Se acabó el pan de piquito
MIGUEL SANMARTÍN | EL UNIVERSAL
sábado 11 de julio de 2015 12:00 AM
No es una metáfora, camarita. Hoy, en esta patria-patria querida, potencia sideral, autosuficiente y abastecida hasta el tope de productos con precios asequibles. Patria chavista, procastrista, revolucionaria, socialista y antimperialista cuyos líderes (los hijos naturales del Galáctico Eterno) se la pasan batallando a brazo partido. A corazón abierto y rin pelado para salvaguardar la verdad, la dignidad, la integridad, la paz, la equidad, la inclusión, el poder, los negocios y el biyuyo, en tanto y en cuanto toleran pranes y colectivos y empoderan a compatriotas cooperantes. Que asimismo se enfrentan corajuda y tenazmente contra los pelucones golpistas, la burguesía apátrida, los lacayos del imperio, los bachaqueros, los contrabandistas, los acaparadores, los especuladores y, con todos los hierros, contra @dolartoday. Que se dan duro también contra los promotores de la guerra económica, la sicológica, la sicodélica, la mística, la mediática, la asimétrica y la de minitecas. Y ahora también -en paralelo, conjunta y simultáneamente- los legatarios del que te conté se hallan enfrascados a mazazo limpio -dialéctica pero guerrerísticamente- contra el vecindario caribeño (se le están volteando los camaradas patria o muerte, los mismos que hasta ayer se mantuvieron ¿incondicionales? a cambio de remesas de petróleo barato y otras generosas regalías). En este vaivén, de lo absurdo a lo insólito a lo ridículo, el título de esta columna ("se acabó el pan de piquito") dejó de ser una consiga cotidiana. Pasó del dicho (popular) al hecho tremendamente impopular.
En efecto, por estos días el soberano no está comiendo pan. Por lo menos, no tanto como consumía antes. ¡Ni pal sandwichito mañanero alcanza! En las panaderías lo racionan. Algunas solo hornean una vez al día. Dependiendo de la zona y el expendio, venden un pan tipo campesino o italiano por persona o dos canillas por cliente. Escasea el pan y también la pasta -como muchos otros alimentos y artículos de primera necesidad- porque no hay la materia prima para fabricar estos productos de consumo masivo.
Se agotaron -o están por terminarse- las existencias de trigo, un cereal que, como se sabe, no se produce en el país. Y no hay dolaritos -sigue cayendo el precio del petróleo- para importarlo. Pero también influye en la escasez la regulación del producto cuyo precio no se ajusta desde hace años.
Por los mismos motivos también escasea el sustituto "natural" del pan. La arepita, tradicional y criollísima. Y no hablemos, por favor camarita, de los rellenos para la misma. ¿Mantequilla, queso amarillo, atún, jamón endiablado? Ni margarina se consigue. Y si la encuentra, el precio la hace incomprable. Por estos días, según los indicios, al borde de una eventual guerra vecinal de quinta generación, tampoco hay suficiente maíz en los silos (decayó la producción local tras la expropiación indiscriminada de tierras) por lo cual la harina precocida escasea y, cuando se consigue en supermercados, la venden racionada. Como pasa en Cuba con los productos de primera necesidad.
Entre los alimentos o ingredientes básicos no faltan solo las harinas. Va en aumento la lista de productos de todo tipo que escasean. Algunos desaparecieron totalmente. Artefactos electrodomésticos, por ejemplo. Ni los equipos que se dañan se pueden reparar porque no quedan repuestos en existencia. Ni hablar de las medicinas. ¿Aparatos electrónicos? ¿Línea blanca? ¿Materiales de construcción? ¿Autopartes? Los (pocos) que pueden compran las piezas de recambio en el exterior para reparar sus vehículos.
Lo que hoy más preocupa al ciudadano de a pie (después de la inseguridad, ante la cual el gobierno tampoco actúa como lo exige la altísima criminalidad de las últimas semanas) no es la falta de productos esenciales. Es la inacción, la ausencia de medidas concretas y efectivas para resolver estructuralmente el desabastecimiento y, sobre todo, la inflación que algunos especialistas calculan en 200% y otros en 600%. Ambos grupos, sin embargo, coinciden en que el país va rumbo al colapso económico y no precisamente a convertirse en una potencia.
msanmartin@eluniversal.com
En efecto, por estos días el soberano no está comiendo pan. Por lo menos, no tanto como consumía antes. ¡Ni pal sandwichito mañanero alcanza! En las panaderías lo racionan. Algunas solo hornean una vez al día. Dependiendo de la zona y el expendio, venden un pan tipo campesino o italiano por persona o dos canillas por cliente. Escasea el pan y también la pasta -como muchos otros alimentos y artículos de primera necesidad- porque no hay la materia prima para fabricar estos productos de consumo masivo.
Se agotaron -o están por terminarse- las existencias de trigo, un cereal que, como se sabe, no se produce en el país. Y no hay dolaritos -sigue cayendo el precio del petróleo- para importarlo. Pero también influye en la escasez la regulación del producto cuyo precio no se ajusta desde hace años.
