Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP

Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP
Carlos Fierro con un grupo de egresados del Diplomado en Gastronomía de la UJAP del cual fue su Coordinador al inicio. GASTRONOMIA (del griego γαστρονομία)es el estudio de la relación del hombre con su alimentación y su medio ambiente o entorno.Gastrónomo es la persona que se ocupa de esta ciencia. A menudo se piensa erróneamente que el término gastronomía únicamente tiene relación con el arte culinario y la cubertería en torno a una mesa. Sin embargo ésta es una pequeña parte del campo de estudio de dicha disciplina: no siempre se puede afirmar que un cocinero es un gastrónomo. La gastronomía estudia varios componentes culturales tomando como eje central la comida.Para mucha gente, el aprender a cocinar implica no solo encontrar una distracción o un pasatiempo cualquiera; pues cocinar (en un término amplio) es más que solo técnicas y procedimientos... es un arte, que eleva a la persona que lo practica y que lo disfruta. Eso es para mi la cocina, con mis obvias limitaciones para preparar diversos platillos, es una actividad que disfruto en todos sus pasos, desde elegir un vegetal perfecto, pasando por el momento en que especiamos la comida, hasta el momento en que me siento con los que amo a disfrutar del resultado, que no es otro más que ese mismo, disfrutar esta deliciosa actividad o con mis alumnos a transmitirles conocimientos que les permitirán ser ellos creadores de sus propios platos gracias a sus saberes llevados a sabores

domingo, 4 de octubre de 2015

Tienen más de 40 años en Venezuela. El padre, Reinaldo Ormazabal, nacido en Curicó, y la madre, Mitsy Madariaga, nacida en Santiago de Chile, llegaron de visita a Venezuela casados y con dos hijas (Solange y Pamela); cautivados por el amable clima caraqueño y sus cielos azules, decidieron quedarse. Aquí nació la tercera de sus hijas, Daniela. Venezuela, a los Ormazabal, les cautivó con su gastronomía, por lo que empezaron a llevar a su mesa platos de la cocina venezolana

Domingo en familia: los Ormazabal

Sopaipillas, pebre, empanadas, ensalada chilena, porotos granados y chilenitos fueron las preparaciones del país sureño que se llevaron a la mesa en la décima cuarta entrega de esta serie de crónicas gastronómicas.

por ADRIANA GIBBS  |  imagen: GASTROBRAND | DOMINGO 4 DE OCTUBRE DE 2015
(Imagen: GASTROBRAND)
Tienen más de 40 años en Venezuela. El padre, Reinaldo Ormazabal, nacido en Curicó, y la madre, Mitsy Madariaga, nacida en Santiago de Chile, llegaron de visita a Venezuela casados y con dos hijas (Solange y Pamela); cautivados por el amable clima caraqueño y sus cielos azules, decidieron quedarse. Aquí nació la tercera de sus hijas, Daniela.

Venezuela, a los Ormazabal, les cautivó con su gastronomía, por lo que empezaron a llevar a su mesa platos de la cocina venezolana. Ahora bien -aclaran las hijas-, cuando se reúnen los fines de semana o en esas ocasiones que propician el compartir entre ellos (como un partido de fútbol en los que juega su equipo chileno), el menú de su patria es protagonista como lo fue en este Domingo en familia.

En este encuentro, destacan las tres hijas, la intención es hacerle un homenaje al padre, quien ha logrado sortear con fuerza y valentía una dolencia. Él, para ellas, ha sido un ejemplo "y un maestro en la cocina", afirma Daniela.

"La cocina chilena está basada en la española y francesa junto con otras influencias europeas, pero al igual que otras sudamericanas, los ingredientes locales como las judías, el abundante pescado y marisco y el maíz o choclo le proporcionan un carácter único", escribe Martha Rosé Shulman en Atlas mundial del gastrónomo. Y esto se advierte en el menú: "Llevaremos a la mesa recetas típicas en nuestras distintas estaciones; esto es, platos de verano y de invierno", explica Solange.

