Nashville un paseo de música y tragos
Country, rock, cocteles y Jack Daniels encabezan la lista de atractivos de la capital del estado de Tennessee
28 DE FEBRERO 2016 - 12:01 AM
No figura en el mapa. Al menos no en el del viajero promedio con planes de “turistear” en Estados Unidos. La mayoría de los que llegan a la ciudad lo hacen por casualidad, en viajes corporativos. Solo la eligen como destino los que tienen ciertas aficiones... particulares. En Nashville se respira música. Y whisky. Del bueno. Es la capital intergaláctica de la música country y concentra las mejores destilerías del planeta. Pero la ciudad del estado de Tennessee es mucho más que Dolly Parton y Jack Daniels.
La música country en su forma más tradicional no es exactamente popular. Aunque hay, como en casi todas las excentricidades, un nicho consumidor ávido de bandas en vivo y bailes que implican botas, sombreros enormes y saltitos.
Para amantes –y no tanto– de la música country, Nashville, aun cuando es la mismísima Tierra Prometida para los fanáticos del género, es un destino que tiene, además, mucho que ofrecer y vale la pena conocer.
De bar en bar. Si algo tiene Nashville es una geografía de bares, pubs y grills tan abundante como heterogénea. Desde espacios relajados hasta cantinas “de vaqueros”, con decoraciones tradicionales y temáticas. Por ejemplo, The Red Door Saloon, en Division Street, es una experiencia pintoresca: un bar de motociclistas con decoración muy kitsch, una rocola sonando fuerte y una carta de tragos y cervezas que empiezan a servirse desde los cinco dólares y van subiendo según marca y complejidad.
En la misma calle, Patterson House recrea a los “speakeasy” (bares clandestinos) de los tiempos de la prohibición, con mozos caracterizados al estilo de la época Capone y una de las mejores coctelerías del condado (precaución: con muchos megatones de graduación alcohólica, se suele salir zigzagueando de este lugar).
Un poco de rock. En su momento de gloria, Elvis Presley dejó de grabar en el humilde estudio de Sun Records en Memphis y migró hacia Estudio B de la RCA Records en Nashville. Las visitas guiadas a este sitio, ideales para amantes de la historia del rock, incluyen la posibilidad de escuchar grabaciones originales, en el lugar en el que se hicieron, donde aún se conservan muchos de los instrumentos musicales y de las piezas de tecnología –micrófonos y consolas ancestrales– que se usaron para grabar las más de 200 canciones que el Rey del Rock hizo en el mítico estudio. La entrada cuesta 15 dólares y se compra en el Hall de la Fama del Country.
Destilados. La destilería más famosa del planeta, la de Jack Daniels, queda en Lynchburg, a poco más de una hora en auto desde Nashville. En la ciudad pueden comprarse paquetes turísticos para pasar el día, visitar la destilería, aprender sobre el proceso de producción del whisky, comer en el lugar y degustar sus productos (imperdibles el tradicional Honey y el ahumadísimo Gentleman Jack).
Además, el pintoresco Hardware & General Store –almacén de ramos generales de la ciudad– hace las veces de tienda de regalos oficial de Jack Daniels.
Templos del country
La visita a las dos grandes mecas del country es ineludible. La primera es, justamente, el Hall de la Fama, un lugar que puede parecer aburrido para los no iniciados y que, sin embargo, tiene su encanto. Además de una colección enorme de instrumentos musicales, posters, piezas de vestuario y discos de oro, se escucha música todo el tiempo (y el visitante descubre que, radios de clásicos mediante, conoce muchas más canciones country de las que creía). La entrada ronda los 25 dólares.
El otro lugar de peregrinación es el legendario Grand Ole Opry, la sala de conciertos que hizo que el country se volviera popular en todo Estados Unidos. Fundado en 1925, desde el Opry se transmite en vivo el programa de radio que difundió el género musical.
La actual no es la locación original –es una reconstrucción, el granero donde se hacían los primeros shows y transmisiones se incendió– y sobre su escenario se cruzan figuras consagradas del género con nuevos talentos. Las entradas más económicas están alrededor de los 40 dólares y suben de precio en función de la ubicación.
