Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP

Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP
Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP del cual fue su Coordinador al inicio. GASTRONOMIA (del griego γαστρονομία)es el estudio de la relación del hombre con su alimentación y su medio ambiente o entorno.Gastrónomo es la persona que se ocupa de esta ciencia. A menudo se piensa erróneamente que el término gastronomía únicamente tiene relación con el arte culinario y la cubertería en torno a una mesa. Sin embargo ésta es una pequeña parte del campo de estudio de dicha disciplina: no siempre se puede afirmar que un cocinero es un gastrónomo. La gastronomía estudia varios componentes culturales tomando como eje central la comida.Para mucha gente, el aprender a cocinar implica no solo encontrar una distracción o un pasatiempo cualquiera; pues cocinar (en un término amplio) es más que solo técnicas y procedimientos... es un arte, que eleva a la persona que lo practica y que lo disfruta. Eso es para mi la cocina, con mis obvias limitaciones para preparar diversos platillos, es una actividad que disfruto en todos sus pasos, desde elegir un vegetal perfecto, pasando por el momento en que especiamos la comida, hasta el momento en que me siento con los que amo a disfrutar del resultado, que no es otro más que ese mismo, disfrutar esta deliciosa actividad o con mis alumnos a transmitirles conocimientos que les permitirán ser ellos creadores de sus propios platos gracias a sus saberes llevados a sabores

miércoles, 17 de junio de 2015

No es mi interés crear polémica ni enemistarme con compañeros, pero esta noticia me fue enviada y la publico para que tomemos conciencia de cómo están haciendo la lectura de nuestra profesión y realidad en otros países

Reuters América Latina

Chefs venezolanos esquivan frustraciones creando restaurantes clandestinos

viernes 12 de junio de 2015 10:06 GYT
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Un mesero lleva platos para los comensales, en el restaurant clandestino "Ciboulette Privé", en Caracas, 9 de junio de 2015. La capital venezolana está viviendo un auge de restaurantes clandestinos concebidos para esquivar la crisis económica, la corrupción y el crimen, rememorando los famosos "paladares" que proliferaron en las casas de Cuba durante la década de 1990 tras la caída de su benefactor soviético. REUTERS/Marco Bello
La tarifa fija es de 3.000 bolívares por persona. Apenas unos 7 dólares al tipo de cambio del mercado paralelo que ronda los 410 bolívares, pero unos 475 dólares calculados al sobrevaluado cambio oficial de Venezuela de 6,3 bolívares.
En bolívares la suma representa casi la mitad de un salario mínimo mensual: demasiado costoso para la mayoría de los venezolanos que incluso deben pasar horas bajo el inclemente sol del Caribe para comprar alimentos como leche o carne a precios subsidiados.
La altísima inflación del país se ha ido comiendo el poder adquisitivo, dejando poco espacio para el entretenimiento.
Al menos media docena de pequeños restaurantes sin permisos o registros han surgido en Caracas en el último año, principalmente a través de publicidad "boca en boca".
El Gobierno venezolano no respondió a las solicitudes de comentarios. Sin embargo, cocineros y dueños dijeron que los funcionarios gubernamentales toleran sus negocios e incluso los visitan en ocasiones.
"SOY UN CONTRABANDISTA"
Para abastecerse, los administradores de los restaurantes invierten horas recorriendo tiendas y proveedores por la escasez generalizada que plaga la economía en recesión y los precios del menú cambian de una semana a otra como síntoma de la inflación que se estima se dirige a los tres dígitos.
También deben recurrir al mercado negro de alimentos donde se venden con sobreprecio productos regulados por el Gobierno a costos inflados.  

Algunos de los restaurantes privados cobran en dólares estadounidenses, bordeando las leyes locales, pero siguiendo una tendencia en la que la moneda extranjera -o su valor equivalente en el mercado paralelo- es la base de las transacciones.
En el sector Los Chorros, una zona privilegiada del este de Caracas, Eduardo Moreno, de 53 años, dirige La Isabela. Es conocido como el pionero del negocio en Venezuela.
"Hace aproximadamente unos 9 años me di cuenta de que la situación iba a empeorar drásticamente", dijo sentado en la terraza llena de plantas de su casa con estilo colonial que hace las veces de restaurante.
Moreno cobra 55 dólares por persona, preferiblemente pagados a través de una transferencia bancaria internacional. En el ambiente actual de Venezuela la cifra es dolorosamente costosa para cualquiera que no tenga un salario en moneda extranjera, una minoría amparada por grandes transnacionales o diplomáticos.
Moreno envía su menú cada semana por correo electrónico a un grupo de clientes habituales, con platos aderezados con ingredientes que trae de los viajes que hace al extranjero cada dos semanas.
"Y llego a Venezuela lleno de contrabando", dijo con una sonrisa. "Soy un contrabandista. Traigo comida de la India, Francia, Indonesia, España", prosiguió.
Muchos de los restaurantes preferirían tener operaciones en regla, pero el clima económico resulta sofocante. "No puedes ser legal en un país donde todo es ilegal", zanjó Moreno.
(Escrito por Eyanir Chinea. Editado por Luis Azuaje)

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