De músico a cocinero
Carlos Labrador, tras una larga y fructÍfera carrera, decidió cambiar los micrófonos por los cuchillos. Actualmente dirige su propia empresa de salsas para pasta. Conozca esta nueva faceta.
por HÉCTOR GALBÁN | imagen: NORGE BOSCÁN | DOMINGO 26 DE ABRIL DE 2015
En su casa no hay paredes que dividan la sala de la cocina y el comedor dejando claro desde la entrada que una de las grandes pasiones de Carlos Labrador es la cocina. En la sala en tres repisas exhibe las tres estatuillas del Grammy Latino de las que se hizo merecedor cuando pertenecía a las filas de la agrupación zuliana Voz Veis recordándole su otra pasión: la música. Licenciado en Música, por veinte años fue su trabajo formal. Su gusto por la cocina estaba presente y en una oportunidad, aun estando en la agrupación musical, realizó unas pasantías en Barquisimeto con el reconocido cocinero Francisco Abenante.
"La familia de mi madre es muy dada a la cocina. Los domingos son de reuniones para comer con fundamento; no hemos terminado una comida cuando se está planificando la próxima. Siempre me ha gustado la cocina pero cuando estuve con Abenante me di cuenta que no sabía tanto como yo creía y me dedique a formarme en el área", comenta Labrador. La cocina italiana siempre estuvo presente entre sus favoritas y para profundizar más en los procesos de la producción de la pasta trabajó en Caracas en una fábrica donde aprendió sobre este campo.
Dentro de los referentes de la cocina que admira están, además de Francisco Abenante, el cocinero caraqueño Carlos García del restaurante Alto; Labrador también afirma que aunque no es una cocinera famosa su madre ha marcado de manera importante su sazón y le profesa una gran admiración culinaria. "Mi sazón en parte viene de la tradición de mi familia materna. Mi madre aprendió a cocinar con su madre y así sucesivamente; he tratado de mantener vivos los secretos que ella me confió y que forman parte de nuestra historia. Y a esto añado las técnicas que aprendí en las escuelas y restaurantes por los que he pasado".
Un nuevo capítulo
Un día realizó en casa una salsa para pasta, le faltaban unas zanahorias y le pidió a la vecina que le diera unas. Luego, en agradecimiento, le regaló un envase con esta preparación. Al probarla, ella lo elogió y le dijo que debía a animarse a hacerlas para vender. La idea quedó rondando en su cabeza. A los días fue al mercado y compró materiales para hacer salsa en gran cantidad. Se la vendió a los amigos y familiares con total éxito. Así, poco a poco fue creciendo la popularidad y la demanda de las salsas que terminaron llamándose salsas Di Carlo.
"Hasta cierto punto, el trabajo en la cocina es como la música: te da la libertad de crear. Puedes tocar las emociones de las personas; en este caso, recordándoles gratos momentos asociados con los sabores. Creo que una de las cosas que ha sido determinante en el éxito de las salsas Di Carlo es la selección de los ingredientes. Trabajamos con calidad de primera".
A mediano plazo, entre los proyectos de Labrador están los de ampliar los puntos de venta y comenzar a envasar las salsas en frascos de vidrio. Ahora hace pruebas en su cocina para ampliar la oferta a fin de incorporar nuevas presentaciones. Los productos son totalmente libres de aditivos y conservantes. Pasan por largos procesos de cocción que garantizan la calidad del producto y su conservación de manera natural.
A la hora de estar en los fogones, Carlos Labrador se define como un cocinero quisquilloso que no deja pasar los detalles por alto para que el producto final sea de primera. "Estamos pasando por un momento interesante en nuestra gastronomía, hay mucho producto artesanal que se está haciendo en la ciudad, eso amplia la oferta y le permite a las personas disfrutar de buena mesa en casa".
"La familia de mi madre es muy dada a la cocina. Los domingos son de reuniones para comer con fundamento; no hemos terminado una comida cuando se está planificando la próxima. Siempre me ha gustado la cocina pero cuando estuve con Abenante me di cuenta que no sabía tanto como yo creía y me dedique a formarme en el área", comenta Labrador. La cocina italiana siempre estuvo presente entre sus favoritas y para profundizar más en los procesos de la producción de la pasta trabajó en Caracas en una fábrica donde aprendió sobre este campo.
Dentro de los referentes de la cocina que admira están, además de Francisco Abenante, el cocinero caraqueño Carlos García del restaurante Alto; Labrador también afirma que aunque no es una cocinera famosa su madre ha marcado de manera importante su sazón y le profesa una gran admiración culinaria. "Mi sazón en parte viene de la tradición de mi familia materna. Mi madre aprendió a cocinar con su madre y así sucesivamente; he tratado de mantener vivos los secretos que ella me confió y que forman parte de nuestra historia. Y a esto añado las técnicas que aprendí en las escuelas y restaurantes por los que he pasado".
Un nuevo capítulo
Un día realizó en casa una salsa para pasta, le faltaban unas zanahorias y le pidió a la vecina que le diera unas. Luego, en agradecimiento, le regaló un envase con esta preparación. Al probarla, ella lo elogió y le dijo que debía a animarse a hacerlas para vender. La idea quedó rondando en su cabeza. A los días fue al mercado y compró materiales para hacer salsa en gran cantidad. Se la vendió a los amigos y familiares con total éxito. Así, poco a poco fue creciendo la popularidad y la demanda de las salsas que terminaron llamándose salsas Di Carlo.
"Hasta cierto punto, el trabajo en la cocina es como la música: te da la libertad de crear. Puedes tocar las emociones de las personas; en este caso, recordándoles gratos momentos asociados con los sabores. Creo que una de las cosas que ha sido determinante en el éxito de las salsas Di Carlo es la selección de los ingredientes. Trabajamos con calidad de primera".
A mediano plazo, entre los proyectos de Labrador están los de ampliar los puntos de venta y comenzar a envasar las salsas en frascos de vidrio. Ahora hace pruebas en su cocina para ampliar la oferta a fin de incorporar nuevas presentaciones. Los productos son totalmente libres de aditivos y conservantes. Pasan por largos procesos de cocción que garantizan la calidad del producto y su conservación de manera natural.
A la hora de estar en los fogones, Carlos Labrador se define como un cocinero quisquilloso que no deja pasar los detalles por alto para que el producto final sea de primera. "Estamos pasando por un momento interesante en nuestra gastronomía, hay mucho producto artesanal que se está haciendo en la ciudad, eso amplia la oferta y le permite a las personas disfrutar de buena mesa en casa".
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