Ciudad del Vaticano, (ZENIT.org) Rocío Lancho García | 683 hits
Miles de fieles han acudido, como cada miércoles, a la plaza de San Pedro para escuchar y saludar al papa Francisco en la audiencia general. Mientras hacía su recorrido por los pasillos de la plaza con el papamóvil, tres niños han sido elegidos para subir con él y acompañarle en el jeep blanco durante algunos minutos. El Santo Padre se detenía a saludar a los fieles, y le acercaban a los bebés para que les diera su bendición. Banderas procedentes de multitud de países ondeaban ante el paso del Pontífice, mientras los peregrinos cantaban el nombre del Papa y le mostraban su cercanía con mensajes de cariño.
Antes de comenzar la lectura del Evangelio, el Santo Padre ha recordado que estos días se reúne en Florencia el Congreso Nacional de la Iglesia italiana --donde él mismo estuvo ayer-- y ha pedido rezar un Ave María por este encuentro.
En la catequesis de esta semana, prosiguiendo con el tema de la familia, ha reflexionado sobre la convivialidad. En el resumen que el Papa ha realizado en español ha indicado que “en la vida familiar aprendemos desde chicos la convivialidad, bellísima virtud que nos enseña a compartir, con alegría, los bienes de la vida”. El símbolo más evidente --ha indicado-- es la familia reunida entorno a la mesa doméstica, donde se comparte no sólo la comida, sino también los afectos, los acontecimientos alegres y también los tristes. De este modo, el Santo Padre ha explicado que “esta virtud constituye una experiencia fundamental en la vida de cada persona y es un termómetro seguro para medir la salud de las relaciones familiares. Una familia que no come unida o que mientras come lo hace y no dialoga y está mirando la televisión o cada uno con su telefonino, o con su aparatito, es una familia ‘poco familiar’, yo diría es una familia automática”.
Asimismo, ha asegurado que “los cristianos tenemos una especial vocación a la convivialidad. Jesús no desdeñaba comer con sus amigos. Y representaba el Reino de Dios como un banquete alegre”. Fue también en el contexto de una cena --ha observado-- donde entregó a los discípulos su testamento espiritual, e instituyó la Eucaristía. Finalmente, ha indicado que “es precisamente en la celebración Eucarística donde la familia, inspirándose en su propia experiencia, se abre a la gracia de una convivialidad universal y a una fraternidad sin fronteras, según el corazón de Cristo, que entrega su Cuerpo y derrama su Sangre por la salvación de todos”.
A continuación, ha saludado a los peregrinos de lengua española y a todos los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Por eso ha pedido: “roguemos para que cada familia participando en la Eucaristía, se abra al amor de Dios y del prójimo, especialmente para con quienes carecen de pan y de afecto. Que el próximo Jubileo de la Misericordia nos haga ver la belleza del compartir”.
Tras los saludos en las diversas lenguas, el Santo Padre ha dedicado unas palabras especiales para los jóvenes, los enfermos y los recién casados. Para los jóvenes ha pedido que el Señor les ayude a ser “promotores de misericordia y reconciliación”. A los enfermos ha deseado que el Señor les “sostenga para no perder la confianza, ni siquiera en los momentos de dura prueba”. Finalmente, a los recién casados ha exhortado a que encuentren en el Evangelio la alegría de acoger cada vida humana, sobre todo la débil e indefensa.
(11 de noviembre de 2015) © Innovative Media Inc.
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