Humor y comida: unión gloriosa
Rafael Cartay, graduado economista pero especialista en historia culinaria del país, da las claves sobre los vínculos entre estos elementos.
CARMEN ISABEL MARACARA | 7 DE OCTUBRE DE 2012
Rafael Cartay autor de libros como El pan nuestro de cada día, La mesa de la meseta, Entre gustos y sabores y Cocina y gastronomía afrovenezolana
Generalmente en la comida venezolana está presente el humor que caracteriza al venezolano
Santa Teresa de Jesús aseguraba que se podía hallar a Dios en los pucheros, y otra religiosa, Sor Juana Inés de la Cruz, para quien la cocina venía a ser un ámbito de pensamiento, afirmó que "si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito", con lo cual aluden al gran papel que podía tener esta actividad en la vida del ser humano, tanto en el ámbito físico como espiritual e intelectual. Aunque la vida de los conventos se relacione con austeridad y lejanía de los placeres de la carne, no resulta extraña la afirmación de las religiosas, pues de los claustros surgieron grandes platos, postres y bebidas.
Para Rafael Cartay, autor de libros como El pan nuestro de cada día, La mesa de la meseta, Entre gustos y sabores y Cocina y gastronomía afrovenezolana -investigación ésta por la que fue galardonado por la Academia Venezolana de Gastronomía- son indisolubles los vínculos entre el buen yantar y la risa. De aquí que en sus trabajos y conferencias traiga a colación a los escritores venezolanos que, en clave jocosa, han ofrecido pistas sobre la historia culinaria del país.
"Me interesa mucho la historia de las mentalidades, y uno de los elementos que intentan revelar las intimidades de la identidad y la tradición, porque la guardan de manera más fidedigna, son los poetas. Hablo especialmente de quienes realizaron poesía humorística, la que tuvo mucha importancia en el siglo XIX. En ese período, hubo grandes poetas humorísticos venezolanos, que fueron continuados en el siglo XX. El periodismo también tiene obras emblemáticas como El Morrocoy Azul, La Pava Macha, etc. Tenemos autores muy importantes como Aquiles Nazoa, que hizo una poesía de este tipo muy larga, Francisco Pimentel -Job Pim-, Leoncio Martínez y así muchísimos otros. Incluso hasta Miguel Otero Silva hizo un poema sobre la guerra de los licores. Todos ellos tratan cuestiones de la historia de las mentalidades venezolanas, a través de una clave humorística, que es muy grata para el oyente y el lector. Esa es la razón por la cual he ahondado en eso y ahora, a partir de estos últimos meses, en muchas charlas que he dictado, juego con la gastronomía y el humor".
Incluso, usted también, además de citar a estos autores, hace también uso de su anecdotario personal, para alimentar esa línea discursiva jocosa...
"Claro, es que en todo esto, en el diablito, el ron, la hallaca, el pan de jamón, los sancochos, el pabellón criollo, generalmente hay un lado humorístico, porque la identidad venezolana tiene mucho de eso".
¿Para usted entonces es inevitable el matrimonio entre humor y cocina?
" Absolutamente inevitable, están unidos. A mí me interesa mucho este tema, porque el humor es muy perspicaz. Chaplin dijo que hacer reír es muy difícil, porque se necesita gran inteligencia. Hacer llorar es más fácil. Así, ser un dibujante como Zapata, por ejemplo, o un humorista como Laureano Márquez, requiere muchísimo sarcasmo, ironía y manejo de la inteligencia. Creo que Laureano se debería haber metido más con la comida, él es un hombre con mucha chispa, muy bien dotado para el humor fino e inteligente, que debería haber dedicado un poco más de tiempo a la gastronomía como sí lo hizo Aquiles Nazoa, Miguel Otero Silva, el gran Francisco Pimentel e incluso Zapata, autor de unas cosas maravillosas sobre este asunto como los elementos pavosos de la cocina, entre los que colocó meterle gelatina a las piñatas, muy simpáticas".
Hoy, desde la psicología, también se habla de la cocina como terapia para reencontrarse con la alegría, con la fiesta, como una forma más sencilla incluso para tratar pacientes depresivos, por ejemplo. ¿Para usted la mesa y sus placeres pueden conjurar la tristeza y llamar hacia otro sentido de la vida?
"Yo creo que la cocina es un momento de relajación, de tranquilidad, uno se ensimisma en ella, porque es muy especial. Es un acto de amor, de protección al otro, mediante ella tú haces que el otro sobreviva, que esté alegre. Entonces, si a ese acto social se le agrega el humor, se logra una combinación muy agradable. Actualmente estoy haciendo un libro que se llama Los discursos de la comida, que es un intento, desde la semiología, para acercarnos a la comida desde muchos ámbitos de las ciencias sociales, pero siempre desde el humor y tocando elementos simbólicos, porque la comida es muy simbólica, como el humor. El humor está muy unido a la fiesta, a los licores, a los elementos festivos y ligeros de la vida, a la ritualidad. En los banquetes siempre hay alegría, se comparte, hay compañerismo. La palabra compañero viene de compartir el pan, compartir el pan con humor en buena compañía. Todo eso está ligado. Son actos sociales donde la gente se ríe, baila, canta, come, bebe. Entonces el humor, la comida, la bebida están unidos en esos momentos gloriosos de compartir, de sociabilidad".
