La comida y la protesta
Ni con represión y muerte, ni con más burocracia, se resolverá la crisis alimentaria
CARLOS MACHADO ALLISON
| EL UNIVERSAL
martes 8 de abril de 2014 12:00 AM
Cuál es el estado de la
producción agrícola y de alimentos en Venezuela? No hay una respuesta
única, los rubros, así como los actores económicos, son muchos y
distintos. Ahora, si usted pregunta: ¿Cuál es la situación del
consumidor? La respuesta es fácil: sufre inflación y escasez.
Un buen indicador para medir el desempeño agroalimentario son importaciones y exportaciones. Las segundas prácticamente inexistentes, salvo aquellas que cruzan la frontera con Colombia, pero que no forman parte de una política de exportación, sino del control de precios. Como el Gobierno subsidia algunos productos, ocurre lo mismo que con la gasolina: buen negocio comprar en Venezuela y vender en Colombia. Pero no convence que portadores a pie, burro o buseta, pueden sacar de Venezuela tanta comida para generar escasez. Para ello, miles de camiones deberían cruzar la frontera. ¿Será que eso ocurre y las autoridades no hacen nada para impedirlo?
Hace una década, Venezuela importaba entre 1.500 y 1.800 millones de dólares en alimentos o materias primas para elaborarlos. En el año 2013, el país gastó 9.756 millones de US$, con la peor balanza comercial agrícola del continente. A pesar de ese gasto en divisas, la escasez alcanzó su máximo (BCV y consultoras). ¿Por qué, cuando en el resto de América Latina ocurre lo contrario y muchos países se han convertido en grandes exportadores? La explicación es simple: invasiones, expropiaciones y rescates afectaron la producción y hay que gastar alrededor de 2 mil millones de US$ para importar ganado en pie o carne. Por falta de semilla, insumos o maquinaria, también debemos importar más cereales, entre ellos arroz, cuya producción nacional era suficiente. Con el café, lo mismo, entre regulación de precios y políticas erradas, como la nacionalización de las procesadoras, ahora dependemos de Nicaragua y Brasil. Las mismas políticas causaron abatimiento de la producción de caña de azúcar, 3 millones de toneladas menos y no se puede aumentar porque los centrales azucareros en manos del Gobierno no funcionan bien. Con la leche, otro tanto, como no crece el rebaño bovino y no se paga la leche a un precio adecuado, pues será necesario importar más.
Un punto a favor del Gobierno, la capacidad de compra de alimentos aumentó, pero sin estimular la producción, ahora la demanda es mayor que la oferta: inflación y escasez el resultado. Frutas, vegetales, huevos y cerdos, no faltan. Pero los precios no han escapado a la inflación. Tomates a 58, papas a 90, frutas entre 30 y 40, aguacates a más de 150, café a 200, colas para harina de maíz, aceite, leche en polvo y azúcar, desgarran presupuestos y generan protestas. Respuesta: más leyes y amenazas, transferir culpas al sector privado en lugar de revisar políticas y engavetar aquellas que no dan resultado. Un ministro con diálogo algo ha logrado, pero no escapa al desastroso panorama económico que engloba al país. Ni con represión y muerte, ni con más burocracia, se resolverá la crisis alimentaria.
Carlosmach2013@gmail.com
Un buen indicador para medir el desempeño agroalimentario son importaciones y exportaciones. Las segundas prácticamente inexistentes, salvo aquellas que cruzan la frontera con Colombia, pero que no forman parte de una política de exportación, sino del control de precios. Como el Gobierno subsidia algunos productos, ocurre lo mismo que con la gasolina: buen negocio comprar en Venezuela y vender en Colombia. Pero no convence que portadores a pie, burro o buseta, pueden sacar de Venezuela tanta comida para generar escasez. Para ello, miles de camiones deberían cruzar la frontera. ¿Será que eso ocurre y las autoridades no hacen nada para impedirlo?
