El concurso que está arruinando el placer de cocinar en familia
por JOSÉ BAIG | imagen: JOSÉ BAIG | MIÉRCOLES 10 DE FEBRERO DE 2016
En La Cocinita de Papá estamos trabajando en un proyecto nuevo que pronto les daremos a conocer. Hago mención a él por algo que pasó en una de las reuniones creativas que me hizo reflexionar.
Uno de nuestros "cómplices" comentó que todo lo relacionado con niños cocinando está teniendo mucho éxito últimamente gracias a un programa de televisión en el que niños entre 8 y 13 años compiten con sus mejores recetas por el título de Gran Cocinerito (no es el verdadero nombre, pero ya saben de qué programa les estamos hablando).
Nuestra familia, como se imaginarán, es gran consumidora de shows de cocina desde hace muchos años. Y por eso mismo, hemos notado algunas cosas en la evolución de los programas, que nos han hecho apreciarlos "con una pizca de sal" (traducción literal de la expresión en inglés -"take with a grain of salt"- que invita a no confiarse demasiado).
Nos referimos, en concreto, a la tendencia de que estos programas sean cada vez más "realities" (ese formato en el que la gente expone ante millones de desconocidos sus sentimientos y sus miserias).
Uno de nuestros "cómplices" comentó que todo lo relacionado con niños cocinando está teniendo mucho éxito últimamente gracias a un programa de televisión en el que niños entre 8 y 13 años compiten con sus mejores recetas por el título de Gran Cocinerito (no es el verdadero nombre, pero ya saben de qué programa les estamos hablando).
Nuestra familia, como se imaginarán, es gran consumidora de shows de cocina desde hace muchos años. Y por eso mismo, hemos notado algunas cosas en la evolución de los programas, que nos han hecho apreciarlos "con una pizca de sal" (traducción literal de la expresión en inglés -"take with a grain of salt"- que invita a no confiarse demasiado).
Nos referimos, en concreto, a la tendencia de que estos programas sean cada vez más "realities" (ese formato en el que la gente expone ante millones de desconocidos sus sentimientos y sus miserias).
Cuando un adulto decide participar, tendrá sus razones y se respetan. Pero cuando se toma a un grupo de niños y se les presiona para que "lo den todo", o se les echa una bronca porque están "bajando el nivel" o se fabrican (con técnicas de edición) conflictos "adultos" entre ellos, ya estamos hablando de otra cosa.
Además, digan lo que digan, no es "normal" que un niño de 10 años esté haciendo esferificaciones, o se angustie porque la "sous-vide" no le quedó con la textura deseada, o salga llorando ante millones de espectadores porque su plato no tiene "calidad de restaurant".
Claro que hay niños que nacen con talento para la cocina, como para la música, el canto, el baile o la pintura. Pero una cosa es apoyar el desarrollo del talento de manera natural y otra es sacrificar horas de juego en favor de horas de práctica para desarrollar complicadas técnicas culinarias.
Este programa no se trata de estimular el amor de los niños por la cocina. No se trata de disfrutar la comida, de cocinar en familia, de rescatar las recetas familiares, no. Se trata únicamente de alimentar a dos de las industrias más implacables del mundo: la del entretenimiento y la de la gastronomía.
Al final, el mensaje que da el programa es que solo vale la pena que los niños aprendan a cocinar si tienen posibilidades de convertirse en el próximo Ferrán Adriá, el Gastón Acurio del 2025, el Gordon Ramsay hispanohablante.
Y eso es una gran injusticia.
Es injusto con la cocina familiar, la de las recetas de las abuelas, la de los platos hechos en casa, entre todos, pasando un buen rato en la cocina juntos, como familia.
Es injusto con los padres y las madres que quieren inculcarle a sus hijos que se puede triunfar en la vida sin imponerse sobre los otros, sin sacrificar los juegos y las alegrías de la infancia, sin vivir permanentemente angustiado por ser el mejor.
Y sobre todo, es profundamente injusto con los niños.
A fin de cuentas, ningún premio te dará más alegrías que morirte de risa con tus hijos tratando de crear juntos una nueva receta con lo que logres despegar de la bandeja de un "soufflé" que salió aplastado del horno.
@cocinitadepapa
Además, digan lo que digan, no es "normal" que un niño de 10 años esté haciendo esferificaciones, o se angustie porque la "sous-vide" no le quedó con la textura deseada, o salga llorando ante millones de espectadores porque su plato no tiene "calidad de restaurant".
Claro que hay niños que nacen con talento para la cocina, como para la música, el canto, el baile o la pintura. Pero una cosa es apoyar el desarrollo del talento de manera natural y otra es sacrificar horas de juego en favor de horas de práctica para desarrollar complicadas técnicas culinarias.
Este programa no se trata de estimular el amor de los niños por la cocina. No se trata de disfrutar la comida, de cocinar en familia, de rescatar las recetas familiares, no. Se trata únicamente de alimentar a dos de las industrias más implacables del mundo: la del entretenimiento y la de la gastronomía.
Al final, el mensaje que da el programa es que solo vale la pena que los niños aprendan a cocinar si tienen posibilidades de convertirse en el próximo Ferrán Adriá, el Gastón Acurio del 2025, el Gordon Ramsay hispanohablante.
Y eso es una gran injusticia.
Es injusto con la cocina familiar, la de las recetas de las abuelas, la de los platos hechos en casa, entre todos, pasando un buen rato en la cocina juntos, como familia.
Es injusto con los padres y las madres que quieren inculcarle a sus hijos que se puede triunfar en la vida sin imponerse sobre los otros, sin sacrificar los juegos y las alegrías de la infancia, sin vivir permanentemente angustiado por ser el mejor.
Y sobre todo, es profundamente injusto con los niños.
A fin de cuentas, ningún premio te dará más alegrías que morirte de risa con tus hijos tratando de crear juntos una nueva receta con lo que logres despegar de la bandeja de un "soufflé" que salió aplastado del horno.
@cocinitadepapa
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