Y Dios creó... el mango
¿Por qué los niños no comen más mango en lugar de tanto carbohidrato enlatado?
LUIS XAVIER GRISANTI | EL UNIVERSAL
viernes 31 de julio de 2015 12:00 AM
El mango silvestre venezolano es una de las frutas más deliciosas y nutritivas que el trópico nos ha dado. Hay países emergentes en el cinturón ecuatoriano que la han convertido en fuente de empleo y divisas. Como toda acción productiva del hombre, requiere trabajo, disciplina e iniciativa empresarial. En tiempos de cosecha la autopista regional del centro, entre Maracay y La Encrucijada, se llena de muchachos que ofrecen en tobos sus mangos apetitosos.
Abrir la concha de un mango es entrar en el paraíso. Su masa carnosa invita al paladar. Es imposible resistirse al ineludible mordisco como preludio a un rico manjar. Su azúcar natural nos da energía, su melena rubia fibra y su sabor placer. Los hay de todos los tamaños en las praderas y piedemontes de Venezuela. Venezolanísimo como la orquídea y la guayaba.
Aquella mañana de sol dominguero salí a mi recorrido a las 9:00 am. Pensé mientras hacía ejercicio: ¿cuántas matas de mango quedan en Caracas? ¿Cuántas ha cortado el crecimiento desordenado de la ciudad? ¿Podría el Instituto Nacional de Estadística darme una cifra? ¿Por qué los niños no comen más mango en lugar de tanto carbohidrato enlatado? ¿Podría el Banco Central de Venezuela indicarme cuánto es la contribución del mango al PIB?
Desde hace varios días contemplaba aquel árbol de la esquina lleno de mangos verdes y solo uno maduro, de corteza amarilla y tope rojizo. Parecía la luz de Armando Reverón. Era un sol en miniatura. No me atrevía a tirarle una piedra por mi precaria puntería. Me di por vencido.
Decidí marcharme, caviloso. La mirada se perdía en el Ávila profundo que se adentraba hacia el Este mientras sus lomos arañaban el cielo. Una de mis consejeras más preciada, la paciencia, susurró: da otra vuelta.
Cubrí mi circuito regular con alguna variación menor, sin mucho ánimo; pero la mañana exhalaba optimismo, la nubosidad era tenue y el sol peinaba los ramales del piedemonte. Caracas es rescatable si fuésemos ciudadanos responsables.
El futuro es como aquella mañana de luz reveroniana. La esperanza anida en la virtud. Picón Salas viaja conmigo al amanecer. Mi esposa prepara una ensalada de mango y nuestras hijas siguen sus posgrados universitarios. De pronto, vi el mango en el suelo y me dije: Dios existe.
@lxgrisanti
Abrir la concha de un mango es entrar en el paraíso. Su masa carnosa invita al paladar. Es imposible resistirse al ineludible mordisco como preludio a un rico manjar. Su azúcar natural nos da energía, su melena rubia fibra y su sabor placer. Los hay de todos los tamaños en las praderas y piedemontes de Venezuela. Venezolanísimo como la orquídea y la guayaba.
Aquella mañana de sol dominguero salí a mi recorrido a las 9:00 am. Pensé mientras hacía ejercicio: ¿cuántas matas de mango quedan en Caracas? ¿Cuántas ha cortado el crecimiento desordenado de la ciudad? ¿Podría el Instituto Nacional de Estadística darme una cifra? ¿Por qué los niños no comen más mango en lugar de tanto carbohidrato enlatado? ¿Podría el Banco Central de Venezuela indicarme cuánto es la contribución del mango al PIB?
Desde hace varios días contemplaba aquel árbol de la esquina lleno de mangos verdes y solo uno maduro, de corteza amarilla y tope rojizo. Parecía la luz de Armando Reverón. Era un sol en miniatura. No me atrevía a tirarle una piedra por mi precaria puntería. Me di por vencido.
Decidí marcharme, caviloso. La mirada se perdía en el Ávila profundo que se adentraba hacia el Este mientras sus lomos arañaban el cielo. Una de mis consejeras más preciada, la paciencia, susurró: da otra vuelta.
Cubrí mi circuito regular con alguna variación menor, sin mucho ánimo; pero la mañana exhalaba optimismo, la nubosidad era tenue y el sol peinaba los ramales del piedemonte. Caracas es rescatable si fuésemos ciudadanos responsables.
El futuro es como aquella mañana de luz reveroniana. La esperanza anida en la virtud. Picón Salas viaja conmigo al amanecer. Mi esposa prepara una ensalada de mango y nuestras hijas siguen sus posgrados universitarios. De pronto, vi el mango en el suelo y me dije: Dios existe.
@lxgrisanti
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