Hace una década, Venezuela importaba entre 1.500 y 1.800 millones de dólares en alimentos o materias primas para elaborarlos. En el año 2013, el país gastó 9.756 millones de US$, con la peor balanza comercial agrícola del continente. A pesar de ese gasto en divisas, la escasez alcanzó su máximo (BCV y consultoras). ¿Por qué, cuando en el resto de América Latina ocurre lo contrario y muchos países se han convertido en grandes exportadores? La explicación es simple: invasiones, expropiaciones y rescates afectaron la producción y hay que gastar alrededor de 2 mil millones de US$ para importar ganado en pie o carne. Por falta de semilla, insumos o maquinaria, también debemos importar más cereales, entre ellos arroz, cuya producción nacional era suficiente. Con el café, lo mismo, entre regulación de precios y políticas erradas, como la nacionalización de las procesadoras, ahora dependemos de Nicaragua y Brasil. Las mismas políticas causaron abatimiento de la producción de caña de azúcar, 3 millones de toneladas menos y no se puede aumentar porque los centrales azucareros en manos del Gobierno no funcionan bien. Con la leche, otro tanto, como no crece el rebaño bovino y no se paga la leche a un precio adecuado, pues será necesario importar más.
Un punto a favor del Gobierno, la capacidad de compra de alimentos aumentó, pero sin estimular la producción, ahora la demanda es mayor que la oferta: inflación y escasez el resultado. Frutas, vegetales, huevos y cerdos, no faltan. Pero los precios no han escapado a la inflación. Tomates a 58, papas a 90, frutas entre 30 y 40, aguacates a más de 150, café a 200, colas para harina de maíz, aceite, leche en polvo y azúcar, desgarran presupuestos y generan protestas. Respuesta: más leyes y amenazas, transferir culpas al sector privado en lugar de revisar políticas y engavetar aquellas que no dan resultado. Un ministro con diálogo algo ha logrado, pero no escapa al desastroso panorama económico que engloba al país. Ni con represión y muerte, ni con más burocracia, se resolverá la crisis alimentaria.
Carlosmach2013@gmail.com
La protesta por comida
Escrito por Pedro E. Piñate B. el Apr 4th, 2014 en el Semanario ABC
Pedro E. Piñate B.
ppinate@gmail.com
ppinate@gmail.com
Debe concertarse un plan de contingencia con el sector agroalimentario
Como necesidad existencial del ser
humano, los alimentos de la dieta diaria no deben faltar. Para ello la
producción nacional y las importaciones complementarias del déficit
deben procurarse suficientes y disponibles al consumo, mediante
políticas acertadas. Por el contrario en Venezuela, en los últimos 15
años de “revolución bonita”, las políticas afectaron la producción y
favorecieron las importaciones subsidiadas, comprometiendo el
abastecimiento normal de alimentos hasta el nivel de escasez severa que
por culpa exclusiva del gobierno, sufrimos hoy todos los venezolanos.
De la escasez como resultado seguro del
terror agrario, los controles y el estatismo comunista, el país y el
gobierno fueron suficientemente advertidos. Tanto por el sector
productor como por todos los demás integrantes de la cadena
agroalimentaria. Sin embargo el gobierno hizo oídos sordos a todas las
advertencias e insistió en sus políticas de hambre, llevando al país al
estado de protesta en que nos encontramos.
Del por qué viéndose venir la crisis de
escasez que pudo ser prevenida no lo fue, las razones incluyen desde los
intereses de la dominación Castro-comunista hasta la gigantesca
corrupción que esquilma la vaca petrolera. Así, mientras la población
padece enormes vicisitudes por la severa escasez de alimentos, pero
también de gas, de luz, de agua, de aseo urbano, y hasta de papel tualé;
y la inflación evapora el dinero disponible para sus compras, el
gobierno tozudo se mantiene como si aquí no faltara nada.
Por todo esto, la protesta por comida es
una legítima que debe ser atendida y resuelta eliminando las causas de
la escasez, concertando un plan de contingencia con el sector
agroalimentario e impulsando nuestra agricultura en forma sustentable.
Hasta entonces seguirá la protesta por comida y miren que falta hasta la
perrarina.
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