Revista Eme El nacional 11/07/2012 pág. 4 (Relájate)¡Somos una sabrozura!Silvia Mago imparte clases de Yoga, individuales y grupales.Twitter: @silviamago
"Sabor a mí", bolero del mexicano Álvaro Carrillo. Con frecuencia usamos expresiones con las que nos referimos a las personas en términos de sabor. Así decimos que estamos salados cuando los reveses nos suceden uno detrás de otro sin que logremos descubrir a qué se debe la mala racha. Opinamos que alguien es dulce cuando reconocemos que tiene una actitud cariñosa y complaciente. Calificamos de amargada a quien anda por la vida como si estuviera envenenada, quejándose por todo, y juzgamos como ácida a quien hace comentarios cáusticos sobre lo que observa a su alrededor. Opinamos que alguien tiene pimienta cuando muestra un carácter vivaz y dicharachero; o que es un "huevo sin sal" cuando tiene una personalidad tan insípida que aburre. También contamos chistes picantes cuando en la escena social se consideran atrevidos, o condimentamos cuentos si, para hacerlos más amenos, le agregamos comentarios. Hasta en la música, como el muy famoso bolero que encabeza esta columna, está impregnada del tema sabor. ¿De dónde sacamos esta costumbre de "saborizar" personas y situaciones? Es muy probable que lo hagamos por simple asociación. Dice Wikipedia que el sabor es la impresión que causa un alimento u otra sustancia en nosotros y que el mismo está determinado principalmente por sensaciones químicas detectadas por la lengua y por la nariz, órganos donde radican el sentido del gusto y del olfato; sobre todo el olfato, que determina en 80% que captemos el sabor, lo que explica por qué cuando estamos engripados y tenemos congestión nasal la comida no nos sabe a nada. Si el sabor es una impresión, el conocer a una persona también nos deja una impresión, que en este caso proviene de la energía particular que se desprende de cada persona y que captamos a un nivel mucho más sutil, que correspondería con el sentido del tacto, a través de los sensores de la piel, que es otro órgano receptor, el más grande que tenemos. De modo que no resulta raro que le demos personalidad a los sabores y nos valgamos de ellos para describir lo que vemos en un lenguaje familiar. Salado, dulce, ácido y amargo, son los cuatro sabores clásicos más populares, pero acabo de aprender que hay otro que no conocía: el cárnico. Lo descubrió el fisiólogo japonés Kikunae Ikeda, en 1908, y lo llamó umami, que traducido significa sabor gustoso o delicioso, y que se describe como "un sabor sutil de regusto prolongado y que deja una sensación aterciopelada en la lengua". Aunque no lo sepamos ya lo hemos probado: la leche materna y el queso parmesano son fieles exponentes del umami. Seguro que Carrillo se sintió todo un umami cuando terminó la letra de su bolero: "Pasarán más de mil años, muchos más yo no sé si tenga amor la eternidad pero allá tal como aquí en la boca llevarás sabor a mí". |
Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP
jueves, 18 de julio de 2013
Uso de términos culinarios en la cotidianidad...
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