Francisco a los voluntarios del Banco de Alimentos: “Tuve hambre y me han dado de comer”
'El hambre en el mundo un escándalo, un verdadero pecado'. No olvidarse de los refugiados que llegan a Europa.
Por Sergio Mora
Ciudad del Vaticano, 03 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Ciudad del Vaticano, 03 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco tuvo un audiencia este sábado por la mañana en el Vaticano, con la 'Fondazione Banco Alimentare'. Los varios miles de voluntarios recibieron al Papa en el aula Pablo VI, con gran entusiasmo, mientras los alpinos entonaban sus cantos.
El Pontífice les dijo que estaba contento de encontrarlos, a todos, sean asociaciones, empresas o personas que colaboran con esta red de caridad que es el Banco de Alimentos. Y les recordó que delante del problema talmente grande del hambre en el mundo, agravado por los flujos migratorios de personas que huyen, resuenan las palabras de Jesús: “Tuve hambre y me han dado de comer”. “Les agradezco --dijo el Papa-- por lo que hacen y les animo a seguir en este camino”.
En Italia cada año el 15 por ciento de la producción alimentaria se desperdicia,indica la fundación en su web. Añade que unas 700 las empresas abastecedoras donan sus excedencias, que generalmente son de grandes dimensiones, especialmente ayudan los productores. En Italia hay 22 asociaciones que colaboran. La iniciativa existe también en diversos países del mundo.
El Papa dirigiéndose a ellos y les dijo saber que “desde hace 25 años, están cotidianamente empeñados como voluntarios en el frente de la pobreza. En particular la preocupación por combatir el desperdicio de alimentos, recuperarlos y distribuirlos entre las familias en dificultad y a los indigentes”.
El Papa les recordó que “hoy el hambre tiene dimensiones de un verdadero escándalo que amenaza la vida y la dignidad de tantas personas” y añadió que no solo es un escándalo: “Me permito decir aún más, este pecado”. Indicó que cada día es necesario ponerse delante de esta injusticia en un mundo rico de recursos alimentarios, gracias también a los enormes progresos tecnológicos. A pesar de ello demasiados son los que no tienen lo necesario para sobrevivir. Y no solamente en países pobres, sino también cada vez más en las sociedades ricas y desarrolladas.
Un problema, aseguró el Pontífice, que se ve agravado por los flujos migratorios de miles de refugiados que llegan a Europa, “quienes huyen de sus países y necesitan todo”. Y si no podemos hacer un milagro como el de Jesús con la multiplicación de los panes, "podemos educar a los hombres a reconocer la humanidad presente en cada persona".
El Papa elogió al fundador del Banco de Alimentos, Danilo Fossati, empresario que le confió a Don Giussani, fundador de Comunión y Liberación, su desagrado por la destrucción de productos que eran aún comestibles. Y el Banco fue su obra, “siempre en puntas de pié”.
“Sigan con confianza esta obra --les dijo-- actuando la cultura del encuentro y del compartir”. Porque “es el mismo Jesús que nos invita a dar de comer a los hambrientos y la Iglesia la ha hecho una de las obras de misericordia corporal”.
Y al encontrar diariamente a estas personas necesitadas, les pidió el Papa, “hay que mirarlas en la cara, darles la mano, ver en ellos la carne de Cristo y ayudarles a reconquistar su dignidad y ponerse de pié”. Además “hacerles sentir que son importantes a los ojos de Dios”
El Pontífice les dijo que estaba contento de encontrarlos, a todos, sean asociaciones, empresas o personas que colaboran con esta red de caridad que es el Banco de Alimentos. Y les recordó que delante del problema talmente grande del hambre en el mundo, agravado por los flujos migratorios de personas que huyen, resuenan las palabras de Jesús: “Tuve hambre y me han dado de comer”. “Les agradezco --dijo el Papa-- por lo que hacen y les animo a seguir en este camino”.
En Italia cada año el 15 por ciento de la producción alimentaria se desperdicia,indica la fundación en su web. Añade que unas 700 las empresas abastecedoras donan sus excedencias, que generalmente son de grandes dimensiones, especialmente ayudan los productores. En Italia hay 22 asociaciones que colaboran. La iniciativa existe también en diversos países del mundo.
El Papa dirigiéndose a ellos y les dijo saber que “desde hace 25 años, están cotidianamente empeñados como voluntarios en el frente de la pobreza. En particular la preocupación por combatir el desperdicio de alimentos, recuperarlos y distribuirlos entre las familias en dificultad y a los indigentes”.
El Papa les recordó que “hoy el hambre tiene dimensiones de un verdadero escándalo que amenaza la vida y la dignidad de tantas personas” y añadió que no solo es un escándalo: “Me permito decir aún más, este pecado”. Indicó que cada día es necesario ponerse delante de esta injusticia en un mundo rico de recursos alimentarios, gracias también a los enormes progresos tecnológicos. A pesar de ello demasiados son los que no tienen lo necesario para sobrevivir. Y no solamente en países pobres, sino también cada vez más en las sociedades ricas y desarrolladas.
Un problema, aseguró el Pontífice, que se ve agravado por los flujos migratorios de miles de refugiados que llegan a Europa, “quienes huyen de sus países y necesitan todo”. Y si no podemos hacer un milagro como el de Jesús con la multiplicación de los panes, "podemos educar a los hombres a reconocer la humanidad presente en cada persona".
El Papa elogió al fundador del Banco de Alimentos, Danilo Fossati, empresario que le confió a Don Giussani, fundador de Comunión y Liberación, su desagrado por la destrucción de productos que eran aún comestibles. Y el Banco fue su obra, “siempre en puntas de pié”.
“Sigan con confianza esta obra --les dijo-- actuando la cultura del encuentro y del compartir”. Porque “es el mismo Jesús que nos invita a dar de comer a los hambrientos y la Iglesia la ha hecho una de las obras de misericordia corporal”.
Y al encontrar diariamente a estas personas necesitadas, les pidió el Papa, “hay que mirarlas en la cara, darles la mano, ver en ellos la carne de Cristo y ayudarles a reconquistar su dignidad y ponerse de pié”. Además “hacerles sentir que son importantes a los ojos de Dios”
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