CARPE VINUM
"Sería lamentable que un negocio voraz diera al traste con todo un potencial"
VLADIMIR VILORIA | EL UNIVERSAL
sábado 11 de abril de 2015 12:00 AM
Sobre el Malbec, en su día
Eso del día del Malbec, a celebrarse este 17 de abril, me suena hueco, como del día de la madre o el del amor y la amistad. ¿No teníamos suficiente ya con la diluida fiesta del Beaujolais Nouveau?
Los artilugios del mañoso marketing hacen su trabajo. Entonces bulle el afán de "promover el Malbec", y restaurantes donde el servicio cotidianamente es pésimo y el vino importa poco o nada y lo venden a precios absurdamente caros, te sirven un Malbec a trancas y barrancas. ¿Por qué no lo dejan en paz?
Hay tanto qué aprender aún, apenas asoma su nariz, tiene tanto que madurar, falta tanto por hacer...Ah, Malbec gaucha, hermosa muchacha mendocina, sanjuanina, riojana, salteña, patagónica ¿por qué te exigen tanto? ¡Eres tan torpe todavía, es tan tosca tu belleza!
Así, pienso inevitablemente en lo que me gusta del Malbec bien hecho: sus aromas a violetas y ciruela y moras maduras; en su boca golosa, fresca y fácil, en esa fresca acidez que sabe envolver, como en fino celofán, al buen tanino, dulce y carnoso...
Me gusta el Malbec cuando se lo deja ser, cuando tiene una impronta personal que trata de extraer lo mejor de la variedad (como el Malbec de los hermanos Michelini, en los felinos salvajes de Paul Hobbs, en las hormigas de Antonini, en los tupungatos de Jean Bousquet, en el nervio de los rojos de Carmelo Patti, por ejemplo), en ese Malbec fresco y maduro que se planta irreverente al margen de pastosas y sobre maduras mermeladas, de las sobre extracciones bituminosas y astringentes, de las atosigantes y tramposas sangrías embarricadas, hechas para exportar y servir al gran negocio del vino controlado desde Nueva York o Londres...
No quisiera que el Malbec argentino se perdiera en afanes comerciales sin escrúpulos, en la producción y embotellamiento de "Malbec fotocopia", ese que inunda el mercado y que no dice nada de la variedad y menos del lugar donde se cosecha. Hay un potencial ahí, sí, pero manejado por una industria que puede echarlo todo a perder, que cada vez estandariza y vulgariza más el vino.
El Malbec argentino busca su identidad y no veo el afán de apurarlo, hace poco más de 20 años que tienen trabajándolo loablemente como concepto, para poco a poco dejarlo que se exprese en el viñedo, antes que en los fogones de las bodegas. Sería lamentable que un negocio cada vez más voraz y mercados globales amañados a determinados gustos, dieran al traste con todo un potencial de personalidad y carácter...
La historia del Malbec apenas empieza. Paciencia. Cuidado con ella.
¡Salud!
vladimirviloria@gmail.com
Eso del día del Malbec, a celebrarse este 17 de abril, me suena hueco, como del día de la madre o el del amor y la amistad. ¿No teníamos suficiente ya con la diluida fiesta del Beaujolais Nouveau?
Los artilugios del mañoso marketing hacen su trabajo. Entonces bulle el afán de "promover el Malbec", y restaurantes donde el servicio cotidianamente es pésimo y el vino importa poco o nada y lo venden a precios absurdamente caros, te sirven un Malbec a trancas y barrancas. ¿Por qué no lo dejan en paz?
Hay tanto qué aprender aún, apenas asoma su nariz, tiene tanto que madurar, falta tanto por hacer...Ah, Malbec gaucha, hermosa muchacha mendocina, sanjuanina, riojana, salteña, patagónica ¿por qué te exigen tanto? ¡Eres tan torpe todavía, es tan tosca tu belleza!
Así, pienso inevitablemente en lo que me gusta del Malbec bien hecho: sus aromas a violetas y ciruela y moras maduras; en su boca golosa, fresca y fácil, en esa fresca acidez que sabe envolver, como en fino celofán, al buen tanino, dulce y carnoso...
Me gusta el Malbec cuando se lo deja ser, cuando tiene una impronta personal que trata de extraer lo mejor de la variedad (como el Malbec de los hermanos Michelini, en los felinos salvajes de Paul Hobbs, en las hormigas de Antonini, en los tupungatos de Jean Bousquet, en el nervio de los rojos de Carmelo Patti, por ejemplo), en ese Malbec fresco y maduro que se planta irreverente al margen de pastosas y sobre maduras mermeladas, de las sobre extracciones bituminosas y astringentes, de las atosigantes y tramposas sangrías embarricadas, hechas para exportar y servir al gran negocio del vino controlado desde Nueva York o Londres...
No quisiera que el Malbec argentino se perdiera en afanes comerciales sin escrúpulos, en la producción y embotellamiento de "Malbec fotocopia", ese que inunda el mercado y que no dice nada de la variedad y menos del lugar donde se cosecha. Hay un potencial ahí, sí, pero manejado por una industria que puede echarlo todo a perder, que cada vez estandariza y vulgariza más el vino.
El Malbec argentino busca su identidad y no veo el afán de apurarlo, hace poco más de 20 años que tienen trabajándolo loablemente como concepto, para poco a poco dejarlo que se exprese en el viñedo, antes que en los fogones de las bodegas. Sería lamentable que un negocio cada vez más voraz y mercados globales amañados a determinados gustos, dieran al traste con todo un potencial de personalidad y carácter...
La historia del Malbec apenas empieza. Paciencia. Cuidado con ella.
¡Salud!
vladimirviloria@gmail.com
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