Vainilla Repostería le cambió el sabor francés a los macarrones
María Fernanda Rincón prepara todos los ingredientes que llevan sus macarrones excepto el dulce de leche, que compra a la empresa artesanal Alimentos KQT
En un empaque de 12 macarrones de Vainilla Repostería puede haber 2 que llevan cacao en la galleta: uno estará relleno de crema de parchita y el otro de ganache de chocolate.
"Todo depende de quien los pida", dice María Fernanda Rincón Avendaño, responsable de la elaboración de los dulces, quien reconoce que su clientela es más bien clásica: "Prefiere la galleta con el sabor tradicional, una combinación de almendras, merengue y azúcar fina".
Además de los rellenos mencionados gustan el de mermelada de piña, el de guayaba, el de limón y el de dulce de leche. Es lo que dice la repostera, que decidió dedicarse a la elaboración de estos dulces después de probarlos en Ladurée la casa de repostería francesa que se atribuye su creación y que también los enriquece con trocitos de pistacho, semillas de amapola o mix de cacao y coco, ingredientes que agrega a la galleta.
"Soy criminóloga pero dejé de ejercer mi profesión para dedicarme a la elaboración de los macarrones, que aprendí a preparar por ensayo y error", confiesa Rincón. "Comencé con una receta tradicional antes de atreverme a añadir cacao y dulce de leche a la preparación. Ahora tengo 15 sabores en mi lista de macarrones", dice. ¿El último? El de mantequilla con maple y tocineta, "buen ejemplo de que innovar a partir de una receta tradicional puede dar muy buen resultado".
Rincón prepara todos los ingredientes que llevan sus macarrones excepto el dulce de leche, que compra a la empresa artesanal Alimentos KQT.
"Es de excelente calidad", asegura la repostera, que por ahora solo vende por encargo, mínimo con 2 días de anticipación, a una clientela que retira el pedido directamente en la fábrica una vez que ella comprueba el pago por transferencia bancaria.
Sus macarrones también se despachan a Caracas a través de una empresa de courrier, en un empaque diseñado especialmente para su transporte, asegura la repostera.
¿Planes? "Incorporar a la lista un sabor al mes y abrir un local en el centro comercial La Hacienda, en Mérida, que ya está en construcción ".
Pedidos: @vainillarepostería
"Todo depende de quien los pida", dice María Fernanda Rincón Avendaño, responsable de la elaboración de los dulces, quien reconoce que su clientela es más bien clásica: "Prefiere la galleta con el sabor tradicional, una combinación de almendras, merengue y azúcar fina".
Además de los rellenos mencionados gustan el de mermelada de piña, el de guayaba, el de limón y el de dulce de leche. Es lo que dice la repostera, que decidió dedicarse a la elaboración de estos dulces después de probarlos en Ladurée la casa de repostería francesa que se atribuye su creación y que también los enriquece con trocitos de pistacho, semillas de amapola o mix de cacao y coco, ingredientes que agrega a la galleta.
"Soy criminóloga pero dejé de ejercer mi profesión para dedicarme a la elaboración de los macarrones, que aprendí a preparar por ensayo y error", confiesa Rincón. "Comencé con una receta tradicional antes de atreverme a añadir cacao y dulce de leche a la preparación. Ahora tengo 15 sabores en mi lista de macarrones", dice. ¿El último? El de mantequilla con maple y tocineta, "buen ejemplo de que innovar a partir de una receta tradicional puede dar muy buen resultado".
Rincón prepara todos los ingredientes que llevan sus macarrones excepto el dulce de leche, que compra a la empresa artesanal Alimentos KQT.
"Es de excelente calidad", asegura la repostera, que por ahora solo vende por encargo, mínimo con 2 días de anticipación, a una clientela que retira el pedido directamente en la fábrica una vez que ella comprueba el pago por transferencia bancaria.
Sus macarrones también se despachan a Caracas a través de una empresa de courrier, en un empaque diseñado especialmente para su transporte, asegura la repostera.
¿Planes? "Incorporar a la lista un sabor al mes y abrir un local en el centro comercial La Hacienda, en Mérida, que ya está en construcción ".
Pedidos: @vainillarepostería
Una uruguaya a la espera del Guinness tras cocinar 1.500 milanesas
(Foto Archivo)
EFE
Ahora, para certificar la misión, que fue puntualmente analizada y registrada por una notaria, resta que un comité del Guinness World Records viaje a Uruguay para tomar constancia de la proeza.
Todo comenzó cuando el sindicato de la empresa hidroeléctrica estatal le propuso hacer tamaña cantidad de filetes para el menú de una asamblea y decidió que la palabra imposible no iba con ella.
"En realidad yo enseguida dije 'sí claro' y el presidente del sindicato me preguntó tres veces si estaba segura. Yo me animo, lo hago y puedo", contó hoy Silvana a Efe.
Así que no había que dejar pasar la oportunidad y lo que empezó como una "broma" de su hija -que se apuntara al Guinness- acabó siendo realidad.
"Entramos en la página y nos anotamos. Miramos y no había nadie que lo hubiera hecho", confiesa la chef, dueña de una rotisería (negocio de comida preparada) en la ciudad de Canelones, al sur de Uruguay.
En total, 260 kilos de carne de vacuno, mil huevos, 250 kilos de pan rallado, 400 litros de aceite y 2,5 kilos de sal, pero también 1.500 panes tipo "tortuga", 12 cajones de lechugas y 800 tomates, ya que las milanesas, en este caso, iban suculentamente acompañadas y dispuestas para ser saboreadas en 1.500 bandejitas.
