Exmodelo arremete en un libro contra la tiranía de la extrema delgadez
Tres manzanas al día como único sustento, y pescado o pollo una vez por semana: Victoire Maçon Dauxerre cayó en la anorexia cuando era top-model y ahora narra su calvario en un libro en el que carga contra la tiranía de la delgadez extrema.
Victoire sana, luego de padecer anorexia (Cortesía)
EL UNIVERSAL
viernes 8 de enero de 2016 12:39 PM
París.- Tres manzanas al día como único sustento, y pescado o pollo una vez por semana: Victoire Maçon Dauxerre cayó en la anorexia cuando era top-model y ahora narra su calvario en un libro en el que carga contra la tiranía de la delgadez extrema.
"No puede imponerse un cuerpo enfermo como ideal de belleza, es criminal", considera en una entrevista con la joven de 23 años, un lustro después de una carrera meteórica de ocho meses, durante los cuales desfiló para Alexander McQueen, Céline o Miu Miu en las pasarelas de Nueva York, Milán o París.
En aquella época, la exmodelo, que mide 1,78 metros, llegó a pesar 47 kilos.
Ahora celebra la nueva legislación francesa que, desde diciembre, obliga a las modelos a pasar un certificado médico que tiene en cuenta el Índice de Masa Corporal (IMC), aunque cree que la ley llega "diez años tarde", reseñó AFP.
De estar vigente cuando ella debutó, no habría podido trabajar: "un médico habría visto que tenía el pulso extremadamente débil, que perdía pelo, que tenía osteoporosis, que no tenía la regla. Cuando se tiene el rostro terroso, casi verde, se ve rápidamente que hay un problema".
Victoire Maçon Dauxerre fue descubierta a los 18 años cuando hacía compras con su madre en París. Hija de un ingeniero y una artista, preparaba su bachillerato y soñaba con estudiar Ciencias Políticas, pero se dejó llevar por la promesa de las pasarelas y entró en la agencia Elite.
"Nadie me dijo que debía perder peso, pero me dijeron: 'en septiembre harás las Fashion Weeks, la talla es 32-34 y debes caber'. Es en ese momento cuando tendría que haberme ido", lamenta.
'Omertà'
Para cumplir con los cánones del mundo de moda, se lanzó a un régimen de hambre a base de manzanas y bebidas gaseosas: "Cuanto más adelgazaba más gorda me veía", explica la joven, que ahora usa la talla 38, pero pasó sucesivamente por la anorexia y la bulimia.
Es lo que sucede cuando ves "imágenes todo el día que te confirman que la belleza es delgadez extrema", afirma.
En su libro "Jamás demasiado flaca. Diario de una top-model" (Les Arènes, no traducido), Maçon recuerda cómo veía a modelos comer frente a las cámaras durante los desfiles para después ir a vomitar al baño. Participar en sesiones fotográficos donde solo había comida para los fotógrafos. Desmayarse de inanición y fatiga en la calle en plena Fashion Week de Nueva York.
"Las chicas que siguen trabajando hoy dirán que miento porque quieren seguir, pero no hablan porque no pueden decir nada: hay una verdadera 'omertà' (ley del silencio) en este mundo", denuncia la joven.
"No puede imponerse un cuerpo enfermo como ideal de belleza, es criminal", considera en una entrevista con la joven de 23 años, un lustro después de una carrera meteórica de ocho meses, durante los cuales desfiló para Alexander McQueen, Céline o Miu Miu en las pasarelas de Nueva York, Milán o París.
En aquella época, la exmodelo, que mide 1,78 metros, llegó a pesar 47 kilos.
Ahora celebra la nueva legislación francesa que, desde diciembre, obliga a las modelos a pasar un certificado médico que tiene en cuenta el Índice de Masa Corporal (IMC), aunque cree que la ley llega "diez años tarde", reseñó AFP.
De estar vigente cuando ella debutó, no habría podido trabajar: "un médico habría visto que tenía el pulso extremadamente débil, que perdía pelo, que tenía osteoporosis, que no tenía la regla. Cuando se tiene el rostro terroso, casi verde, se ve rápidamente que hay un problema".
Victoire Maçon Dauxerre fue descubierta a los 18 años cuando hacía compras con su madre en París. Hija de un ingeniero y una artista, preparaba su bachillerato y soñaba con estudiar Ciencias Políticas, pero se dejó llevar por la promesa de las pasarelas y entró en la agencia Elite.
"Nadie me dijo que debía perder peso, pero me dijeron: 'en septiembre harás las Fashion Weeks, la talla es 32-34 y debes caber'. Es en ese momento cuando tendría que haberme ido", lamenta.
'Omertà'
Para cumplir con los cánones del mundo de moda, se lanzó a un régimen de hambre a base de manzanas y bebidas gaseosas: "Cuanto más adelgazaba más gorda me veía", explica la joven, que ahora usa la talla 38, pero pasó sucesivamente por la anorexia y la bulimia.
Es lo que sucede cuando ves "imágenes todo el día que te confirman que la belleza es delgadez extrema", afirma.
En su libro "Jamás demasiado flaca. Diario de una top-model" (Les Arènes, no traducido), Maçon recuerda cómo veía a modelos comer frente a las cámaras durante los desfiles para después ir a vomitar al baño. Participar en sesiones fotográficos donde solo había comida para los fotógrafos. Desmayarse de inanición y fatiga en la calle en plena Fashion Week de Nueva York.
"Las chicas que siguen trabajando hoy dirán que miento porque quieren seguir, pero no hablan porque no pueden decir nada: hay una verdadera 'omertà' (ley del silencio) en este mundo", denuncia la joven.
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