Los comunicados corporativos se han convertido en un género para el estudio de la economía venezolana. Alimentos Polar publicó uno cuyo título es un diagnóstico: “El futuro de la producción de harina precocida de maíz está seriamente comprometido”. En un país donde 211.292 empresas han cerrado desde 2001, según cifras del INE, hay que leer los comunicados con la atención que se le presta a las alarmas que anuncian incendios. Más cuando lo que está en riesgo es la arepa.
1. “Actualmente producimos a pérdida”. Una confesión contable y, más importante, una confesión económica. Nadie puede producir a pérdida de forma permanente. Cuando el precio de venta de un producto no cubre los costos variables de producción, entramos en el peligroso terreno del shutdown decision: una situación en la que la única forma de minimizar las pérdidas es dejar de producir.
Las pérdidas son la soga que se ajusta al cuello. Las empresas pueden soportar pérdidas durante un tiempo bajo la expectativa de un cambio que corrija la situación. Pero en algún momento debe tomarse la decisión de parar la destrucción de valor. Haga este experimento mental: imagine que usted produce un bien y que le dicen que jamás podrá vender a un precio que le permita recuperar su costo. ¿Qué haría usted? ¿Se mantendría produciendo el bien o dedicaría sus recursos a una actividad en donde, al menos, pueda preservar sus ahorros?
El comunicado de Alimentos Polar informa que el precio actual de la harina precocida de maíz fue fijado hace un año [el precio está regulado desde febrero de 2003: hace 11 años]. Mientras ese precio se ha mantenido en el congelador “la inflación acumulada de los últimos 12 meses alcanza 60,9%. Al precio actual, es imposible cubrir los costos de producción y obtener, tal como consagra la Ley Orgánica de Precios Justos, un margen de ganancia razonable”.
Los hechos expuestos radiografían el fracaso del control de precios en tres dimensiones: el control no sirve para controlar la inflación porque no ataca sus causas; los precios regulados se rezagan con los costos, debido a que las autoridades encargadas no modifican los precios de acuerdo con los cambios en esos costos, lo que pone en riesgo la viabilidad de producción y desestimula la inversión; y, finalmente, la escasez que resulta del desestímulo a la producción termina incrementado los costos reales de adquisición de los productos al consumidor, aun cuando los precios regulados no aumentan. Las colas y los buhoneros son costosos.
Venezuela tiene la inflación más alta en un mundo donde ya la inflación dejó de ser un problema.Brasil desmontó los controles de precios en los años noventa y los alimentos se abarataron. China desmontó los controles de precios en los ochenta con un sistema de dual track pricing y los alimentos se abarataron. Los alimentos en Venezuela se han encarecido, en términos relativos, durante el control de precios. La regulación de precios nunca ha podido con su némesis: la escasez. Y el que más sufre siempre es el consumidor, en especial el que menos recursos tiene y le dedica un porcentaje mayor de su presupuesto a los alimentos.
El sistema de precios, en una economía funcional, debe estimular la producción de alimentos y la competencia: es la única manera de lograr el abaratamiento de los alimentos. La inflación, ese aumento sostenido de todos los precios, se combate en su causa, como hicieron Brasil y China [y el resto del mundo]: erradicando el financiamiento inorgánico del Estado desde el Banco Central.
El control de precios en Venezuela fracasó como ha fracasado durante los últimos 4.000 años.
2. “La cosecha nacional de maíz blanco es insuficiente”. Esta afirmación certifica una derrota. En una época no muy lejana nos autoabastecíamos de maíz blanco. Una época en la fuimos soberanos. Venezuela es ahora un importador de maíz blanco. Una combinación de factores explican este resultado. Y la regulación de precios al productor es uno de ellos.
Ante unos precios desestimulantes, muchos productores migraron su producción hacia otros rubros, incluyendo el maíz amarillo. De nuevo el control de precios aparece como problema, esta vez afectando a los hombres y las mujeres del campo.
Este año, además, la naturaleza jugó en contra: una sequía afecta la siembra y merma lo que ya estaba mermado. La producción agrícola es vulnerable a los cambios en las condiciones ambientales. Un hecho conocido desde que el centro del mundo era el Valle del Nilo. Una sequía o una época de lluvias intensas no son una excusa: son circunstancias para las que un país debe estar preparado.
