La frustración de José Ignacio Cabrujas
Hoy se conmemoran 20 años de la muerte del intelectual venezolano.
El dramaturgo, escritor de telenovelas y guiones de cine murió en Margarita. Tenía 58 años
INDIRA ROJAS | EL UNIVERSAL
miércoles 21 de octubre de 2015 08:57 AM
A José Ignacio Cabrujas (que realmente se apellidaba Cabruja) le gustaba cocinar. Tal vez existe una nueva generación, que nació durante y después de la década de los 90, que ignora ese detalle; pero sin duda la cocina (al igual que comer) se encontraba en su lista de placeres. La escritora y guionista Yoyiana Ahumada, quien ha investigado y promocionado la obra del intelectual venezolano, recuerda que él solía decir que "la alquimia de la escritura se parecía a la de la cocina", y que quien trabajaba con él en el desarrollo de sus telenovelas, y se reunía en su casa para preparar cada capítulo, era testigo de cómo se adueñaba del arte culinario. Incluso enseñaba a todos cómo preparar más de un platillo.
"Al llegar a su oficina a las 8:00 am lo primero que él hacía era dictarme recetas de cocina. Yo, que era muy irresponsable, realmente las anotaba donde fuera y no hacía nada con eso", recuerda con cierta picardía Xiomara Moreno, una vez su alumna y ahora una reconocida dramaturga. "Mi primerita primera obra la escribí con él, en un semestre de clases".
El también humorista y director de teatro -quien falleció un día como hoy hace 20 años en la isla de Margarita- acostumbraba tener un cigarro en la boca y otro en la mano, una escena que está mucho más incrustada en el imaginario del teatro nacional del siglo XX que la de Cabrujas preparando caraotas o finas salsas. Pero la experiencia con la comida se vinculaba a un proceso de exploración, que comenzaba en el mercado y terminaba en su libreta. "Isabel Palacios (la última esposa del cronista y guionista de cine) me contó que cuando él iba a hacer la compra, en el mercado de Quinta Crespo, él escuchaba a la gente y ¡tomaba nota de todo!". Chismes, noticias, conversaciones. Absorber la realidad era parte de su oficio.
Allí en el mercado, así como en la Catia que lo vio crecer, en la Caracas que miraba con amor y desesperación, y en la Venezuela que le dolía, se concentraba el plato fuerte de Cabrujas y de toda su obra: su preocupación por un país que describía como el "mientras tanto y por si acaso". Esa "Venezuela provisional".
"Se preocupaba demasiado por el país, y sus escritos tienen una vigencia extraordinaria. Sus obras plasmaban la esencia del ser humano y del venezolano. Era muy auténtico. Yo lo extraño muchísimo", dice la primera actriz Francis Rueda. La intérprete tuvo la oportunidad de participar como Elvira en el estreno de Profundo en 1971 bajo la dirección de Cabrujas, y actuar con él enRicardo III, por mencionar los primeros trabajos que realizó con el dramaturgo. También se involucró en varias de sus telenovelas.
"Todo intelectual es producto de su época", dice Ahumada. "Recordemos que Cabrujas nace con los primeros destellos de la democracia. Y su obra como tal, su desarrollo como dramaturgo, se da en la década de los 60, cuando hay una serie de condiciones para la cultura en Venezuela. Pero también impactó una época y la cambió (...) Reconoce la tradición y de dónde viene, supera el teatro costumbrista pero a la vez lo honra. Él se apodera de las figuras artísticas precedentes, pero las interviene con su genio, y se vale de la ironía y del humor".
Para Moreno, su entonces profesor de dramaturgia "era un creador de la palabra, con una formación crítica muy sólida. Donde estaba la palabra, estaba metido él", y no en vano Cabrujas se apoderó del deseo de escribir desde su adolescencia, cuando, en la azotea de su casa en Catia, llevaba todas sus intimidades y reflexiones en un cuadernito rojo brillante que "no se parecía a los cuadernos Alpes del colegio, absolutamente ordinarios y faltos de imaginación" -como él mismo lo describió mucho tiempo después en el texto Catia-.
El soñador adolescente creció y según Moreno "era más feo que nadie" (ríe), pero tenía una voz maravillosa y era un hombre muy divertido y culto. Francis Rueda lo conoció a sus 22 años y confiesa que se sintió "intimidada, porque José Ignacio era muy brillante y sabía demasiado". En una oportunidad, bajo un alerón en las inmediaciones del Banco de Venezuela, cerca del Teatro Juares de Barquisimeto, "me contó toda su vida", recuerda Rueda. "¡Desde su niñez en Catia hasta ese momento!". La actriz guarda en su memoria la capacidad de hablar y hablar que tenía su entonces compañero de escena en Ricardo III, y no es de extrañar que sus conocidos coincidan en que Cabrujas era un gran conversador.
Otro de sus grandes placeres fue la ópera, un gusto que tal vez venía adherido a sus genes italianos. Ahumada señala que es más probable que todo comenzara en su infancia, ya que su padre lo llevaba a ver espectáculos en el Teatro Municipal. La influencia era tal que Moreno comenta que incluso "a veces los roles de sus novelas estaban inspirados en personajes de una ópera".
