Nuestra alimentación
Hay que volver a comer con variedad y lograr al menos un repertorio básico de 25 a 30 platos
ARMANDO SCANNONE | EL UNIVERSAL
sábado 18 de mayo de 2013 12:00 AM
El desinterés por la alimentación de los venezolanos, condición para una buena salud, por parte de los despachos de Salud, Educación y Familia, a partir de la primera crisis de nuestra Democracia, ha contribuido, aún más, a la deficiente alimentación de los venezolanos hoy. Antes el Instituto Nacional de Nutrición le prestaba atención, había buenos comedores populares y se instituyó el vaso de leche escolar en las escuelas públicas, sustituido a partir del invento, de un menjurje, el Lactovisoy, que pretendía agregar a la pobre alimentación de los escolares todos los nutrientes posibles, pero que acabó con el vaso de leche.
No toda la culpa ha sido oficial. Más importante ha sido el abandono de la comida tradicional criolla a partir del año 1935, en parte, por la desaparición progresiva de las cocineras domésticas criollas, que buscaban trabajo en las industrias y comercios que aumentaban, animadas por mejores salarios y porque les permitía vivir con su familia, y a la que sólo visitaban cada una o dos semanas. Por otra parte, a partir de 1930, la mujer venezolana de mejor condición económica, que antes era educada para ser ama de casa, había irrumpido con éxito en los planteles de educación superior en búsqueda del lugar que le correspondía en la sociedad, y en 1946, cuando en el Estatuto Electoral, dictado entonces, se le reconoció igualdad de Derechos Políticos a todos los ciudadanos, a partir del voto, se le consolidó así, a la mujer, su condición de ciudadana, con todos sus derechos -no sólo civiles sino también políticos- cambiando su papel de ama de casa, y a la larga se abandonó esa tradición cultural que ellas heredaban y custodiaban: la comida tradicional criolla, y así, el olvido progresivo de esa cocina, y la reducción del repertorio básico a sólo unos 15 platos diferentes, cuando eran unos 20 a 25 en las clases pobres y 40 a 50, en las de mayor condición económica, y en definitiva, la variedad en nuestra comida, primera condición para alimentarse nutricionalmente bien, y razón fundamental de la mala alimentación del venezolano hoy, y de los niños peor. Como consecuencia, el alarmante exceso de peso y de la obesidad en nuestra población y, a la larga, la mayor incidencia de diabetes y otras dolencias, lo que constituye un grave problema de salud pública.
Corresponde con urgencia a esos despachos, y primordialmente a nuestros cocineros, asumir el reto de llevar nuestra comida a los restaurantes y que se vuelva a comer en nuestros hogares, para tener una mejor alimentación y volver a comer con variedad; lograr al menos un repertorio básico de 25 a 30 platos en las clases pobres, contribuyendo a lo que la sociedad, por su cuenta, viene haciendo, lentamente desde 1985, para recuperar nuestra cocina tradicional criolla que, cuando es variada, no sólo es placentera, suculenta, exuberante y cosmopolita sino, también, nutricionalmente equilibrada, es decir, excelente y, además, parte importante de nuestra cultura.
ascannone@gmail.com
No toda la culpa ha sido oficial. Más importante ha sido el abandono de la comida tradicional criolla a partir del año 1935, en parte, por la desaparición progresiva de las cocineras domésticas criollas, que buscaban trabajo en las industrias y comercios que aumentaban, animadas por mejores salarios y porque les permitía vivir con su familia, y a la que sólo visitaban cada una o dos semanas. Por otra parte, a partir de 1930, la mujer venezolana de mejor condición económica, que antes era educada para ser ama de casa, había irrumpido con éxito en los planteles de educación superior en búsqueda del lugar que le correspondía en la sociedad, y en 1946, cuando en el Estatuto Electoral, dictado entonces, se le reconoció igualdad de Derechos Políticos a todos los ciudadanos, a partir del voto, se le consolidó así, a la mujer, su condición de ciudadana, con todos sus derechos -no sólo civiles sino también políticos- cambiando su papel de ama de casa, y a la larga se abandonó esa tradición cultural que ellas heredaban y custodiaban: la comida tradicional criolla, y así, el olvido progresivo de esa cocina, y la reducción del repertorio básico a sólo unos 15 platos diferentes, cuando eran unos 20 a 25 en las clases pobres y 40 a 50, en las de mayor condición económica, y en definitiva, la variedad en nuestra comida, primera condición para alimentarse nutricionalmente bien, y razón fundamental de la mala alimentación del venezolano hoy, y de los niños peor. Como consecuencia, el alarmante exceso de peso y de la obesidad en nuestra población y, a la larga, la mayor incidencia de diabetes y otras dolencias, lo que constituye un grave problema de salud pública.