Si bien hace dos años que está al frente de su negocio, con el que hace servicios de catering, y "toda la vida" se dedicó a vender comida desde su casa, nunca se había propuesto cumplir una hazaña de este calibre.
"Nos dijeron (desde Guinness) que no había récord de esa cantidad de milanesas ni al pan", cuenta quien asegura que "se anotó por anotarse", ya que se trataba "más un reto personal" que hacer el récord.
Solo en gastos de ingredientes, 76.000 pesos (unos 2.700 dólares) quedaron en el camino, aunque el sindicato le adelantó parte del coste por sus servicios para poder hacer frente a los gastos.
El primer problema llegó cuando su camioneta no daba de sí para transportar los ingredientes, por lo que tuvo que contratar otra mayor para trasladarlos desde las tiendas hasta su cocina, que en pocas horas se convirtió en una particular factoría de milanesas, un tipo de producto muy consumido en Uruguay.
"Fueron muchas horas de trabajo sin parar. Arrancamos un lunes a las 19 horas y terminamos el jueves a las 5,30, cuando salimos a entregar las milanesas. Tuve la ayuda de dos amigas, de mi madre y mi suegra. Las teníamos alejadas (a estas dos últimas) por las dudas", dice entre risas, algo que no faltó ni un solo minuto durante la aventura, que tuvo lugar a mediados de julio.
Así, mientras sus ayudantas se organizaban en turnos, ella no dejó de estar con las manos en la masa, sin dormir, durante las casi tres jornadas que se alargó el reto, mientras se alimentaban a base de pizzas, chocolate o pastas de té, pero sin probar ni una sola de las protagonistas por excelencia.
"Milanesa no quería nadie. Estábamos anonadadas del olor a frito", asevera Silvana, quien dice encantarle las milanesas, aunque con la idea de que por un tiempo... solo las comerá de pollo.
Con la misión cumplida, ahora espera ansiosa que el comité de Guinness llegue a Canelones, tal y como le comunicaron que ocurriría.
"Guardamos las boletas, los recibos, todo lo que certifica la compra y lo que hay que esperar es que vengan", añade con la vista puesta en que toda salga como se espera y sea una mujer de récord.
De momento, las alrededor de 200 milanesas que sobraron del encuentro sindical se donaron a una escuela pública, algo que encendió su emoción y le hizo pensar que con Guinness o sin él, el reto "valió la pena".
"En realidad yo enseguida dije 'sí claro' y el presidente del sindicato me preguntó tres veces si estaba segura. Yo me animo, lo hago y puedo", contó hoy Silvana a Efe.
Así que no había que dejar pasar la oportunidad y lo que empezó como una "broma" de su hija -que se apuntara al Guinness- acabó siendo realidad.
"Entramos en la página y nos anotamos. Miramos y no había nadie que lo hubiera hecho", confiesa la chef, dueña de una rotisería (negocio de comida preparada) en la ciudad de Canelones, al sur de Uruguay.
En total, 260 kilos de carne de vacuno, mil huevos, 250 kilos de pan rallado, 400 litros de aceite y 2,5 kilos de sal, pero también 1.500 panes tipo "tortuga", 12 cajones de lechugas y 800 tomates, ya que las milanesas, en este caso, iban suculentamente acompañadas y dispuestas para ser saboreadas en 1.500 bandejitas.
Si bien hace dos años que está al frente de su negocio, con el que hace servicios de catering, y "toda la vida" se dedicó a vender comida desde su casa, nunca se había propuesto cumplir una hazaña de este calibre.
"Nos dijeron (desde Guinness) que no había récord de esa cantidad de milanesas ni al pan", cuenta quien asegura que "se anotó por anotarse", ya que se trataba "más un reto personal" que hacer el récord.
Solo en gastos de ingredientes, 76.000 pesos (unos 2.700 dólares) quedaron en el camino, aunque el sindicato le adelantó parte del coste por sus servicios para poder hacer frente a los gastos.
El primer problema llegó cuando su camioneta no daba de sí para transportar los ingredientes, por lo que tuvo que contratar otra mayor para trasladarlos desde las tiendas hasta su cocina, que en pocas horas se convirtió en una particular factoría de milanesas, un tipo de producto muy consumido en Uruguay.
"Fueron muchas horas de trabajo sin parar. Arrancamos un lunes a las 19 horas y terminamos el jueves a las 5,30, cuando salimos a entregar las milanesas. Tuve la ayuda de dos amigas, de mi madre y mi suegra. Las teníamos alejadas (a estas dos últimas) por las dudas", dice entre risas, algo que no faltó ni un solo minuto durante la aventura, que tuvo lugar a mediados de julio.
Así, mientras sus ayudantas se organizaban en turnos, ella no dejó de estar con las manos en la masa, sin dormir, durante las casi tres jornadas que se alargó el reto, mientras se alimentaban a base de pizzas, chocolate o pastas de té, pero sin probar ni una sola de las protagonistas por excelencia.
"Milanesa no quería nadie. Estábamos anonadadas del olor a frito", asevera Silvana, quien dice encantarle las milanesas, aunque con la idea de que por un tiempo... solo las comerá de pollo.
Con la misión cumplida, ahora espera ansiosa que el comité de Guinness llegue a Canelones, tal y como le comunicaron que ocurriría.
"Guardamos las boletas, los recibos, todo lo que certifica la compra y lo que hay que esperar es que vengan", añade con la vista puesta en que toda salga como se espera y sea una mujer de récord.
De momento, las alrededor de 200 milanesas que sobraron del encuentro sindical se donaron a una escuela pública, algo que encendió su emoción y le hizo pensar que con Guinness o sin él, el reto "valió la pena".
No hay comentarios:
Publicar un comentario