Pero la derrota viene desde antes. Basta recordar el denunciado abandono de tantas fincas que fueron expropiadas y ahora están quebradas, cuando alguna vez fueron productivas. O las continuas quejas de los productores sobre la falta de insumos que en el pasado eran suministrados por Agroisleña, pero ahora ausentes en manos de la Agropatria estatal.
3. “El Gobierno deberá importar la materia prima necesaria”. Hay frases que sólo pueden decirse en muy pocos países del mundo: Venezuela centraliza las importaciones de materia prima [granos] en manos del Estado.
Aquí el problema se presenta en dos niveles. El primero es que cuando la centralización de las importación está en manos gubernamentales, las decisiones se alejan de los problemas de suministro de las empresas. La empresa no decide cuándo, dónde y cuánto importar, sino un funcionario gubernamental que no lleva (ni puede llevar) el pulso de la dinámica productiva de las empresas. El segundo es que la centralización de las importaciones introduce un riesgo sistémico al circuito agroalimentario y amenaza la seguridad alimentaria. Si la decisión de importación es errada (en cuanto a cantidad u oportunidad) todo el sistema falla y todas las empresas disminuyen su producción al mismo tiempo. Son los riesgos de la planificación centralizada, riesgos que en el pasado se tradujeron en trágicas consecuencia, como la principal hambruna del siglo XX, aquella en la que murieron treinta millones de chinos.
4. “No todas las empresas trabajan a máxima capacidad”. El Estado venezolano decidió expropiar empresas y convertirse en un actor relevante en el procesamiento de alimentos. Alimentos Polar informa que su producción abarca el 48% de la demanda de Venezuela y que produce a la máxima capacidad que le permite el suministro de materias primas. Entonces, ¿qué está pasando con la producción de las empresas estatales de alimentos?
La respuesta es matemática: la producción de las empresas estatales está disminuyendo y eso afecta los niveles de escasez de harina precocida de maíz y aumenta la presión de la demanda sobre los bienes de las empresas que mantienen su producción. Así que los niveles de abastecimiento de harina precocida de maíz volverán a la normalidad sólo cuando las empresas estatales recuperen sus niveles de producción.
[En el resto del mundo no se mide la escasez. No es necesario. El control de precios y el de cambio obligan a que en Venezuela se hable de un fenómeno que ya quedó relegado a los libros de Historia de la Economía]
Conviene recordar que tanto Brasil como China decidieron hace mucho tiempo deshacerse de empresas que se convirtieron en desaguadero de recursos. El soft-budget constraint, esa capacidad que tienen los Estados para financiar las empresas con dinero inorgánico, es una de las causas de la laxitud gerencial en las empresas estatales y de la inflación. Brasil y China decidieron venderlas a inversionistas que estuvieran dispuestos a ponerlas a producir y a invertir en una mayor capacidad de producción. Todo lo contrario a una expropiación.
Hoy Brasil y China son potencias agroalimentarias. Nosotros andamos cantando lamentaciones del pasado.
5. La producción de Harina Precocida de Maíz es inviable. La arepa ya estuvo al borde del olvido. Miro Popic cuenta que la agonía y el rescate de la arepa, un alimento que pronto se convirtió en una de las principales fuentes de calorías para los venezolanos:
Con la vertiginosa transformación que sufrió el país a mediados del siglo pasado al pasar de rural a urbano en poco menos de una generación, la arepa fue desapareciendo poco a poco de la mesa diaria ante la dificultad de las familias para continuar con sus costumbres campesinas de pilar el maíz lejos del conuco, en un barrio o urbanización de bloque y cemento. Hasta que vino la harina precocida de maíz al rescate. […] La idea logró germinar gracias a un maestro cervecero de origen checo, Carlos Roubicek, que con el apoyo de Cervecería Polar logró producir harina de maíz precocida siguiendo el modelo que se utilizaba para preparar las hojuelas para la elaboración de cerveza. El 10 de diciembre de 1960 salió al mercado la primera harina de maíz industrial que no por casualidad llamaron Harina P.A.N., de la cual se vendieron 5.800 kilos ese día. (Comer en Venezuela, 2013)
53 años después, Alimentos Polar publica un comunicado donde anuncia que el futuro de la producción de la harina precocida de maíz está comprometido. Es decir: está en riesgo, en apuros, en una situación dificultosa de acuerdo con la estricta definición del Diccionario de la Real Academia.
Lo preocupante es que en esta ocasión el olvido de la arepa no será sólo un asunto de memoria, sino del desequilibrio de la ecuación calórica que mantiene a millones de venezolanos en movimiento.
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