Tema: fracaso
A sus 19 años inicia sus estudios de Derecho en la Universidad Central de Venezuela. Los abandona. Ya muy joven tiene la revelación sobre su verdadera vocación, las artes escénicas, una vez que entra en contacto con el Teatro Universitario (TU). "Cuando el TU estrena Juan Francisco de León, que no se ha vuelto a montar desde entonces y espero que se retome, Nicolás Curiel dice en el programa de mano que ha comenzado una nueva era para el teatro. Y es que José Ignacio realiza el trabajo de 'historizar' a través del teatro, y toma una anécdota de lo que podemos llamar la pequeña historia venezolana, en este caso una revuelta. La obra trata del enfrentamiento de Juan Francisco de León contra un estamento del poder".
Esta última premisa estará en casi todos los trabajos de Cabrujas, que cuestionó al Estado y su función en una sociedad a medio hacer. "El Estado venezolano actúa generalmente como una gerencia hotelera en permanente fracaso a la hora de garantizar el confort de los huéspedes", dijo el dramaturgo en la entrevista El Estado del disimulo, publicada en José Ignacio Cabrujas habla y escribe (Editorial Equinoccio).
¡Ah! El fracaso. Ese objeto de placer culposo para este intelectual venezolano, que no le gustaba que le llamaran de esa forma según cuenta Ahumada, a pesar de ser un pensador en todo. "El fracaso es algo fundamental", dice la escritora. "A él le interesaba la voz del que no triunfa, del anti-héroe". Es así como también sorprendió con su labor a la televisión venezolana, metiéndose en el monstruo para construir historias más palpables. "Consagra la telenovela como un oficio digno, crea un ars poética. Le abre la puerta a un género que habla del país, de corte realista, y donde la mujer asume el libre albedrío", y en sus artículos de opinión (célebres columnas que escribió para El Diario de Caracas yEl Nacional) no había quien se salvara en el contexto político de su filosa reflexión, en clave humorística, con una forma de hablar que se refiere al "vamos todos juntos". "A diferencia de otros, como Arturo Uslar Pietri, que hablaba desde el "yo soy el que sé", José Ignacio se hace parte de un nosotros, del cuánto me duele que seamos un país inconcluso pero reconociendo que es parte de ese río".
En Catia, el cronista también cuenta que cuando leyó Los miserables lloró. El mismo efecto le producía alguna frase que le emocionaba de sus artículos de El país según Cabrujas, al leerlos en voz alta a su equipo de trabajo de las telenovelas; una costumbre que tenía antes comenzar la jornada laboral según relata Xiomara Moreno. El dramaturgo, que se levantaba muy temprano para encargarse de sus ocupaciones, era un tipo sensible que podía fumarse cinco cajas de cigarrillos al día mientras hablaba de cuánto le dolía Venezuela. "Leonardo Azparren dijo algo cuando José Ignacio murió que me marcó y que siempre cito", dice Ahumada: "A José Ignacio se le rompió el país adentro".
"Al llegar a su oficina a las 8:00 am lo primero que él hacía era dictarme recetas de cocina. Yo, que era muy irresponsable, realmente las anotaba donde fuera y no hacía nada con eso", recuerda con cierta picardía Xiomara Moreno, una vez su alumna y ahora una reconocida dramaturga. "Mi primerita primera obra la escribí con él, en un semestre de clases".
El también humorista y director de teatro -quien falleció un día como hoy hace 20 años en la isla de Margarita- acostumbraba tener un cigarro en la boca y otro en la mano, una escena que está mucho más incrustada en el imaginario del teatro nacional del siglo XX que la de Cabrujas preparando caraotas o finas salsas. Pero la experiencia con la comida se vinculaba a un proceso de exploración, que comenzaba en el mercado y terminaba en su libreta. "Isabel Palacios (la última esposa del cronista y guionista de cine) me contó que cuando él iba a hacer la compra, en el mercado de Quinta Crespo, él escuchaba a la gente y ¡tomaba nota de todo!". Chismes, noticias, conversaciones. Absorber la realidad era parte de su oficio.
Allí en el mercado, así como en la Catia que lo vio crecer, en la Caracas que miraba con amor y desesperación, y en la Venezuela que le dolía, se concentraba el plato fuerte de Cabrujas y de toda su obra: su preocupación por un país que describía como el "mientras tanto y por si acaso". Esa "Venezuela provisional".
"Se preocupaba demasiado por el país, y sus escritos tienen una vigencia extraordinaria. Sus obras plasmaban la esencia del ser humano y del venezolano. Era muy auténtico. Yo lo extraño muchísimo", dice la primera actriz Francis Rueda. La intérprete tuvo la oportunidad de participar como Elvira en el estreno de Profundo en 1971 bajo la dirección de Cabrujas, y actuar con él enRicardo III, por mencionar los primeros trabajos que realizó con el dramaturgo. También se involucró en varias de sus telenovelas.
