-ROSSI, Paolo: "Comer, necesidad, obsesión deseo". FCE, Buenos Aires, 2013. 160 págs)
Comer es un libro provocador. Vivimos en una época en que programas de televisión, libros, publicaciones científicas y de todo tipo no dejan de ocuparse de la comida de un modo supuestamente innovador, ya sea en su costado hedonista, sea en relación con una vida saludable, o bien en busca de los auténticos saberes culinarios de los pueblos. Frente a esto, Paolo Rossi (Urbino, 30-12-1923 - Florencia, 14-1-2012) fue un filósofo e historiador de la ciencia italiano que trabaja en el terreno de la historia de las ideas rastreando las continuidades, y muestra que hoy como en el pasado los hombres satisfacemos al comer deseos primarios y emociones profundas. Basta con prestar atención por un momento a la multiplicidad de metáforas alimentarias que utilizamos cotidianamente para darnos cuenta del peso antropológico y cultural que tiene el hecho de comer. En nuestras representaciones de la comida conviven, pues, el hartazgo y el hambre, los rostros de niños desnutridos y los patés de la nouvelle cuisine, la comida chatarra y la exhibición sádica del cuerpo anoréxico, los ayunos motivados por causas trascendentes y los asesinos seriales que quebrantan el tabú de los tabúes devorando a sus víctimas.
Necesidad vital, deseo epicúreo, obsesión patológica: una inextricable mezcla que Paolo Rossi presenta de modo fascinante analizando las distintas formas en las que este verbo ha marcado la historia de la humanidad.
Traducción: María Julia De Ruschi
Jasper Becker (nacido 1956 ) es un autor británico , comentarista y periodista que ha pasado dos décadas como corresponsal extranjero en su mayoría de China. En este libro
Hungry Ghosts: Secreto hambruna de Mao (Holt Paperback) Paperback - 15 de abril 1998 presenta la terrible realidad vivida a finales de 1950 y comienzos de 1960, por el pueblo chino quien sufrió lo que pudo haber sido la peor hambruna en la historia. Más de treinta millones perecieron en una escasez de granos provocada no por la inundación, la sequía o la infestación, sino por los dictados increíblemente irresponsables del presidente Mao Zedong del "Gran Salto Adelante", un intento de ingeniería utópica salido terriblemente mal. El periodista Jasper Becker realizó cientos de entrevistas y llevan años inmersos en el trabajo de detective minucioso para producir fantasmas hambrientos, el primer relato completo de este oscuro capítulo de la historia china. En esta historia horrible de terror patrocinado por el Estado, el canibalismo, la tortura y el asesinato, el liderazgo comunista de China se jactaba de cosechas récord y aumentó las exportaciones de granos, mientras se niega la importación y la asistencia internacional.Con la recuperación de China de Hong Kong ya un hecho consumado, la eliminación de las anteojeras históricas es más actual que nunca. Como revisor Richard Bernstein escribió en el New York Times, "notable libro del Sr. Becker ... logra un duro golpe a los idealistas seguidores del comunismo, pues Becker sostiene que la prensa estadounidense informó de la Gran Hambruna China con exactitud, pero los izquierdistas y simpatizantes comunistas como Edgar Snow , Rewi Callejón , y Anna Louise Strong , permanecieron en silencio o restaron importancia a su gravedad, cuando Mao Zedong dio el Gran Salto Adelante se había convertido en una horrible tragedia. Becker concluye que la tragedia podría haberse evitado después del primer año si los asesores de alto rango de Mao se habían atrevido a enfrentarse a él.
Si bien"'Hungry Ghosts' es el primer libro en Inglés para proporcionar descripción detallada de la hambruna masiva en China entre 1958 y 1962." Tiempos Literary Supplement - Richard L. Edmonds (10/25/1996) yo le agrego otra novela que es una negación de la historia conocida pues basándose en documentos de archivos secretos, el historiador Yang Jisheng
cuenta en Stèles(http://www.seuil.com/livre-9782021030150.htm) lo que fue la gran hambruna china de 1958-1962, que no tiene parangón en el mundo por su amplitud, resulta estremecedora por sus actos de antropofagia y criminal por el hecho de que el campo fue condenado deliberadamente al hambre por Mao Zedong. “Si dejamos que todos los campesinos coman lo que necesitan para saciarse [...], no podremos industrializarnos, tendremos que reducir el ejército y no podremos construir una defensa nacional”, explicó en la época un alto responsable del Partido. Esta política maquiavélica conducirá a China directamente al infierno.
cuenta en Stèles(http://www.seuil.com/livre-9782021030150.htm) lo que fue la gran hambruna china de 1958-1962, que no tiene parangón en el mundo por su amplitud, resulta estremecedora por sus actos de antropofagia y criminal por el hecho de que el campo fue condenado deliberadamente al hambre por Mao Zedong. “Si dejamos que todos los campesinos coman lo que necesitan para saciarse [...], no podremos industrializarnos, tendremos que reducir el ejército y no podremos construir una defensa nacional”, explicó en la época un alto responsable del Partido. Esta política maquiavélica conducirá a China directamente al infierno.