Donde se unen espíritu y sensualidad, como un carnaval de los sentidos...
"Claro, es la búsqueda de la sensualidad, del acto humano. El ser humano es simbólico y entonces él está buscando, a través de elementos simbólicos, lo placentero".
Para Rafael Cartay, autor de libros como El pan nuestro de cada día, La mesa de la meseta, Entre gustos y sabores y Cocina y gastronomía afrovenezolana -investigación ésta por la que fue galardonado por la Academia Venezolana de Gastronomía- son indisolubles los vínculos entre el buen yantar y la risa. De aquí que en sus trabajos y conferencias traiga a colación a los escritores venezolanos que, en clave jocosa, han ofrecido pistas sobre la historia culinaria del país.
"Me interesa mucho la historia de las mentalidades, y uno de los elementos que intentan revelar las intimidades de la identidad y la tradición, porque la guardan de manera más fidedigna, son los poetas. Hablo especialmente de quienes realizaron poesía humorística, la que tuvo mucha importancia en el siglo XIX. En ese período, hubo grandes poetas humorísticos venezolanos, que fueron continuados en el siglo XX. El periodismo también tiene obras emblemáticas como El Morrocoy Azul, La Pava Macha, etc. Tenemos autores muy importantes como Aquiles Nazoa, que hizo una poesía de este tipo muy larga, Francisco Pimentel -Job Pim-, Leoncio Martínez y así muchísimos otros. Incluso hasta Miguel Otero Silva hizo un poema sobre la guerra de los licores. Todos ellos tratan cuestiones de la historia de las mentalidades venezolanas, a través de una clave humorística, que es muy grata para el oyente y el lector. Esa es la razón por la cual he ahondado en eso y ahora, a partir de estos últimos meses, en muchas charlas que he dictado, juego con la gastronomía y el humor".
Incluso, usted también, además de citar a estos autores, hace también uso de su anecdotario personal, para alimentar esa línea discursiva jocosa...
"Claro, es que en todo esto, en el diablito, el ron, la hallaca, el pan de jamón, los sancochos, el pabellón criollo, generalmente hay un lado humorístico, porque la identidad venezolana tiene mucho de eso".
¿Para usted entonces es inevitable el matrimonio entre humor y cocina?
" Absolutamente inevitable, están unidos. A mí me interesa mucho este tema, porque el humor es muy perspicaz. Chaplin dijo que hacer reír es muy difícil, porque se necesita gran inteligencia. Hacer llorar es más fácil. Así, ser un dibujante como Zapata, por ejemplo, o un humorista como Laureano Márquez, requiere muchísimo sarcasmo, ironía y manejo de la inteligencia. Creo que Laureano se debería haber metido más con la comida, él es un hombre con mucha chispa, muy bien dotado para el humor fino e inteligente, que debería haber dedicado un poco más de tiempo a la gastronomía como sí lo hizo Aquiles Nazoa, Miguel Otero Silva, el gran Francisco Pimentel e incluso Zapata, autor de unas cosas maravillosas sobre este asunto como los elementos pavosos de la cocina, entre los que colocó meterle gelatina a las piñatas, muy simpáticas".
Hoy, desde la psicología, también se habla de la cocina como terapia para reencontrarse con la alegría, con la fiesta, como una forma más sencilla incluso para tratar pacientes depresivos, por ejemplo. ¿Para usted la mesa y sus placeres pueden conjurar la tristeza y llamar hacia otro sentido de la vida?
"Yo creo que la cocina es un momento de relajación, de tranquilidad, uno se ensimisma en ella, porque es muy especial. Es un acto de amor, de protección al otro, mediante ella tú haces que el otro sobreviva, que esté alegre. Entonces, si a ese acto social se le agrega el humor, se logra una combinación muy agradable. Actualmente estoy haciendo un libro que se llama Los discursos de la comida, que es un intento, desde la semiología, para acercarnos a la comida desde muchos ámbitos de las ciencias sociales, pero siempre desde el humor y tocando elementos simbólicos, porque la comida es muy simbólica, como el humor. El humor está muy unido a la fiesta, a los licores, a los elementos festivos y ligeros de la vida, a la ritualidad. En los banquetes siempre hay alegría, se comparte, hay compañerismo. La palabra compañero viene de compartir el pan, compartir el pan con humor en buena compañía. Todo eso está ligado. Son actos sociales donde la gente se ríe, baila, canta, come, bebe. Entonces el humor, la comida, la bebida están unidos en esos momentos gloriosos de compartir, de sociabilidad".
Donde se unen espíritu y sensualidad, como un carnaval de los sentidos...
"Claro, es la búsqueda de la sensualidad, del acto humano. El ser humano es simbólico y entonces él está buscando, a través de elementos simbólicos, lo placentero".
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