No figura en el mapa. Al menos no en el del viajero promedio con planes de “turistear” en Estados Unidos. La mayoría de los que llegan a la ciudad lo hacen por casualidad, en viajes corporativos. Solo la eligen como destino los que tienen ciertas aficiones... particulares. En Nashville se respira música. Y whisky. Del bueno. Es la capital intergaláctica de la música country y concentra las mejores destilerías del planeta. Pero la ciudad del estado de Tennessee es mucho más que Dolly Parton y Jack Daniels.
La música country en su forma más tradicional no es exactamente popular. Aunque hay, como en casi todas las excentricidades, un nicho consumidor ávido de bandas en vivo y bailes que implican botas, sombreros enormes y saltitos.
Para amantes –y no tanto– de la música country, Nashville, aun cuando es la mismísima Tierra Prometida para los fanáticos del género, es un destino que tiene, además, mucho que ofrecer y vale la pena conocer.
De bar en bar. Si algo tiene Nashville es una geografía de bares, pubs y grills tan abundante como heterogénea. Desde espacios relajados hasta cantinas “de vaqueros”, con decoraciones tradicionales y temáticas. Por ejemplo, The Red Door Saloon, en Division Street, es una experiencia pintoresca: un bar de motociclistas con decoración muy kitsch, una rocola sonando fuerte y una carta de tragos y cervezas que empiezan a servirse desde los cinco dólares y van subiendo según marca y complejidad.
En la misma calle, Patterson House recrea a los “speakeasy” (bares clandestinos) de los tiempos de la prohibición, con mozos caracterizados al estilo de la época Capone y una de las mejores coctelerías del condado (precaución: con muchos megatones de graduación alcohólica, se suele salir zigzagueando de este lugar).
Un poco de rock. En su momento de gloria, Elvis Presley dejó de grabar en el humilde estudio de Sun Records en Memphis y migró hacia Estudio B de la RCA Records en Nashville. Las visitas guiadas a este sitio, ideales para amantes de la historia del rock, incluyen la posibilidad de escuchar grabaciones originales, en el lugar en el que se hicieron, donde aún se conservan muchos de los instrumentos musicales y de las piezas de tecnología –micrófonos y consolas ancestrales– que se usaron para grabar las más de 200 canciones que el Rey del Rock hizo en el mítico estudio. La entrada cuesta 15 dólares y se compra en el Hall de la Fama del Country.
Destilados. La destilería más famosa del planeta, la de Jack Daniels, queda en Lynchburg, a poco más de una hora en auto desde Nashville. En la ciudad pueden comprarse paquetes turísticos para pasar el día, visitar la destilería, aprender sobre el proceso de producción del whisky, comer en el lugar y degustar sus productos (imperdibles el tradicional Honey y el ahumadísimo Gentleman Jack).
Además, el pintoresco Hardware & General Store –almacén de ramos generales de la ciudad– hace las veces de tienda de regalos oficial de Jack Daniels.
Templos del country
La visita a las dos grandes mecas del country es ineludible. La primera es, justamente, el Hall de la Fama, un lugar que puede parecer aburrido para los no iniciados y que, sin embargo, tiene su encanto. Además de una colección enorme de instrumentos musicales, posters, piezas de vestuario y discos de oro, se escucha música todo el tiempo (y el visitante descubre que, radios de clásicos mediante, conoce muchas más canciones country de las que creía). La entrada ronda los 25 dólares.
El otro lugar de peregrinación es el legendario Grand Ole Opry, la sala de conciertos que hizo que el country se volviera popular en todo Estados Unidos. Fundado en 1925, desde el Opry se transmite en vivo el programa de radio que difundió el género musical.
La actual no es la locación original –es una reconstrucción, el granero donde se hacían los primeros shows y transmisiones se incendió– y sobre su escenario se cruzan figuras consagradas del género con nuevos talentos. Las entradas más económicas están alrededor de los 40 dólares y suben de precio en función de la ubicación.
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