El “Gran Salto Adelante”
“Murieron de hambre alrededor de 36 millones de personas”, dice Yang Jisheng señalando toda la dimensión de la masacre: “La gran hambruna fue de lejos más mortífera que la segunda guerra mundial. La guerra causó entre 40 y 50 millones de muertes en Europa, Asia y África durante un periodo de siete a ocho años, mientras que los 36 millones de personas que murieron en la hambruna china fallecieron en un periodo de seis meses.” La gran hambruna sigue siendo hoy un tabú en China, donde oficialmente se habla, sin presentar ningún balance, de “tres años de catástrofes naturales”, con el fin de no deteriorar la imagen de Mao, que sigue sirviendo de fuente de legitimidad del poder establecido.
Para no incumplir la prohibición, Yang publicó su libro (en 2010) en Hong-Kong, donde, a pesar de la devolución en 1977 de la antigua colonia británica a China, se mantiene la libertad de expresión. Esta obra, la primera sobre el tema que ha escrito un chino, está prohibida en China continental, pero en internet circula una versión pirata. Es toda una revelación para los chinos, a quienes en la escuela enseñan una historia sesgada o directamente falseada. Los manuales escolares de secundaria ocultan la cuestión tras una serie de eufemismos. Uno de ellos plantea sin más detalle“las dificultades económicas más graves que ha conocido el país”, atribuibles a “errores de izquierda”. En realidad, escribe Yang, “para arrancar los alimentos de la boca de los campesinos se cometen toda clase de atrocidades a gran escala”, mientras que al mismo tiempo China aumenta sus exportaciones de carne y productos agrarios. Yang codirige actualmente Yanhuang Chunqiu, una pequeña revista de historia apenas tolerada. Su modesto despacho se halla en un barrio del oeste de Pekín, donde se apilan los ejemplares no vendidos contra a las paredes.
Hijo de campesinos, en 1958 tenía 17 años de edad. “Yo estaba internado en la escuela cantonal, a una decena de kilómetros de mi pueblo. El Estado nos daba de comer y teníamos más o menos suficiente.” Uno de sus compañeros le informa de que su padre está enfermo y el joven se va corriendo a su pueblo. “La gente se nutría de las raíces que recogía en las colinas, pero mi padre ya no tenía fuerzas para caminar. Bebía agua salada para alimentarse y, cuando me vio, se enfadó y me dijo: ‘¡Vuelve de inmediato al colegio! ¡Aquí morirás de hambre!’ Le dejé una ración de arroz para tres días y volví a la escuela.”
Algunos días después, otro amigo le alerta una vez más. Vuelve a ir al pueblo. “Mi padre había muerto, y sus últimas palabras fueron para implorar que no me dijeran nada. Tenía miedo de que yo también sucumbiera a la hambruna si volvía al pueblo.” Concluidos sus estudios, Yang ingresa en el Partido y trabaja durante 35 años de periodista en la Agencia Nueva China. Al igual que sus compañeros, redacta noticias edulcoradas para la prensa oficial. Hasta el día en que el gobernador de Hubei le confía que, tan solo en esa provincia, el balance de la gran hambruna se cifra en centenares de miles de muertos. El periodista, que no ha olvidado nada, está consternado por esta revelación, que en realidad también se quedaba corta. Se pone a investigar. “La muerte de mi padre me había afectado mucho, pero para mí era un drama familiar que no tenía nada que ver con la política… Después de oír al gobernador, empecé a ver las cosas de distinta manera.” La represión contra el movimiento de Tiananmen en 1989 acaba con sus ilusiones. “La sangre derramada de los estudiantes barrió las mentiras acumuladas en mi cabeza desde hacía decenios.”
Decidido a “restablecer la verdad histórica”, comienza a indagar discretamente sobre la gran hambruna y aprovecha los privilegios que le confiere su condición de periodista oficial. “Lo más difícil fue acceder a los archivos del Partido, guardados como fortalezas”. Lo consigue so pretexto de investigar sobre “la evolución de las políticas rurales”. Sin que nadie lo note, copia a mano cientos de páginas de microfilms.“Cambiaba de cuaderno cada día por miedo a que me confiscaran las notas.”Descubre estupefacto que en el apogeo de la hambruna, en enero y febrero de 1959, los graneros del Estado estaban llenos: “Quedaban reservas de 6.545.000 toneladas de cereales”, dice enfadado. No comprende: “En todo el país, la gente acampaba alrededor de los graneros de cereales. Gritaban e imploraban: ‘Partido Comunista, danos algo que comer’. Suplicaban junto a la entrada de los silos de grano hasta que el hambre acabó con todos. Es inimaginable.” Y añade temblando de rabia: “Los emperadores de las dinastías abrían los almacenes y repartían alimentos entre la población en caso de catástrofes o penurias. Pero la dirección del Partido Comunista, que pretendía servir al pueblo, se negó a socorrer a la población.”