Mitzy (la madre) hará las sopaipillas con Pamela. "Sopaipilla deriva de la 'sopaipa' árabe-española", escribe Eugenio Pereira Salas enApuntes para la historia de la cocina chilena. Es un plato propio del invierno. Son una especie de tortitas calientes hechas con auyama. "Mi mamá, cuando teníamos mucho frío, las hacía y nos la daba con chocolate caliente para merendar", relata Pamela.

La madre las explica al tiempo de hacerlas: "Se tritura una taza de auyama cocida (puede ser con un preparador de puré). Luego, se hace una corona con dos tazas de harina y en el centro se colocan tres cucharadas de mantequilla (o manteca) derretida junto con media taza de agua caliente y una cucharadita de sal. Se mezcla con la auyama formando una masa que no debe pegarse en la tabla y ser igualmente suave y elástica". En esta faena la apoya Pamela, quien da otros detalles de la preparación: "La masa se estira dejándola de un espesor de medio centímetro y se corta en círculos de 10 centímetros con una copa o un molde redondo". La madre pone suficiente aceite en un caldero y lo lleva al fuego. Cuando está caliente el aceite coloca tres sopaipillas y las fríe durante un minuto por cada lado. "Deben estar doradas antes de retirarlas y colocar sobre un papel absorbente", advierte Pamela.

El plato central son los porotos granados, preparación que refrenda lo que escribe Shulman: "Los porotos son particularmente importantes. Este típico guiso chileno lleva tres clases de judías: pintas, mantequeras o de Lima y las pequeñas judías blancas americanas". Solange destaca algo particular: "Tiene su versión de verano y la de invierno. Acá haremos la de verano, con diversidad de verduras y vegetales: la de invierno tiene carne de cerdo".

Momento empanada
"Domingo sin empanadas chilenas no es domingo", dicen todos. "Esta receta figura en la gastronomía española desde el siglo XVII; la de masa de hoja se transformó en empanada criolla, horneada con grasa y rellena con el pinu (voz indígena) para designar el picadillo de carne, cebollas, pasas, huevo y ají", escribe Pereira Salas. Las de este encuentro las hace Solange con el apoyo del padre. Primero se prepara el guiso de carne. "Una característica propia es que la carne no es molida sino picada en cuadritos pequeñísimos", afirma Solange. Y el truco, agrega el padre, es colocarle mucha cebolla al guiso para que quede jugosa. A este guiso se le añaden huevos duros, aceitunas negras enteras y uvas pasas. Y llega el turno del pebre, que es una suerte de mojito. "Papá, en este familia, es el experto en pebre. La base es cilantro, cebolla, tomate, aceite y sal. Yo lo tropicalizo con el aguacate", dice Daniela. Nos anuncian a la fotógrafa y a mí que probaremos el clásico, una versión picante y otro con mejillones.

Listas sopaipillas, empanadas y pebre; Daniela se apura con la ensalada chilena. Lleva tomates y cebollas cortados en juliana. "La diferencia de esta ensalada con otras es que se le quita la concha al tomate", enfatiza Daniela. Se adereza con sal y aceite. Todo servido en la mesa. En el centro una botella de carménère, uva que ha venido identificando al país sureño. "Papá era viticultor y, naturalmente, el vino estuvo presente en la mesa familiar; ahora, acá, se ha dificultado un poco con los precios, pero en nuestra mesa dominguera procuramos que siempre esté", cuenta Reinaldo.

La dulce despedida fue con chilenitos (dulce típico hecho con harina y relleno de dulce de leche). "El contingente más valioso que impulsó el desarrollo de la repostería chilena en el siglo XVII fueron las monjas", bien explica el autor de Apuntes para la historia de la cocina chilena.Y estos chilenitos, hechos por Pamela, quien hizo estudios de repostería, están sencillamente divinos. En compañía de un muy buen café supieron a felicidad.

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