Por los mismos motivos también escasea el sustituto "natural" del pan. La arepita, tradicional y criollísima. Y no hablemos, por favor camarita, de los rellenos para la misma. ¿Mantequilla, queso amarillo, atún, jamón endiablado? Ni margarina se consigue. Y si la encuentra, el precio la hace incomprable. Por estos días, según los indicios, al borde de una eventual guerra vecinal de quinta generación, tampoco hay suficiente maíz en los silos (decayó la producción local tras la expropiación indiscriminada de tierras) por lo cual la harina precocida escasea y, cuando se consigue en supermercados, la venden racionada. Como pasa en Cuba con los productos de primera necesidad.
Entre los alimentos o ingredientes básicos no faltan solo las harinas. Va en aumento la lista de productos de todo tipo que escasean. Algunos desaparecieron totalmente. Artefactos electrodomésticos, por ejemplo. Ni los equipos que se dañan se pueden reparar porque no quedan repuestos en existencia. Ni hablar de las medicinas. ¿Aparatos electrónicos? ¿Línea blanca? ¿Materiales de construcción? ¿Autopartes? Los (pocos) que pueden compran las piezas de recambio en el exterior para reparar sus vehículos.
Lo que hoy más preocupa al ciudadano de a pie (después de la inseguridad, ante la cual el gobierno tampoco actúa como lo exige la altísima criminalidad de las últimas semanas) no es la falta de productos esenciales. Es la inacción, la ausencia de medidas concretas y efectivas para resolver estructuralmente el desabastecimiento y, sobre todo, la inflación que algunos especialistas calculan en 200% y otros en 600%. Ambos grupos, sin embargo, coinciden en que el país va rumbo al colapso económico y no precisamente a convertirse en una potencia.
msanmartin@eluniversal.com
jueves, 25 de noviembre de 2010
Se acabó el Pan de Piquito
El Pan de piquito.- extracto del articulo de Oscar Yanes en "El Universal".-
Hacer pan de trigo en Venezuela era un oficio de mujeres, hasta que , según Arístides Rojas, se fundó la primera panadería de "corte moderno" con máquinas y todo. El pan dejo de ser artesanal. Ese fue el pecado original del consumo del producto, pues pocos años después comenzó la guerra de los panaderos en carcas, que tuvo influencia en toda Venezuela.
Ramella era el dueño de la Panadería Las Gradillas y otras cinco grandes panaderías , entre ellas, la de El Guanábano, famosa por el pan de piquito (desaparecido).
En Caracas el refrán más popular era: "se acabó el pan de piquito y el de a locha también!, cuando algún acontecimiento rompía la rutina diaria... Mountauban, el rival de Ramella , era propietario de 3 panaderías más, entre ellas la de San Juan, famosa por el "pan isleño", de consistencia dura y exquisito para mojarlo con el café con leche y mojándolo con queso rallado. Los dos panaderos más poderosos de Venezuela, identificaban a sus repartidores con una R y una M. El más agresivo de los panaderos era Ramella. Se la pasaban en una eterna competencia. El golpe más duro que le propinó Ramella a Montauban fue cuando publicó las fotografías de la Panadería las Gradillas en El Cojo Ilustrado, donde aparecían los panaderos con gorro y uniformados..Otro punto de honor para ambos panaderos fue el pan con jamón, hasta que aparecieron los Banchs que acabaron con ese conflicto haciendo el pan en sus panaderías la de Altagracia y la de Solís. Para mediados de noviembre colgaban las piernas de jamón de las vigas de la panadería y a comienzos de diciembre, se cortaba el jamón en lonjas y cuadritos. Eso resultaba una diversión para los estudiantes quienes iban a la panadería de Altagracia a cortar el jamón. El bollo de pan con jamón y pasas el gigante costaba 20 bolívares era lo máximo! casi un metro de largo , pero ese pan solo lo podían comprar los ricos.
Asi son las cosas
En Caracas el refrán más popular era: "se acabó el pan de piquito y el de a locha también!, cuando algún acontecimiento rompía la rutina diaria... Mountauban, el rival de Ramella , era propietario de 3 panaderías más, entre ellas la de San Juan, famosa por el "pan isleño", de consistencia dura y exquisito para mojarlo con el café con leche y mojándolo con queso rallado. Los dos panaderos más poderosos de Venezuela, identificaban a sus repartidores con una R y una M. El más agresivo de los panaderos era Ramella. Se la pasaban en una eterna competencia. El golpe más duro que le propinó Ramella a Montauban fue cuando publicó las fotografías de la Panadería las Gradillas en El Cojo Ilustrado, donde aparecían los panaderos con gorro y uniformados..Otro punto de honor para ambos panaderos fue el pan con jamón, hasta que aparecieron los Banchs que acabaron con ese conflicto haciendo el pan en sus panaderías la de Altagracia y la de Solís. Para mediados de noviembre colgaban las piernas de jamón de las vigas de la panadería y a comienzos de diciembre, se cortaba el jamón en lonjas y cuadritos. Eso resultaba una diversión para los estudiantes quienes iban a la panadería de Altagracia a cortar el jamón. El bollo de pan con jamón y pasas el gigante costaba 20 bolívares era lo máximo! casi un metro de largo , pero ese pan solo lo podían comprar los ricos.
Asi son las cosas
Panaderia El Torbes
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