La gran hambruna comienza en 1958, cuando Mao Zedong lanza su política del “Gran Salto Adelante”, cuya finalidad es “superar la producción de acero de Gran Bretaña en quince años”. Por orden del Partido, la población construye millones de pequeños altos hornos. Se funden prácticamente todos los utensilios de cocina y herramientas agrícolas; se movilizan decenas de millones de campesinos para nada, ya que el metal fabricado en esos crisoles resulta inservible. Al mismo tiempo se impone una colectivización radical con las “comunas populares”: de la noche a la mañana queda abolida la propiedad privada y los pueblos se transforman en “brigadas de producción”. El Estado se incauta de las tierras, al igual que las casas, los utensilios domésticos, las mesas, sillas, cerdos, gallinas… A lo largo y ancho de China, los habitantes, expulsados de sus domicilios, son reagrupados en cuarteles en los que se separa a hombres, mujeres y niños. El objetivo es destruir la célula familiar. Queda prohibida la cocina individual, todo el mundo ha de comer en el comedor colectivo, “la gran marmita”.
El terror ideológico imperante desencadena un perverso mecanismo de engaños y mentiras: los pequeños capataces del Partido anuncian cosechas dos, tres, diez veces mayores que las reales. Los cuadros intermedios añaden lo suyo y los cuadros superiores embellecen a su vez los datos. Intoxicado por los suyos, el Estado-Partido recauda su gravoso impuesto anual sobre la base de cifras irreales y condena a la población rural a pasar hambre; al principio sin saberlo, pero después conscientemente. Los chinos, dice Yang, se convierten entonces en “esclavos” sometidos al “sistema totalitario”. Nada más que en Gushi mueren 170.000 personas en las obras hidráulicas del “Gran Salto”.
Golpeado hasta la muerte con una porra
Hace falta una violencia apabullante para obligar a la población a plegarse a las locuras maoístas. Se multiplican las ejecuciones a gran escala, aunque casi siempre los recalcitrantes son torturados hasta morir. El suplicio más corriente consiste en colgar a la víctima y golpearla con una porra hasta que muera. Pero también se agujerean manos, cortan orejas, queman narices, cosen labios o se queman vivos a los insumisos embadurnando sus cabezas con aceite y prendiéndoles fuego. El abanico de torturas medievales aplicadas es pasmoso.
Mientras los cuadros del Partido privan a los revoltosos de todo alimento hasta que mueren, escribe Yang, se generalizan el canibalismo y la necrofagia, como atestiguan los informes de la policía. “En la pequeña ciudad de Linxia, 588 personas ingirieron 335 cadáveres; en Hongtai, 170 personas comieron 125, cinco de ellos asesinados con este fin. Hubo casos en que unos padres devoraron a sus hijos, maridos a sus mujeres, hermanos a sus hermanas.” En Anhui "a veces la carne llegaba al mercado[normalmente hervida]”. Dado que las ciudades están cortadas del campo y está prohibido viajar, la información no circula. El campo muere en silencio.
Una primicia histórica
Lo más extraordinario con respecto a la gran hambruna es que haya tenido que pasar casi medio siglo para que saliera a la luz, en primer lugar con la publicación de Hungry Ghosts, el británico Jasper Becker, en 1996. Una primicia histórica, porque hasta entonces casi nadie se había percatado de ese horrendo crimen. Yang cuenta cómo las escenificaciones del régimen conseguían engañar fácilmente a los periodistas y dignatarios extranjeros. El historiador Frank Dikötter, autor de Mao’s Great Famine, cifra en 45 millones el número de víctimas en lo que no duda en calificar de “holocausto”.
Un investigador chino, Yu Xiguang, sitúa a su vez el listón en 55 millones (en una población de unos 650 millones en la época). El balance señalado por Yang de “por lo menos 36 millones” no se debe al deseo de subestimar el alcance del crimen, sino que debe atribuirse al rigor que caracteriza a este autor extraordinario. Yang sigue siendo miembro del Partido y parece estar protegido por un clan de antiguos altos responsables decididos a restablecer la verdad histórica. Dice estar convencido de que“un país que se niega a mirar de frente a su pasado no tiene futuro”.
28/9/2012
Traducción: VIENTO SUR
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