Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP

Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP
Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP del cual fue su Coordinador al inicio. GASTRONOMIA (del griego γαστρονομία)es el estudio de la relación del hombre con su alimentación y su medio ambiente o entorno.Gastrónomo es la persona que se ocupa de esta ciencia. A menudo se piensa erróneamente que el término gastronomía únicamente tiene relación con el arte culinario y la cubertería en torno a una mesa. Sin embargo ésta es una pequeña parte del campo de estudio de dicha disciplina: no siempre se puede afirmar que un cocinero es un gastrónomo. La gastronomía estudia varios componentes culturales tomando como eje central la comida.Para mucha gente, el aprender a cocinar implica no solo encontrar una distracción o un pasatiempo cualquiera; pues cocinar (en un término amplio) es más que solo técnicas y procedimientos... es un arte, que eleva a la persona que lo practica y que lo disfruta. Eso es para mi la cocina, con mis obvias limitaciones para preparar diversos platillos, es una actividad que disfruto en todos sus pasos, desde elegir un vegetal perfecto, pasando por el momento en que especiamos la comida, hasta el momento en que me siento con los que amo a disfrutar del resultado, que no es otro más que ese mismo, disfrutar esta deliciosa actividad o con mis alumnos a transmitirles conocimientos que les permitirán ser ellos creadores de sus propios platos gracias a sus saberes llevados a sabores

sábado, 28 de marzo de 2015

Yantar y libar, ineludible acto donde el hombre resuelve su sustento; el placer de comer como metáfora de felicidad; la gastronomía hoy como moda y jugoso negocio, quimera inalcanzable, símbolo de estatus.

CARPE VINUM

"Comer sabroso y opíparamente, hoy es motivo de culpa..."

VLADIMIR VILORIA |  EL UNIVERSAL
sábado 28 de marzo de 2015  12:00 AM
Contra lo "gourmet"
Yantar y libar, ineludible acto donde el hombre resuelve su sustento; el placer de comer como metáfora de felicidad; la gastronomía hoy como moda y jugoso negocio, quimera inalcanzable, símbolo de estatus.

Guisos caseros y cocinar con lo que se tiene a mano en la alacena, al parecer, le ceden terreno a trattorias de mala muerte y al fast food.

Comer sabroso y opíparamente, hoy es motivo de culpa. Aquí entran en escena dudosos "críticos", "gourmets", "chefs" del momento -casi siempre lugartenientes de barcos piratas trocados en fraudulentos y carísimos restaurantes-, y "dietistas" que pontifican por la salud y el comedimiento, jueces del comer y beber capaces de sentarnos en el banquillo de los acusados cuando la gula se apodera de nosotros.

Preguntémonos: ¿cómo entrar en la cultura del vino y el buen comer sin pretensiones y desde la más auténtica espontaneidad, al margen del afán por la "buena salud" y las modas?

Comer bien y tomar el vino que apoye y realce las comidas, sin duda, son formas maduras y genuinas de la cultura en el mismo nivel que la lectura de textos de del autor mexicano Octavio Paz, la poética del francés Arthur Rimbaud o la filmografía del realizador polaco Roman Polanski, ¿no?

Hace tiempo el viejo Miguel Brascó, conversando en un café de Recoleta, en Buenos Aires, sobre la banalización de la gastronomía, me decía: "Hay dos puertas de acceso posibles al tema, una son las apetencias o curiosidades personales espontáneas y genuinas; la otra es meterse porque las sonatas de Ludwig Van Beethoven se pusieron de moda desde que Baremboim las tocó completas en el Teatro Colón de Buenos Aires y queda fachoso que uno emita opinión -aunque nada se entienda de sonatas-. Es asunto que viste socialmente. Si entramos por la puerta del interés personal genuino, es posible que consigamos instalarnos en el complejo mundo de esas sonatas, lleguemos a disfrutarlas por dentro, haciéndolas nuestras de verdad y a fondo. De tener acceso en cambio por la vía de una moda coyuntural, nuestra relación con Beethoven a lo largo de mucho tiempo se mantendrá por fuera, concediéndonos disfrutes más bien limitados".

Y remataba Brascó: "Sobre esos ingresantes por la puerta fashion a la gastronomía, opera un brutal marketing, transformando el placer simple de comer y beber en una competencia infusa sobre quién le percibe aromas a regaliz y trufas negras del sotobosque o gusto a cualquier cosa rara, que tienen que ver muy poco o simplemente nada con los aromas y sabores del vino, o de lo que está en el plato". Mejor dicho, imposible.

¡Salud!

vladimirviloria@gmail.com

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