Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP

Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP
Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP del cual fue su Coordinador al inicio. GASTRONOMIA (del griego γαστρονομία)es el estudio de la relación del hombre con su alimentación y su medio ambiente o entorno.Gastrónomo es la persona que se ocupa de esta ciencia. A menudo se piensa erróneamente que el término gastronomía únicamente tiene relación con el arte culinario y la cubertería en torno a una mesa. Sin embargo ésta es una pequeña parte del campo de estudio de dicha disciplina: no siempre se puede afirmar que un cocinero es un gastrónomo. La gastronomía estudia varios componentes culturales tomando como eje central la comida.Para mucha gente, el aprender a cocinar implica no solo encontrar una distracción o un pasatiempo cualquiera; pues cocinar (en un término amplio) es más que solo técnicas y procedimientos... es un arte, que eleva a la persona que lo practica y que lo disfruta. Eso es para mi la cocina, con mis obvias limitaciones para preparar diversos platillos, es una actividad que disfruto en todos sus pasos, desde elegir un vegetal perfecto, pasando por el momento en que especiamos la comida, hasta el momento en que me siento con los que amo a disfrutar del resultado, que no es otro más que ese mismo, disfrutar esta deliciosa actividad o con mis alumnos a transmitirles conocimientos que les permitirán ser ellos creadores de sus propios platos gracias a sus saberes llevados a sabores

jueves, 29 de octubre de 2015

Frente a la vorágine de la comida chatarra y los avatares económicos perdura en pleno corazón de Valencia, desde hace más de seis décadas, la Heladería Crema Polar, un laureado establecimiento que ha recibido aplausos de exigentes paladares que no le dan tregua al azúcar. El modesto negocio familiar que se inauguró en 1949 con apenas dos mesas, hoy exhibe un aforismo que ha sido certificado por sus visitantes: El helado del futuro es el helado del pasado. Los sabores tradicionales constituyen el emblema que explican el fervor de los comensales que se pasean por el bulevar Constitución en el casco central de Valencia, lugar donde funciona ese ícono de la valencianidad.

Icónico rincón de sabores cumple más de seis décadas

Heladería Crema Polar guarda la dulce estampa de Valencia

Fernando Osinsky informó que el negocio familiar se fundó hace 66 años por inmigrantes alemanes que llegaron a El Trompillo en Güigüe. (Notitarde/Jennifer Anais Infante)
Heladería Crema Polar guarda la dulce estampa de Valencia (2538081)
NOTITARDE Valencia, octubre 27 (Marianela Rodríguez).- Frente a la vorágine de la comida chatarra 
y los avatares 
económicos perdura en pleno corazón de Valencia, desde hace más de seis décadas, la Heladería 
Crema Polar, un laureado establecimiento que ha recibido aplausos de exigentes paladares que 
no le dan tregua al azúcar.

El modesto negocio familiar que se inauguró en 1949 con apenas dos mesas, hoy exhibe 
un aforismo que ha sido certificado por sus visitantes: El helado del futuro es el helado 
del pasado. Los sabores tradicionales constituyen el emblema que explican el fervor de los 
comensales que se pasean por el bulevar Constitución en el casco central de Valencia, lugar 
donde funciona ese ícono de la valencianidad.

Fernando Osinsky, heladero de segunda generación, explicó que sus padres y sus tíos maternos 
llegaron al país tras la migración selectiva de 1947, después de concluir la Segunda Guerra 
Mundial. Junto a sus parientes, oriundos de Alemania, se establecieron en El Trompillo en una 
antigua hacienda situada en el municipio Carlos Arvelo. Dos años más tarde decidieron probar 
suerte y establecieron el local a media cuadra de la Plaza Bolívar de Valencia. Después de 66 
años la heladería no requiere de mayor presentación.

Yo comencé a trabajar aquí en el año 1969 y el negocio ya tenía 20 años de fundado. Antes 
lo regentaban mis tres tíos maternos. Trabajé con ellos hasta el año 1975 y ese año, 
como ya ellos estaban viejos y cansados, decidieron vendérmelo a mí y a mis dos socios, 
que eran como hermanos porque vivimos juntos en las barracas de El Trompillo; ellos 
llegaron de Yugoslavia, también después de la guerra , recordó. 

Aunque las autoridades jamás le han otorgado reconocimiento alguno por su 
ininterrumpida labor, el señor Osinsky sostiene que su mejor retribución consiste en haber 
conservado intacta la memoria gustativa de los valencianos. Tal vez por ello cada vez que 
vuelven piden los legendarios helados de coco o las malteadas, aunque los jóvenes 
apuesten por aquellos que llevan óreo.

Recuerda que hasta hace algunos años los proveedores llegaban al establecimiento para 
suministrarles los insumos que mantenían satisfecha a su clientela. Ahora solo 
puede atender personalmente el establecimiento hasta el mediodía porque en la tarde debe 
salir a la calle a buscar insumos para el negocio. La verdad es que trabajamos con 
las uñas. La leche que es nuestra principal materia prima no se consigue por ninguna parte , 
dijo.

No obstante, el señor Osinsky, cuyos progenitores inauguraron en Venezuela el primer 
centro de refugiados para las víctimas de los horrores y las tristezas de la guerra, se mantiene 
firme en su entusiasmo y su apuesta por el país. Confía en que vendrán tiempos mejores y 
lamenta que ahora no puedan trabajar hasta las siete de la noche, como lo hacían antes, debido 
a la inseguridad.

Espera en un tiempo no muy remoto entregarle la batuta a su único hijo, profesional universitario, 
para que continúe con el legado de la heladería que es considerada como un clásico dentro 
del gentilicio del valenciano de ayer y hoy.

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