Corresponde con urgencia a esos despachos, y primordialmente a nuestros cocineros, asumir el reto de llevar nuestra comida a los restaurantes y que se vuelva a comer en nuestros hogares, para tener una mejor alimentación y volver a comer con variedad; lograr al menos un repertorio básico de 25 a 30 platos en las clases pobres, contribuyendo a lo que la sociedad, por su cuenta, viene haciendo, lentamente desde 1985, para recuperar nuestra cocina tradicional criolla que, cuando es variada, no sólo es placentera, suculenta, exuberante y cosmopolita sino, también, nutricionalmente equilibrada, es decir, excelente y, además, parte importante de nuestra cultura.
ascannone@gmail.com
La Academia reconoce a los mejores
Felicia Santana y Luis Troconis FOTOS MAYTE NAVARRO SERRANO
MAYTE NAVARRO
EL UNIVERSAL
EL UNIVERSAL
lunes 15 de julio de 2013
La Academia Venezolana de Gastronomía cumplió con una nueva edición de sus premios, entregados a quienes han dado relevancia a los diversos aspectos gastronómicos del país.
El acto tuvo lugar en la sede del Club Pomar. Allí se reunieron los integrantes de la junta directiva de la institución para entregar los premios, llevándose el Tenedor de Oro, Sumito Estévez; el Tenedor de Oro al Chef, Helena Ibarra; y el Tenedor de Oro a la Publicación Gastronómica que correspondió al libro Sabores Conversos. Entre envueltos y rellenos, de Beatriz Sánchez de Mizrahi. El Premio Armando Scannone 2012 correspondió a Felicia Santana. En esta oportunidad también recibieron menciones especiales Ron Diplomático, producido por DUSA; Ocarina Castillo y Ernesto González, fundadores de la Cátedra Antropología de los sabores de la UCV y Blanca Royo, fundadora y dueña del Bar Basque, quien falleciera este año dejando un gran vacío en el universo de la restauración venezolana.
Hicieron entrega de los galardones Leopoldo López Gil, Vladimir Viloria, John Zubillaga, Marisabel Willson, Nelson Ramírez, Luis Troconis y Rafael Ernesto López, directivos de la Academia Venezolana de Gastronomía, institución que se ha convertido en impulsora del acervo cultural nacional a través de la promoción de las costumbres gastronómicas del país, rescatando recetas y promocionando productos autóctonos que han corrido el peligro de desaparecer de la dieta del venezolano, al mismo tiempo que reivindica un oficio que sustenta uno de los placeres básicos del hombre, la buena alimentación.
El acto tuvo lugar en la sede del Club Pomar. Allí se reunieron los integrantes de la junta directiva de la institución para entregar los premios, llevándose el Tenedor de Oro, Sumito Estévez; el Tenedor de Oro al Chef, Helena Ibarra; y el Tenedor de Oro a la Publicación Gastronómica que correspondió al libro Sabores Conversos. Entre envueltos y rellenos, de Beatriz Sánchez de Mizrahi. El Premio Armando Scannone 2012 correspondió a Felicia Santana. En esta oportunidad también recibieron menciones especiales Ron Diplomático, producido por DUSA; Ocarina Castillo y Ernesto González, fundadores de la Cátedra Antropología de los sabores de la UCV y Blanca Royo, fundadora y dueña del Bar Basque, quien falleciera este año dejando un gran vacío en el universo de la restauración venezolana.
Hicieron entrega de los galardones Leopoldo López Gil, Vladimir Viloria, John Zubillaga, Marisabel Willson, Nelson Ramírez, Luis Troconis y Rafael Ernesto López, directivos de la Academia Venezolana de Gastronomía, institución que se ha convertido en impulsora del acervo cultural nacional a través de la promoción de las costumbres gastronómicas del país, rescatando recetas y promocionando productos autóctonos que han corrido el peligro de desaparecer de la dieta del venezolano, al mismo tiempo que reivindica un oficio que sustenta uno de los placeres básicos del hombre, la buena alimentación.
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