"Todo intelectual es producto de su época", dice Ahumada. "Recordemos que Cabrujas nace con los primeros destellos de la democracia. Y su obra como tal, su desarrollo como dramaturgo, se da en la década de los 60, cuando hay una serie de condiciones para la cultura en Venezuela. Pero también impactó una época y la cambió (...) Reconoce la tradición y de dónde viene, supera el teatro costumbrista pero a la vez lo honra. Él se apodera de las figuras artísticas precedentes, pero las interviene con su genio, y se vale de la ironía y del humor".
Para Moreno, su entonces profesor de dramaturgia "era un creador de la palabra, con una formación crítica muy sólida. Donde estaba la palabra, estaba metido él", y no en vano Cabrujas se apoderó del deseo de escribir desde su adolescencia, cuando, en la azotea de su casa en Catia, llevaba todas sus intimidades y reflexiones en un cuadernito rojo brillante que "no se parecía a los cuadernos Alpes del colegio, absolutamente ordinarios y faltos de imaginación" -como él mismo lo describió mucho tiempo después en el texto Catia-.
El soñador adolescente creció y según Moreno "era más feo que nadie" (ríe), pero tenía una voz maravillosa y era un hombre muy divertido y culto. Francis Rueda lo conoció a sus 22 años y confiesa que se sintió "intimidada, porque José Ignacio era muy brillante y sabía demasiado". En una oportunidad, bajo un alerón en las inmediaciones del Banco de Venezuela, cerca del Teatro Juares de Barquisimeto, "me contó toda su vida", recuerda Rueda. "¡Desde su niñez en Catia hasta ese momento!". La actriz guarda en su memoria la capacidad de hablar y hablar que tenía su entonces compañero de escena en Ricardo III, y no es de extrañar que sus conocidos coincidan en que Cabrujas era un gran conversador.
Otro de sus grandes placeres fue la ópera, un gusto que tal vez venía adherido a sus genes italianos. Ahumada señala que es más probable que todo comenzara en su infancia, ya que su padre lo llevaba a ver espectáculos en el Teatro Municipal. La influencia era tal que Moreno comenta que incluso "a veces los roles de sus novelas estaban inspirados en personajes de una ópera".
Tema: fracaso
A sus 19 años inicia sus estudios de Derecho en la Universidad Central de Venezuela. Los abandona. Ya muy joven tiene la revelación sobre su verdadera vocación, las artes escénicas, una vez que entra en contacto con el Teatro Universitario (TU). "Cuando el TU estrena Juan Francisco de León, que no se ha vuelto a montar desde entonces y espero que se retome, Nicolás Curiel dice en el programa de mano que ha comenzado una nueva era para el teatro. Y es que José Ignacio realiza el trabajo de 'historizar' a través del teatro, y toma una anécdota de lo que podemos llamar la pequeña historia venezolana, en este caso una revuelta. La obra trata del enfrentamiento de Juan Francisco de León contra un estamento del poder".
Esta última premisa estará en casi todos los trabajos de Cabrujas, que cuestionó al Estado y su función en una sociedad a medio hacer. "El Estado venezolano actúa generalmente como una gerencia hotelera en permanente fracaso a la hora de garantizar el confort de los huéspedes", dijo el dramaturgo en la entrevista El Estado del disimulo, publicada en José Ignacio Cabrujas habla y escribe (Editorial Equinoccio).
¡Ah! El fracaso. Ese objeto de placer culposo para este intelectual venezolano, que no le gustaba que le llamaran de esa forma según cuenta Ahumada, a pesar de ser un pensador en todo. "El fracaso es algo fundamental", dice la escritora. "A él le interesaba la voz del que no triunfa, del anti-héroe". Es así como también sorprendió con su labor a la televisión venezolana, metiéndose en el monstruo para construir historias más palpables. "Consagra la telenovela como un oficio digno, crea un ars poética. Le abre la puerta a un género que habla del país, de corte realista, y donde la mujer asume el libre albedrío", y en sus artículos de opinión (célebres columnas que escribió para El Diario de Caracas yEl Nacional) no había quien se salvara en el contexto político de su filosa reflexión, en clave humorística, con una forma de hablar que se refiere al "vamos todos juntos". "A diferencia de otros, como Arturo Uslar Pietri, que hablaba desde el "yo soy el que sé", José Ignacio se hace parte de un nosotros, del cuánto me duele que seamos un país inconcluso pero reconociendo que es parte de ese río".
En Catia, el cronista también cuenta que cuando leyó Los miserables lloró. El mismo efecto le producía alguna frase que le emocionaba de sus artículos de El país según Cabrujas, al leerlos en voz alta a su equipo de trabajo de las telenovelas; una costumbre que tenía antes comenzar la jornada laboral según relata Xiomara Moreno. El dramaturgo, que se levantaba muy temprano para encargarse de sus ocupaciones, era un tipo sensible que podía fumarse cinco cajas de cigarrillos al día mientras hablaba de cuánto le dolía Venezuela. "Leonardo Azparren dijo algo cuando José Ignacio murió que me marcó y que siempre cito", dice Ahumada: "A José Ignacio se le rompió el país adentro".
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