serán las señoras que elaboran los postres del carrito? De cada cinco sitios, cuatro y medio tienen esas famosas alternativas. Sin que el comensal proteste. El segundo enigma es por qué en todos los restaurantes quien ofrece los postres del carrito es último en la fila de prestigios de la casa. El más novato.
I
El valor de la repostería nacional es enorme, pero anónimo. No hay familia en la que manos femeninas no le den al corazón gozo, a la celebración sentido y, hasta hace poco, a la sobremesa alegría y cierre magistral.
Quien no tiene repostera con fama en la familia, la pide prestada. Y eso es de buen ver. Tan de buen ver que el sector informal se las presta a todos los que tienen patente y licencia de licores, pero en repostería son huérfanos.
No verá el lector ningún carrito proclamando de quiénes son las delicias que algunos imaginan que son pecado, y otros, exceso. Puede el comensal despachar cuatro whiskys, vodkas o rones, pero se abstiene del postre “porque tiene muchas calorías”.
Las señoritas de la modernidad huyen del carrito como del diablo. Supone uno que cuando los demás la observan disfrutar un merengón o una torta de guayaba, de inmediato la disculpan. “Es que ella tiene una gorda en el corazón”.  O mejor aún, piensan que está pasando un mal momento, o ha tomado la decisión de no competir por el Miss Venezuela.
Observando en los restaurantes a los jóvenes, se advierte la fuerza de voluntad que exige la playa y la figura. En las fiestas, los postres ocupan un lugar preferencial en la ambientación. Están más allá de los arreglos florales, pero más acá de lo prohibido. Los muchachos los miran pero no los tocan. Prefieren darle duro a los tequeños, siguiendo el ejemplo de los mayores, que con continuidad y parsimonia dicen al mesonero: “Échele, pero no me vaya a cambiar el vaso”.
II
¿Por qué el más novato e inexperto es quien conduce el carrito de la señora de los postres? No es un problema de memoria, ni de entrenamiento. Porque las doñitas, si bien repiten sus platos magistrales, no se les ocurre hacer cocina de falsa vanguardia. No hay –por ejemplo– “tembladera de azúcar, leche y huevos en su espejo de caramelo”, sino Flan.

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