Generoso Urciuoli y Marta Berogno han reconstruido la lista de posibles platos que habrían comido Jesucristo y sus discípulos más cercanos en la última cena, informa
'Discovery'. "Los versículos del Evangelio de Juan señalan que Judas se encontraba al lado de Jesús, probablemente a su izquierda. De hecho, se nos dice que Judas mojó el pan en el plato de Jesús, siguiendo la práctica de compartir la comida de un plato común", señala Urciuoli. "La Biblia cuenta lo que ocurrió durante la cena, pero no especifica qué comieron Jesús y sus 12 compañeros de comedor", aseveró Urciuoli al indicar que la obra de Leonardo Da Vinci es muy simbólica, "pero no ayuda a la causa".
Comparando datos históricos y las pistas que proporcionan pinturas de las catacumbas del siglo III d. C., los investigadores lograron reconstruir los alimentos y los hábitos alimentarios de la Palestina de hace dos milenios. Basándose en sus estudios, los arqueólogos opinan que el menú de la última cena podría haber incluido algo más que pan ácimo y vino: un cocido de verduras llamado 'cholent', 'jaroset' (un plato de sabor dulce), aceitunas con hisopo, hierbas amargas con pistachos y pasta de nuez.
En la Última Cena de Jesús con sus discípulos pan y vino se transustanciaron en cuerpo y sangre de Cristo, instituyéndose así la
Eucaristía, sacramento fundamental de la
Iglesia Católica. Pero sobre aquella mesa hubo aquel jueves más alimentos, todos parte de la tradición hebrea.
La reunión, que supuso el comienzo de la Pasión y Muerte de Cristo, se celebró, según los Evangelios sinópticos -los de Mateo, Marcos y Lucas-, al atardecer del
«primer día de los ácimos», esto es, el primero de la semana en que debía comerse pan hecho sin levadura en la masa o ácimo. En el
Pésaj o
Pascua judía, que es la fiesta más importante de la tradición hebrea, este pueblo recuerda su salida y liberación de Egipto, y el pan que se emplea en ella es ácimo porque en la huida los israelitas no tuvieron tiempo de hacerlo con levadura.
De hecho, la
hostia que emplea la Iglesia Católica en la celebración de la Eucaristía es pan ácimo de harina de trigo, y tiene origen en la
«matzá» que emplean los judíos en la celebración del Pésaj.
Junto con el pan, en aquella mesa hubo
vino, «producto de la vid», en palabras de Cristo (
Mateo 26:29), que pasó a ser su propia sangre, «la de la Alianza, que va a ser derramada por todos, para perdón de los pecados» (Mateo 26:28). Sin lugar a dudas, la del vino era una imagen de mucha importancia entonces: «
Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento mío que no da fruto lo corta; y todo el que da fruto lo poda, para que dé más todavía», dijo Jesucristo a sus discípulos (
Juan 15:1 y 2).
Otro de los alimentos presentes fue el
cordero pascual. De hecho, la Cena de Pascua de ese «primer día de los ácimos» consistía en comer este animal recién sacrificado de acuerdo con los ritos propios de esta festividad judía. No se debe olvidar que, tal y como refleja la Santa Biblia, en la Palestina de entonces el pastoreo y consumo de cordero estaba muy extendido. Además, este animal se ha convertido en uno de los símbolos más populares del
cristianismo. Después de la Cena, Jesucristo,
«Cordero de Dios», iba a ser igualmente inmolado para salvación de la humanidad entera.
Con todo, uno de los testimonios que acerca de los alimentos presentes en la Última Cena aporta más detalles es el de
Catalina de Emmerich, monja agustina que a comienzos del siglo XIX experimentó una serie de visiones sobre la Pasión y Muerte de Jesús. La editorial
Voz de Papel recoge en «La amarga Pasión de Cristo», la descripción que de estas visiones realizó en 1823 el poeta alemán
Clemente Brentano.
«Cordero de Dios»
«En medio de la mesa estaba la fuente con el cordero pascual. […] El borde de la fuente tenía ajos todo alrededor. A su lado había un plato con el asado de Pascua y al lado un plato de hierbas verdes, apretadas, puestas de pie como si estuvieran plantadas, y otro con manojitos de hierbas amargas que parecían hierbas aromáticas; luego, delante de Jesús, había una fuente con hierba verdeamarillenta, y otra con una salsa parduzca. Los comensales usaban como platos unos panecillos redondos, y utilizaban cuchillos de hueso», confesó la religiosa al poeta. Emmerich, beatificada por Juan Pablo II en 2004, también afirmó haber visto a Jesús mojando en la salsa un trozo de pan envuelto en lechuga.
Sobre la mesa en la que se celebró la Última Cena también pudo haber sal, un importante conservante de alimentos en aquellos tiempos. Una creencia popular dice que el traidor
Judas Iscariote derramó sal durante la Cena, y aunque tan sólo se trata de eso, de una creencia popular, lo cierto es que algunas importantes obras de arte, como el conocido cuadro de
Leonardo da Vinci, la recogen. En cualquier caso, este producto es también uno de los símbolos de la fe cristiana: en el Sermón de la Montaña Cristo dijo a sus discípulos que eran «la sal de la tierra» (
Mateo 5:13).
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